El sector financiero colombiano se encuentra navegando un periodo de transformaciones significativas. Tras años de ajustes económicos, la dinámica de la volatilidad global, así como los cambios nacionales han generado un ambiente de cautela que, si bien es natural, impacta directamente en la percepción de confianza entre los colombianos y las entidades financieras. Este panorama, donde la economía busca reajustar sus balances y ritmos de crecimiento, nos obliga a reflexionar sobre los pilares que sostienen la cercanía entre las personas y el sistema.
La pregunta que emerge entonces en este contexto es: ¿cómo se reconstruye y se mantiene la confianza cuando la percepción de estabilidad está tan fragmentada? Este interrogante es clave para entender cómo los colombianos toman sus decisiones financieras y cómo las entidades pueden seguir ampliando su oferta y gestionando el riesgo en un mercado que está en etapa de ajuste.
Por ejemplo, un caso palpable de cómo las propuestas coyunturales pueden fragilizar la percepción de solidez y confianza, es el reciente borrador de decreto que buscaría aplicar una retención a los pagos electrónicos en plataformas como Bre-B, PSE y billeteras digitales. Esta iniciativa, más allá de su debate técnico, nos envía una señal contradictoria: se está frenando la inclusión financiera. Justamente cuando todos los actores de la industria buscamos impulsar la formalización y la digitalización como bases del futuro del sistema financiero, cualquier medida que agregue fricción, costo o complejidad al uso de los canales digitales limita el avance.
Esta misma percepción y sensibilidad se suma al desafío de la economía real: para nadie es un secreto que la capacidad de planificar a largo plazo se ha reducido, especialmente con las fluctuaciones de las tasas de interés y una inflación que se ubicó en 5,18% en septiembre. En este escenario, donde las personas revalúan la posibilidad de invertir o tomar un crédito, cobran especial relevancia los fondos de garantías, que respaldan las operaciones y fortalecen la confianza entre las entidades y sus usuarios.
Así, quienes impulsan el crédito en el país cuentan con un respaldo ante posibles incumplimientos de pago, mitigando el riesgo de pérdida y potenciando su crecimiento y rentabilidad. Por su parte, ganan también los colombianos ya que se incrementan las posibilidades de aprobación de su crédito, por un mayor monto y plazo. Todo esto, en conjunto, fortalece el sistema, le da sostenibilidad y dinamiza la economía.
Paralelo a lo anterior, es imperativo priorizar la educación financiera desde todos los frentes. Una persona que entienda las dinámicas macroeconómicas actuales, sepa cómo se está moviendo el mercado, sea consciente de los riesgos existentes, pero también de las ayudas y herramientas que están a su alcance, es un ciudadano que toma decisiones responsables e informadas, lo cual es el verdadero motor para la recuperación de la confianza en toda la industria.
De esta manera, el reto está en seguir impulsando la consolidación de un sistema financiero sostenible que le permita a todos los colombianos, empresarios y emprendedores seguir creciendo, invirtiendo y creyendo en Colombia.
 
             

 
   
   
   
   
 
 
