Hubo un momento en el que pensé que la cerveza Águila era la mejor del mundo; el vino una bebida eminentemente burguesa; no sería capaz de comer queso Roquefort y el jamón de Patanegra tenía ese nombre por el olor a pecueca que despide. De repente y casi sin quererlo amas una cerveza doble malta y la acompañas con papas fritas con pedazos de queso roquefort.
Y así vas conociendo por la vida delincuentes que terminaron con la biblia debajo del brazo y ateos convencidos que terminaron defendiendo los ideales del partido conservador. Al que se reinventó en otra ciudad y el que saliendo se quedó toda la vida en el limbo de su ciudad. Creo firmemente que la comida te da la opción de ser más tolerante y de conocer ampliamente una cultura a través de los sabores.
De niño era negado para probar comidas típicas, no pasaba del Patacón y de la Hallaca sin verduritas, que me preparaba especialmente mi madre, todo cambió cuando años más tarde me atreví a probar los pasteles navideños de mi abuela, a partir de allí mi manera de ver la comida cambió.
Hace no muchos años atrás veía como a los platos tradicionales costeños se les trataba con cierto aire despectivo, era tal ese tono, que algunas veces al pronunciarlos ocasionaba risas burlonas. Era tal la montada, que un Bollo de Yuca terminó siendo sinónimo de Corroncho. Conocí gente que no sabía que era el Mote de Queso y hechos aún más sorprendentes, como aquella amiga que al quedarse a comer en casa, estaba maravillada con la combinación de Yuca hervida con Suero. Era impresionante ver que alguien habiendo vivido toda la vida en el caribe no había probado nunca el suero.
La poca inmigración que llegó a Colombia, por cuestiones que darían para un ensayo, se comportó de igual forma tal como lo hizo cualquier ola inmigratoria, la mayoría de los extranjeros se quedaron cerca de los puertos. Con la inmigración llegaron las costumbres culinarias. A diferencia de los Judíos, Italianos y Españoles que llegaron con ahorros y algún familiar o paisano conocido, los Sirios y Libaneses llegaron con una mano adelante y otra detrás; a base de ahorro, trabajo y una que otra evasión de impuestos, cambiaron de estatus social. Su comida dejó de ser descrita simplemente como Cebolla cruda con queso a ser descubierta y respetada.
Si lo que pensaban es que nuestro estatus social ha cambiado, están totalmente equivocados, de pronto los millonarios son ahora multimillonarios. Creo firmemente que si ha habido alguien que cambió el chip, y generalizó el respeto por la cultura de la nación caribeña fue Carlos Vives. Ya sé que alguno se estará halando los pelos a la vez que grita ¡Y García Márquez qué! Le puedo responder que no fue él porque simplemente, no leemos. El punto de inflexión de Vives fue con el álbum La Tierra del Olvido. Me atrevo a decir que es el Sergeant Peeper Colombiano. Muchos que no atrevían a escuchar Vallenato lo hicieron. Las críticas vinieron de uno que otro puritano que desconocía que el Vallenato desde su origen es una fusión. El carácter universal que le imprimió Vives trajo como consecuencia una generación animada por descubrir las raíces.
En tiempos en que los cocineros se han convertido casi en estrellas de Rock, que venden deconstrucciones de Bandeja Paisa y Cocadas hidrogenadas. Es justo darle un reconocimiento a todos los que alguna vez tuvieron una pequeña quemadura con aceite caliente, A los que madrugaban para moler maíz que transformarían en fritos, a los que te hicieron alguna vez el Perro Hawaiano a las tres de la mañana. A quien se pasó el día entero pelando fríjoles cabecita negra para convertirlos en buñuelos, al origen y a su merecido y hasta ahora ganado respeto.
Bollo e´ yuca
Mar, 09/10/2012 - 11:36
Hubo un momento en el que pensé que la cerveza Águila era la mejor del mundo; el vino una bebida eminentemente burguesa; no sería capaz de comer queso Roquefort y el jamón de Patanegra tenía ese