Muy envalentonado llegó a Nueva York el mequetrefe. Se siente como si estuviese en vísperas de corraleja, dispuesto a metérsele al toro. Unos guaros antes pueden sostenerlo en su osadía. Recordará la famosa irreverencia de otro que, como él, se le plantó al toro, un tal Chávez con su “Huele a azufre”. ¿Cómo no esperar de un pobre diablo, al que le ofrecen semejante vitrina, no querer lucirse? Triste manera, pero es la única posible para quienes, como él, cuentan tan solo con su grosería y su patanería. Cuidando su espalda y desde lejitos, el mequetrefe ha estado haciendo sus pases imaginarios sintiéndose ya todo un verraco, la ha dicho a Trump hasta misa saliendo fortalecido su pobre y detestable ego. Ahora es su oportunidad de oro, las miradas del mundo están en el Caribe sur y es la ocasión de vociferar cuanta brutalidad le llegue a la mente, que no es la primera vez, pero sí la última en la que el recinto de las Naciones Unidas se le convierte, en su pervertida imaginación, en un corral al que va a saltar como todo un guachimán que no le tiene miedo a ternero alguno y tampoco al toro por grande y pelucón que sea.
Pobre Colombia, tener que pasar tamaña vergüenza. Bien merecido lo tenemos por no haber sido capaces de ponerle tatequieto. Si fuera la primera vez… Ya el mequetrefe es todo un as en eso de las relaciones internacionales. Si hay algo más peligroso que un prospecto de dictador, es uno que ha llevado sus delirios al límite. En este momento crucial se va a lucir. No importan las consecuencias para el país, lo único que le interesa es mostrarse en toda su grandeza… pero qué tipo de grandeza, la de su arrogante estupidez, la de su carcomida mente ya envejecida y podrida por efectos de la violencia, la pereza, la lujuria el alcohol y las drogas.
No todos los días hay corraleja. Por eso hay que prepararse física y mentalmente. El riego vale huevo cuando es la gloria lo único que interesa. Se sabe muy bien que en las corralejas es el borracho el que se lanza al ruedo aspirando a obtener unos segundos de protagonismo. La euforia es lo que lo lleva a actuar de manera irracional. Imaginemos a Petro en la ONU: No importa que, como en las otras ocasiones, el recinto esté medio vacío, de eso se encargará RTVC y hasta aplausos le añadirá a la torpe edición que garantizará que los colombianos vean lo que nadie verá en la ONU. Desafiante en su cuarto de hora va a dar un espectáculo memorable, sin duda. quién podría olvidar tanta ridiculez junta. En su mente febril no existe la posibilidad de que el toro lo arrolle sin contemplaciones. Hacer el ridículo le resbala ante un público que lo observará con displicente ironía, aunque algunos aplaudirán su osadía. Obtendrá tal vez una gloria efímera y muy seguramente la burla por un chiste malo y mal contado.
¿Habrá cálculo político en esa absurda posición o es tan solo un despliegue de vanidad que lo enceguece? Debería existir una ley que prohíba semejante show que humilla a todo un país o, por lo menos, que no se permitiera entrar a la corraleja a quien llegue borracho y drogado.
