Análisis: ¿Por qué los políticos hacen shows para entregar firmas?

Jue, 11/12/2025 - 18:29
Doblar el umbral, llenar la plaza y salir en medios: así los aspirantes usan la entrega de firmas como arranque de su campaña presidencial.
Créditos:
EFE

En Colombia, la ley permite que un ciudadano aspire a la Presidencia por un grupo significativo de ciudadanos, sin aval directo de un partido. Para 2026, la Registraduría Nacional fijó en 635.216 firmas válidas el mínimo que debe entregar cada precandidato que vaya por esta vía, antes del 17 de diciembre de 2025.

Después de esa fecha, la Registraduría realiza una verificación técnica: cruza datos, elimina firmas repetidas, invalida apoyos de personas que no pueden votar y descarta formularios mal diligenciados. Este proceso se aplica a una cifra récord: hay 91 comités inscritos, lo que implica revisar cerca de 59 millones de firmas en pocas semanas. El resultado será un filtro fuerte: de decenas de aspirantes, probablemente quedarán menos de 40 candidatos habilitados.

¿Por qué buscan muchas más firmas que el mínimo?

Reunir más de medio millón de apoyos no es sencillo. Entre formularios incompletos, datos mal escritos y firmas duplicadas, una parte importante se cae en la depuración. Por eso, casi todos los precandidatos apuntan a doblar el umbral y hablar de “un millón de firmas” o más. Así buscan un colchón amplio para que, aun con miles de apoyos anulados, se mantenga el requisito mínimo.

Las firmas también son una forma de medir el músculo organizativo: quien logra recoger cientos de miles de apoyos demuestra estructura territorial, capacidad logística y financiación. Además, esa base de datos sirve para futuras campañas, consultas o alianzas, porque muestra con números qué tan atractivo resulta un nombre a la hora de negociar con partidos o coaliciones.

El evento en la Registraduría: un acto de campaña

La entrega de firmas se ha convertido en un acto de campaña anticipado. El día de la radicación, los precandidatos suelen llegar a la Registraduría con cajas apiladas, equipos de prensa, simpatizantes y banderas. Las imágenes de camiones cargados de formularios y seguidores alentando al aspirante envían un mensaje de “fuerza electoral” y generan cobertura mediática gratuita.

Ese momento se presenta como un hito: el paso de simple precandidato a aspirante presidencial con respaldo ciudadano comprobado. El discurso frente a cámaras refuerza la idea de que cada firma es una muestra de confianza en el proyecto político y un indicador de que el candidato “ya está en la contienda en serio”.

Firmas no son votos

Sin embargo, las firmas no aseguran el resultado en las urnas. El caso de Germán Vargas Lleras en 2018 es ilustrativo: entregó alrededor de 5,5 millones de firmas, pero en la primera vuelta presidencial obtuvo cerca de 1,4 millones de votos. La diferencia muestra que muchos ciudadanos firman por varios aspirantes, lo hacen por cortesía o cambian de opinión durante la campaña.

Las firmas son, sobre todo, un indicador de arranque: muestran quién tiene estructura y quién logra movilizar a la ciudadanía antes de que empiece la campaña formal. Los grandes eventos en la Registraduría son la puesta en escena de ese momento: combinan requisito legal, demostración de fuerza organizativa y oportunidad de figurar en la opinión pública en un solo día.

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