Chamánica

Mar, 17/01/2012 - 04:04
No en vano escribieron los Aterciopelados ese himno de nuestra cultura, esa oda a nuestra idiosincrasia, esa bella canción que se titula Chamánica y que reza, al son de los sintetizadores y
No en vano escribieron los Aterciopelados ese himno de nuestra cultura, esa oda a nuestra idiosincrasia, esa bella canción que se titula Chamánica y que reza, al son de los sintetizadores y las guitarras eléctricas, "chamánica, la luz armónica, chamánica, sabia botánica". Y digo que no en vano lo escribieron porque, no nos digamos mentiras, somos un país de chamanes, de culebreros y de psíquicos, donde a la orden del día están los rezos, los baños de yerbas contra el mal de ojo, y toda la flamante colección de menjurjes y pócimas que el indio amazónico vende al pueblo necesitado en su templo capitalino de la Caracas. Sin olvidar por supuesto al Divino Niño del 20 de Julio, la más cristianizada de nuestras tradiciones chamánicas, ese triste espectáculo de feligreses de bajos recursos que llegan cargados de dádivas, cual incienso, mirra y oro, a la Catedral de Dios hecho Hombre en la no muy beata ciudad de Bogotá esperando que el milagroso les provea lo que no han logrado en generaciones de  indiferencia pública y condiciones de miseria. De la canción, la frase que más me gusta es esa que dice "a la lona mi neurona, soy un pedacito del Universo bendito", que encierra en dos frases, entre mentiras y verdades, el sentido de nuestros equivocada concepción del mundo. Mandar nuestras neuronas a la lona es justo lo que logramos cuando nos zampamos sin más ni más uno de los brebajes chamánicos que ayudan a Kápax a cruzar a nado el Amazonas, o los no menos dañinos sermones episcopales que nos enseñan cosas tan útiles como que no se debe usar condón, o que la evolución darwiniana es una farsa promovida por el demonio. Es verdad que somos un pedacito del Universo; de hecho, un pedacito muy pequeño, criaturas de un planeta rocoso y pequeño que orbita una estrella común y corriente, una estrella más entre las cien mil millones de estrellas que pertenecen a la Vía Láctea (blanca, como una paloma), a su vez una galaxia espiral por lo demás bastante estándar entre miles de millones de galaxias que componen este Universo. Pero bendito no es. No es bendito el Universo, por la sencilla razón de que no hay quien lo bendiga. Ni Dios, que no tuvo tiempo ni espacio en el cual existir antes del Big Bang, ni el Papa Ratzinger, que nació y militó en las juventudes hitlerianas cuando ya el Universo tenía trece mil millones de años. Pero ahí seguimos, creyéndonos juguetes de las energías del cosmos, dándole el dinero de nuestros hijos a los avivatos que nos prometen que un rezo evitará la lluvia en la clausura del Mundial (¿llovió, a propósito, ese día? no lo sé, ni me importa), o pagándole a un psíquico que investigue delincuentes en la Fiscalía, como ese señor Martí que contrató el primer fiscal de Uribe, de apellido Iguarán, y que con esas maniobras de realismo mágico tal vez quería hacerle homenaje a su pariente Úrsula, o pagándole a un ministro de transporte que en sus tiempos de ocio (que a juzgar por las gestión de Andrés Uriel, son lo más de su día), se dedica a la milenaria actividad de hacer horóscopos. O lo que es peor, poniendo mayúsculos recursos del Estado al servicio de los chamanes católicos, los jerarcas de la iglesia criolla, el monto de cuyo crédito en las arcas de la Nación ignoro, pero cuya buena vida me es evidente al verlos tan elegantes cuando dan la misa al Presidente. Quisiera pensar que todo es un rastro de nuestro pasado indígena, un vestigio de nuestras épocas precolombianas de guaches y mohanes, de zipas y zaques. Pero lo que sucede en las altas esferas de la contratación pública me parece más bien una práctica común entre aquellos que se dicen descendientes del español, y que ostentan poder y los saben usar muy bien para mantener al pueblo chamanizado. Tal vez haríamos mejor, como recomendaba un ex-presidente que ya casi no recuerdo, encomendándonos a San Miguel arcángel para que tanto chamán en el poder no mande nuestras neuronas a la lona, y con ellas nuestra esperanza de verdadero desarrollo social. Twitter: @juramaga
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