Un Cuervo que quiere morir bailando

Lun, 04/02/2013 - 15:30
El cuervo es un animal oportunista. Su régimen alimentario depende del contexto y la casualidad. Su cerebro es uno de los más grandes entre las aves y se le considera un animal inteligente por su ca
El cuervo es un animal oportunista. Su régimen alimentario depende del contexto y la casualidad. Su cerebro es uno de los más grandes entre las aves y se le considera un animal inteligente por su capacidad para resolver problemas y por lo curioso e intuitivo que es. Tiene la capacidad de imitar los sonidos de su medio ambiente y también la voz humana. Por su estatus mítico se le considera un mediador entre la vida y la muerte. En la mitología de los esquimales, el cuervo es el todopoderoso, el dios que creó la vida. En Inglaterra se cree que mientras haya cuervos en la Torre de Londres, el país no será invadido. Por eso, para evitar que escapen les cortan las alas. A Carolina Cuervo, en cambio, la cagan los pájaros. Tres pájaros, para ser más precisa: un día durante el mes de enero esta artista de pelo negro como el cuervo viajaba por el sur occidente del país y de cada ciudad que visitó se llevó un suvenir. En cada ciudad la cagó un pájaro: Pasto, Popayán y Jamundí. ¿Su reacción? comprar el Baloto. Tanta casualidad no podría significar sino buena suerte. Era una señal. Mientras si llegara a ganar el premio viajaría por el mundo invitando a sus amigos, en la vida real admite envidiar a quienes tienen tanto dinero que pueden hacerlo constantemente, se hospedan en hoteles bonitos y comen en buenos restaurantes. Y es que a este Cuervo le gusta la buena vida. Carolina dista mucho del ave de mal agüero que describió Edgar Allan Poe en su famoso poema: un animal zarrapastroso con aire orgulloso y grave, altivo, huraño, impávido, malvado y de espantosa mirada, un diablo.  Ella es una mujer agradable, sencilla y sin pretensiones que se adorna a sí misma con la sencillez de quien sabe que no es necesario esforzarse mucho para verse bien. [caption id="attachment_267478" align="alignnone" width="547" caption="Foto: Linda Sarmiento"]Carolina Cuervo[/caption] Para Carolina Cuervo, en un medio como la televisión es fácil perder la espontaneidad. La noche anterior a nuestra cita tuvo una comida que dejó su apartamento “patas arriba”, por lo que nos encontramos en un café de La Cabrera, al norte de la capital. Está desayunando calentado junto con un guapo que conoció recientemente, un arquitecto de ojos claros a quien le coge las manos cariñosamente y de quien se despedirá con un beso en la boca. Lleva una camiseta negra, blazer blanco y botas de gamuza marrón claro por encima de los jeans. Tiene el pelo suelto con unos rulos que parecen haber sido peinados, aretes dorados largos, pulseritas de tela de colores y una de esas carteras de estampado de flores que parece recortado de un viejo sofá. Se ha hecho una raya negra en los ojos pero su cara luce fresca. El café está lleno de gente que habla gritando, y decidimos cruzar la calle buscando un lugar más tranquilo. Hace más de dos años volvió luego de pasar una temporada en Los Ángeles, donde dice haberse conocido a sí misma. Y entonces me pregunto, ¿qué descubrió?, ¿quién es Carolina Cuervo? –Allá uno está solo y la soledad te hace hacer cosas que en Colombia tú no harías. Eso quiere decir abrirse a la gente, dejar la pena a un lado, saber presentarse, decir el nombre con seguridad. Uno no es nadie. Descubrí que tengo facilidad para conocer gente y hacer amigos. Yo no lo explotaba lo suficiente, porque haber crecido en la televisión y ser un personaje reconocido hace que pierdas la espontaneidad y lo que eres en esencia. Estando aquí uno tiene que comportarse de cierta forma, lo que se espera de uno. La necesidad de ser aceptado en un negocio como este. En eso radica la seguridad de un actor. Descubrí que yo soy única, que nadie más puede ser como yo. Aprendí a dejar de lado la inseguridad; si no me sale un papel, no importa. Muchas actrices se presentan en público como divas impávidas. Esbeltas, con la espalda erguida y la frente en alto, hacen creer que son fuertes y muy seguras. Sin embargo, son personas que sufren con cada negativa o rechazo en un casting. Trabajan con su cuerpo y el reconocimiento, y el hecho de no conseguir un rol a veces es asumido como un problema de aspecto. Los actores son, entonces, un gremio inseguro. Carolina Cuervo-okidoki En Oki Doki, un programa representativo de los años noventa, actuó junto a Verónica Orozco, su gran amiga. A pesar de haber llegado de Los Ángeles sintiéndose más fuerte y segura de sí misma, Carolina escribió un cuento erótico para la revista Soho, ilustrado con unas fotos suyas en topless. Algo de lo cual no se arrepiente pero que no volvería a hacer. –¿Qué necesidad tiene una intelectual de desnudarse para una revista? –Es que no hay una regla que diga que las intelectuales no se pueden desnudar. –¿Por qué lo hiciste? –Yo también soy una mujer insegura en muchas cosas, es parte de esa necesidad de aceptación. Fue una propuesta interesante, pues estaba ligada con la literatura. Pero también el otro lado mío, el de la actriz. Para mí era importante que vieran que estoy guapa, que estoy buena, que estoy rica. Fue una experiencia bonita. La tomada de las fotos me encantó y me desinhibí. Es una experiencia artística, en medio de todo. Pero ya cuando vi las fotos el día siguiente fue muy duro, una sensación muy extraña. Y es que este país vive de una estética que nos hemos inventado, una estética que nos heredaron los años del narcotráfico. Eso, mal que bien, lo permea a uno un poco. Mi mamá casi se muere, dijo que yo no tenía necesidad de hacer eso. Mi papá solo dijo que muy bonitas las fotos. La que se quiera empelotar que se empelote, si es intelectual o no es intelectual. Uno de los que Carolina llama sus cinco talentos es hacer amigos. Asegura que tiene más amigos que dedos en ambas manos. Durante los dos años en que estudió actuación en California hizo más amigos de los que ha hecho su hermana, quien vive allí hace catorce. Los otros cuatro talentos son actuar, escribir, cantar y cocinar. Aunque guarda varios cuadernos en los que durante su adolescencia escribió un poema todas las noches, dice haber descubierto que no es poeta. Sin embargo Verónica Orozco, su mejor amiga desde niñas, asegura que nadie escribía como lo hacía Carolina, que escribía poemas para los novios de sus amigas como si los hubieran escrito ellas. Lo que más le gusta a Carolina es la narrativa: los cuentos, y con el tiempo también se ha dado cuenta de que no es novelista. Se define como una escritora de corto aliento. Por eso la novela que escribió como parte de su tesis para la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, que trata sobre el suicidio, aún no será publicada. Mientras tanto vienen en camino otros dos libros de cuentos y otra obra de teatro (la primera que escribió fue Veneno, sobre la envidia, que fue dirigida por Jhon Alex Toro). Carolina sabe para qué es buena y no le hace falta decirlo. Se ha preparado y estudiado mucho para ser hoy una de las pocas escritoras publicadas que hay en Colombia. No fue un camino fácil, pues debió batallar contra el estereotipo por el cual se entiende que las actrices son brutas. Muchas veces oyó decir: “Ay, otra actriz escritora…”. Admite que la colombiana es una cultura en la que todo entra por los ojos. “Tuve suerte en la medida en que los hombres, la mayoría, son supremamente abiertos. Con las mujeres es distinto, hay mucha envidia. Pero yo soy una mujer bonita, de alguna manera la gente me mira. Entonces los hombres ya por ahí te aceptan. Y ya eso es ganancia”. Ha aprendido a confiar en sí misma. Cuando estaba en una relación con el actor Fabio Rubiano, él era el primero que leía sus textos, y desde que terminó la relación solo ella lo hace. La obra Veneno, por ejemplo, la entregó sin que nadie más que ella la hubiera leído. Su reto ahora es su intención de pasar el humor de su vida diaria a sus escritos, en un intento por que su voz como escritora se caracterice por el humor. Carolina Cuervo Aunque tiene una novela terminada y escribía poemas en su adolescencia, Carolina se considera una escritora de relatos cortos. En su trabajo, por ende, y en ella misma, hay una clara obsesión con la muerte, a la cual no le teme. La ve más como un fin que como un final. Y la entiende como lo hacen los orientales, quienes en contraste con los occidentales se preparan toda la vida para la muerte. Lo importante para Carolina es entender que cuanto se hace en vida es para la muerte, en el sentido en que cuando se muere no se puede tener nada pendiente. ¿Y cómo lo logra? Tratando de ser una buena persona en todo lo que hace. Su obsesión con el tema empezó quizá a sus 17 años, mientras estaba en el colegio y uno de sus compañeros de clase murió ahogado en una excursión. Fue la primera vez que vio un muerto y la primera vez que conoció el dolor de una madre por un hijo y sintió la ausencia que deja la muerte. Quiere donar sus órganos cuando muera, y se propone firmar el documento que la dejará morir dignamente si es el caso. Le gustaría morir bailando o durmiendo. Carolina dice que la gente se equivoca cuando la califica como creída y jarta. Cuando la gente la conoce, se sorprende por su calidez. Y es que Carolina es más bien una mujer seria, tranquila. No hace bulla ni le gusta llamar la atención. Es una cuestión de crianza. Mientras trabajaba con su mamá y su tía en el programa Oki Doki, aprendió la importancia de la sencillez. Quizá por eso lo que prima es su trabajo, lo único por lo cual que debería ser juzgada. Como entrevistadora para el canal UNE, en el programa Obra D, también ha entrevistado a personajes complejos, que de entrada han sido difíciles con ella por su estatus de actriz. Le tiene fobia a las culebras y pánico al quirófano. Después de una cirugía que se hizo en las orejas, por considerar que estaban muy paradas luego de muchos años de burlas de su hermana, dice que no volvería a hacerlo voluntariamente.
Carolina Cuervo[/caption]
Carolina Cuervo actuó en la famosa obra de teatro Monólogos de la Vagina. No le parece que sea parte del arte de un escritor exponerse a cambios drásticos para describir la experiencia, algo que parece haberse puesto de moda en Colombia. Y aunque ella no lo haría, no juzga a quienes lo hacen. Carolina tiene gran respeto por los profesores, tanto, que no se ha atrevido a dar clases, pues considera que para hacerlo se necesita una vocación que dice no tener. Ya serían muchos talentos. Y así nos despedimos. Carolina insiste en pagar mi agua aromática, recoge su cartera con las llaves de su camioneta en la mano y se despide con un abrazo, sonriendo apenas. Tranquila y agradable. Lea también: Diana Uribe, una casa de sorpresas y un corazón remendado Vea los defectos físicos de los famosos          
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