La periodista Cecilia Orozco, al igual que Ramiro Bejarano, llevaba cuatro años como columnista de El País de Cali. Con la misma agudeza de sus escritos, Orozco envió una dura carta a la gerente-directora del periódico, María Elvira Domínguez, en la que cuestiona su decisión de retirar al abogado Ramiro Bejarano de las páginas editoriales del periódico y, de paso, renuncia a su columna semanal. La columnista envió copia de la carta de su retiro irrevocable a la Fundación por la Libertad de Prensa y al Premio Nacional de periodismo Simón Bolívar. Crece la polémica. Esta es la carta de renuncia de Cecilia Orozco:
Doctora
María Elvira Domínguez Lloreda
Directora y Gerente General
El País
Cali, Valle
E.S.D.
Respetada María Elvira:
Muy a mi pesar, por los vínculos afectivos y profesionales que me han ligado con el diario que usted lidera, presento renuncia irrevocable de la columna semanal que las directivas del periódico me ofrecieron hace más de 4 años. Además retiro mi aceptación a su amable invitación para ser uno de los jurados del premio de periodismo que entrega anualmente El País a sus mejores reporteros.
En una sociedad democrática nadie, por notable que sea, puede imputarle la comisión de hechos delictivos a otra persona sin pruebas, recogiendo solo las malquerencias obsesivas de terceros, y después pretender que no se le responda exigiéndole responsabilidad sobre su comportamiento, amén de las posibles denuncias que se le podrían interponer ante la justicia.
En el caso al que me refiero, el doctor Alfredo Carvajal Sinisterra formuló graves afirmaciones, el 23 de noviembre recién pasado, sobre la conducta del columnista Ramiro Bejarano Guzmán. Para hacerlo, consultó su cercanía emocional y política con un copartidario suyo pero no la realidad jurídica. Arriesgó, de esta forma, la seriedad de criterio que se espera de su condición de conductor social del entorno vallecaucano. El 30 de ese mes, en ejercicio de su derecho de réplica, el doctor Bejarano contestó las aseveraciones del doctor Carvajal, con la vehemencia que se le conoce desde antes de que El País le ofreciera ser su comentarista, y luego de que el director de opinión se negara a publicarle sus alegatos en una carta que le envió al diario.
El doctor Bejarano rechazó las acusaciones que el iniciador de la disputa acogió sin exhibir, repito, documento alguno que apoyara su tesis. En cambio, el abogado agredido recordó la existencia de una “actuación judicial” que demuestra lo contrario de lo que sostiene el doctor Carvajal. El 2 de diciembre, el director de información de su periódico, periodista Diego Martínez Lloreda, se solidarizó con el doctor Carvajal con el argumento baladí de que “es una de las personas más apreciadas en Cali”. Omitió mencionar, no obstante, quién fue el agresor que generó el conflicto.
En una actitud inaceptable en alguien que ejerce periodismo, Martínez Lloreda ignoró el hecho probatorio al que aludió el doctor Bejarano y repitió las injurias del doctor Carvajal, de nuevo sin pruebas. El 7 de diciembre Bejarano replicó al director de información de El País. Y ese mismo día, en horas de la noche, usted le anunció al primero, su orden de terminar sus colaboraciones con el diario pero desviando la atención hacia la discusión entre Bejarano y Martínez con un razonamiento – y perdóneme la expresión – sinceramente traído de los cabellos. Súmele a este relato el significativo pronunciamiento editorial de la señora madre de uno de los principales accionistas del periódico contra el columnista Bejarano, ella sí, en apoyo directo a Alfredo Carvajal.
Con antelación a que Martínez Lloreda revelara su posición en el caso, que ha debido ser de garante de una imparcialidad absoluta dado su cargo de director de información, había empezado a filtrarse en los círculos sociales caleños que el doctor Carvajal domina, un mensaje con firmas de prestantes apellidos en que se le exigía a El País hacer lo que a juzgar por los sucesos, deseaba el propio periódico: acabar la columna de Bejarano. Así me lo revelaron habitantes de Cali igualmente notables, pero poseedores de un espíritu más apegado a la ley y a la Constitución que establecen que la respuesta a un ataque mediático debe publicarse en condiciones de equidad y sin retaliaciones, cuando se afecta la honra, el buen nombre y la libertad de opinión de los ciudadanos, sin prevalencia de unos sobre otros.
Seguramente por los medios por los que esta periodista se enteró de la trinca que se estaba armando contra Bejarano, también lo supo el incisivo comentarista William Calderón, autor de la sección La Barca de Calderón de otro diario. En efecto, él escribió antes de que se hiciera pública su decisión de cerrarle el espacio a una de las plumas más agudas de Colombia, lo siguiente: “La Barca ha podido establecer que en los altos círculos del diario El País, de Cali, se está cocinando la salida del columnista Ramiro Bejarano Guzmán. Fuentes le contaron al barquero que la cúpula del matutino caleño está recibiendo toda clase de presiones, exigiéndole despedir de la plantilla de colaboradores al columnista bugueño”.
Doctora María Elvira: usted sabe que pese a mis ocupaciones y escaso tiempo disponible, siempre quise permanecer vinculada a El País porque admiraba la mente abierta de sus directores. Sinceramente creí que ustedes poseían ese carácter porque mis comentarios fueron soportados sin objeciones, salvo en dos o tres ocasiones en que recibí sugerencias que no compartí, de su director de opinión en el sentido de modificar algunos aspectos de mis columnas (uno de ellos, por cierto, respecto del propio doctor Carvajal). Sin embargo, al censurar en sus páginas al doctor Bejarano mediante una estrategia que compromete a la cúpula del diario en el ocultamiento de los verdaderos motivos, me demostraron que estaba equivocada. Nada me garantiza que en el futuro no se proceda conmigo de similar manera. Por tanto, cancelo motu proprio mis compromisos con ustedes.
Lamento que nuestra relación profesional que supuse sólida, haya concluido tan coja. Los columnistas que no compartimos las ideas más conservadoras de la cerrada sociedad caleña, perdemos una tribuna importante para expresarnos. Los lectores que nos seguían, aunque fuera para vilipendiarnos como lo hacían irónicamente sin ninguna cortapisa, dejarán de gozar ese placer. Pero El País ha sufrido la mayor derrota: la de la entrega sumisa de su independencia y autonomía.
De usted, comedidamente,
Cecilia Orozco Tascón
Columnista