A Julio Cesar Mondragón lo encontraron muerto, con un tiro de gracia, y con el rostro desfigurado, 11 horas después de que él y sus compañeros sufrieran el primer ataque. Es el único de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que ha aparecido.
A medida que fueron avanzando las investigaciones, se supo que el muchacho había muerto por graves heridas –tortura dijeron los investigadores–, y que las lesiones del rostro la habían causado mordeduras de ‘fauna local’ (perros y ratas).
Espantoso.
Han pasado 2 años y 8 meses de la desaparición de los 43 estudiantes, y hasta ahora, parece, no se ha avanzado en dar respuesta a las familias. De tanto que se dice no se dice nada. La justicia no llega; o llega a medias. Hay una ‘Verdad histórica’ que no se conoce completamente.
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‘Verdad histórica’, así han llamado a la idea que se tiene sobre lo sucedido. Sin embargo, esa ‘verdad’ no ha terminado de satisfacer a las víctimas, ni a los mexicanos. Ante la lentitud de las autoridades locales, se hizo necesario que un grupo de expertos internacionales, independientes, interviniera y tratara de hacer cuanto fuera posible por aclarar lo que pasó la noche del 26 de septiembre en Iguala, Estado Guerrero.
“La evaluación de las búsquedas como superficiales y poco operativas ha profundizado la creencia de que el Estado no tiene interés. Del lado del Estado, la difusión de una verdad histórica sin el suficiente contraste de las informaciones y pruebas, supuso una mayor distancia frente a las víctimas. Como dos mundos con visiones e historias diferentes, sin posibilidad de conexión alguna”, dice el informe del Giei (Grupo interdisciplinario de Expertos Independientes).
Ha sido, desde siempre, costumbre, no sólo de los alumnos de Ayotzinapa, sino de la mayoría de normalistas mexicanos, acudir, en estos casos a una práctica que se llama ‘boteo’. Consiste en tomar, o ‘secuestrar’ algunos autobuses para las necesidades de movilidad que tengan. En este caso ir al D.F.¿Qué pasó? La noche del 26 de septiembre, cerca de 100 normalistas llegaron a la estación de autobuses de Iguala. Su intención era ‘botear’ y transportarse a ciudad México para la conmemoración de la Masacre de Tlatelolco. En las cámaras de seguridad se ve como varios estudiantes toman tres autobuses. “El chófer los encierra en el bus dentro de la Central camionera –explicó Ángela Buitrago, una de los miembros del Giei–. Frente a esa situación los muchachos que se encontraban dentro de la central, llaman a los muchachos que estaban en los otros dos buses, en la Caseta de Iguala, y el Crucero de Huitzuco”. La respuesta al llamado de sus compañeros fue atendida de inmediato. Cerca de las 9:10 de la noche, un grupo nutrido de normalistas llega a la Estación y se llevan 5 autobuses. Las cámaras registran el momento en el que los estudiantes someten a un conductor y abordan dos vehículos: el Costa Line 2012 y el 2510. A las 9:22 los dos buses salen del lugar. Los siguen los buses de la empresa Estrella de oro 1531, 1568 y el 3278 de Estrella roja.
“En el primer Costa line iban entre 16 y 23 jóvenes; en el segundo iban 15, y el tercer, Estrella de oro, de 25 a 30”, explicó Buitrago. El destino final era regresar a la escuela.Apenas salieron de la estación, los policías llegaron y reportaron la situación por radioteléfono. Un grupo de civiles también llega al lugar y corre en la dirección que tomaron los estudiantes. De acuerdo al informe del Giei, pocas cuadras después se dieron los primeros ataques. Sicarios del cartel ‘Guerreros Unidos’ y miembros de la policía de Iguala fueron quienes dispararon. Las primeras hipótesis dicen que murieron, en ese momento, 4 normalistas. Otros lograron escapar. Los demás, 42, fueron desaparecidos. No se sabe, a la fecha, dónde están. [single-related post_id="438863"] Al principio se manejaron varias hipótesis. La primera es que el entonces Alcalde de Iguala, José Luis Abarca, habría mandado asesinar a los normalistas, pensando que irían a sabotear una reunión que llevaba a cabo su esposa, María de los Ángeles Pineda. Ambos están presos por los hechos. Poco a poco fueron apareciendo más culpables. El caso se iba haciendo más complejo. Se dijo que la policía había entregado los estudiantes al cartel ‘Guerreros Unidos’, pues se creía que entre ellos había infiltrados del grupo rival ‘Los rojos’. Los ‘Guerreros Unidos' llevaron a los normalistas al basurero de vecino municipio de Cocula. Allí los asesinaron con tiros de gracia y luego quemaron los cuerpos. Si bien, en el lugar se encontró después una fosa común con más de 28 cadáveres, ninguno de ellos era de alguno de los estudiantes. [caption id="attachment_695691" align="alignnone" width="1024"] Foto: Flickr[/caption] El 7 de noviembre de 2014, la Procuraduría General de la república (PGR), confirmó la hipótesis de que hubo un homicidio masivo en el basurero de Cocula, que podría corresponder al de los normalistas. No obstante, y luego de cotejar las hipótesis y tras haber oído la declaración de algunos implicados, se dijo que, en realidad, los cuerpos no habrían sido incinerados, sino arrojados, en bolsas negras, a un río cercano.
Esa fue, por mucho tiempo, la ‘verdad histórica’ aceptada por todos: que los ‘Guerreros Unidos’ instigados por el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y con complicidad de la Policía, había secuestrado, asesinado en el basurero y luego tirado al río a los normalistas.Pero no dejaban de haber vacíos. El rechazo al informe de la PGR fue unánime. No había las pruebas científicas ni técnicas suficientes para sostener esa idea. Las familias insistían en que sus hijos, hasta que no se demostrara lo contrario –demostrara contundentemente–, seguían vivos. [single-related post_id="424641"] Así, los familiares, el gobierno federal y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos suscribieron un acuerdo para “realizar investigaciones independientes”. Carlos Beristain, médico español, y Ángela María Buitrago, abogada y ex fiscal colombiana fueron algunos de los miembros de ese grupo. Beristain le dijo a Kienyke.com que se habían hecho dos descubrimientos muy importantes. “Primero, el destino de los jóvenes no fue haber sido quemados en el basurero de Cocula en esa pira infernal que fue descrita por algunos inculpados, y después la existencia de un quinto autobús que no aparecía en el expediente y que probablemente está ligado al caso, porque se hace tráfico de heroína entre Iguala y Chicago a través de autobuses modificados”. Como se dieron las cosas; el número de víctimas; las circunstancias, todo, sólo puede ser debido a algo más allá de la simple idea de llevarse unos autobuses. “Los jóvenes no fueron confundidos con narcotraficantes –explicó Beristain–; no estafan infiltrados por grupos rivales; no fueron a boicotear un acto político: tenemos las pruebas en los informes. El hecho, muy probablemente está ligado a que se llevaron un autobus cargado de heroína de la Central de Iguala”. [caption id="attachment_695681" align="alignnone" width="1024"] Grupo Iterdisciplinario de expertos independientes. Foto: Youtube[/caption] “Muchas de las cosas que llegamos a descubrir resultan importantes como elementos de análisis para mirar las dinámicas de la criminalidad; pero sobretodo las dinámicas de la agresión frente a personas, como esos muchachos, que apenas están empezando la vida. Se descubrieron muchas cosas en términos de procedimientos y metodología”, dijo Ángela María Buitrago. La tarea del Giei no fue fácil. Para nadie era un secreto que encontrarían con más obstáculos que respuestas. Hubo una férrea campaña de desprestigio contra Ángela María Buitrago y contra Claudia Paz, especialmente, desde sus países Colombia y Guatemala respectivamente, orquestada por sus opositores políticos. Y por supuesto, se trató de desviar y detener la investigación. “Es mejor asimilar una verdad, aunque esa verdad sea incómoda, que mantener una versión de la historia que no corresponde, que no está sostenida en datos, y que la herida de los desaparecidos es una herida que se mantendrá siempre abierta si no hay una investigación eficaz, si no hay respuesta al derecho a la verdad de las víctimas y que eso debe tomarse en serio”, concluyó Beristain “Mantengo la esperanza de que lo que se investigó se profundice, y que realmente exista la voluntad de llegar a una conclusión adecuada y que sea posible encontrar a los muchachos desaparecidos”, dijo la ex fiscal Buitrago. Beristein escribió un libro llamado el Tiempo de Aytozinapa donde contó toda su experiencia en el caso. Se presentó este viernes 17 de mayo en la Universidad Javeriana.