Con las ilusiones perdidas, Salvatore De Salvo, de 64 años, y Antonia Azzolini, de 69, se suicidaron en el hotel Siete Mares de Bari en Italia. Ya habían llorado y desperdiciado tinta en cartas a los políticos y medios de comunicación narrando sus penurias. No tenían trabajo, no tenían hogar, solo se tenían el uno al otro. En marzo de 2010, creían que la vida había respondido sus misivas y les iba ayudar: fueron invitados a un programa de televisión. Después sus peticiones se las llevaron las ondas televisivas y nadie les ayudó. La pareja, mantuvo las esperanzas y mandó cartas al semanario Oggi dirigidas al alcalde de Bari y hasta al ex primer ministro Silvio Berlusconi. Nadie respondía y la situación se agravaba.
La pareja fue recluida en un asilo. Los funcionarios del lugar decidieron que estuvieran en habitaciones separadas. La pareja se negó, si no se tenían mutuamente no tenían nada. En una de las misivas al semanario, Azzolinni soñaba con tener una casa, cocinarle a su marido y volver a tener un hogar. También decía que quería salir del lugar infernal donde se hallaba, refiriéndose al asilo. En la última carta a Oggi anticiparon su muerte “Leeréis en los periódicos con cuanta dignidad saben morir dos ciudadanos asqueados de la hipocresía y de la crueldad de vosotros los políticos".
El domingo pasado, y desilusionados de los políticos y de la vida, murieron juntos. Ella fue hallada en la habitación del hotel después de ingerir una dosis letal de barbitúricos. Él apareció ahogado en la playa. Según los investigadores, De Salvo no pudo hallar la muerte en los barbitúricos como su esposa, y decidió un hundirse en el agua para encontrarse con ella.