Por Mauricio Florez
1) Obligar a las empresas a contratar personal sin experiencia
Existe un círculo vicioso a nivel laboral en el cual, los recién egresados no son contratados por las empresas por no tener experiencia y estos, a su vez, no adquieren experiencia porque no tienen la oportunidad de ser contratados. Esto se podría solucionar obligando a las empresas a que, por lo menos un porcentaje de sus empleados, se contraten sin el requisito de tener experiencia previa.
Existe un riesgo para las empresas en este sentido y es el hecho de que las personas sin experiencia laboral previa puedan ser poco productivas en un principio y cometer errores que cuesten mucho dinero. Pero ese riesgo se puede subsanar creando centros de entrenamiento al interior de las empresas. Por ejemplo, aquellos que quieren ser Policías hacen un curso al interior de la misma institución antes de trabajar en ella. Algo similar ocurre con algunos puestos en la industria aeronáutica como los auxiliares de vuelo.
Se ha pensado erróneamente que más que obligar a las empresas a contratar personal se les deben dar estímulos mediante rebaja de impuestos. Por ejemplo, en la campaña presidencial de Andrés Pastrana se dijo que se rebajarían impuestos a las empresas que generaran nuevos empleos. Algo similar propuso Rafael Pardo en su campaña presidencial y luego lo implemento a través del ministerio de trabajo: la ley del primer empleo (ley 1429 de 2010). Esta consiste en darle beneficios tributarios a las empresas que contraten jóvenes profesionales menores de 28 años. Lo que ha ocurrido son dos cosas:
- Las empresas no han aprovechado los beneficios tributarios y, comparativamente hablando, han contratado pocos trabajadores jóvenes sin experiencia pues consideran que les sale más costoso entrenar a alguien y pagar por sus errores que lo que les representa la rebaja en impuestos.
- Se ha creado una carga fiscal para el estado porque, las pocas empresas que contratan nuevos trabajadores y aprovechan la rebaja en impuestos, representan una entrada menor para el gobierno por vía impositiva por lo cual, si esto se diera a nivel general, habría menos inversión social.
Por otro lado, dichos estímulos en realidad son una especie de subsidio de desempleo indirecto del gobierno. Y se ha demostrado que los subsidios son solamente una solución a corto plazo pero que no resuelve los problemas de fondo. Por ejemplo, en el caso de los desplazados, cuando se ven obligados a salir de su tierra, está bien que el gobierno les dé un subsidio de alimentación y vivienda, pero la solución real, es que se les devuelva su tierra para que ellos puedan autosostenerse y no dependan de la ayuda gubernamental.
Lo anterior se debe complementar con la eliminación de las empresas de empleo temporal que, en su gran mayoría, pertenecen a reconocidos políticos y son un negocio que obtiene su utilidad a costa de las garantías laborales de los trabajadores y su estabilidad.
2) Aumento del salario mínimo
En un principio, este aumento debe ser solamente para las grandes empresas pues, las micro, no soportarían un incremento considerable en el nivel salarial de sus trabajadores y se verían enfrentadas a una posible quiebra económica.
Esta medida serviría fundamentalmente para contrarrestar la teoría errónea de fines del siglo XVIII de la ley de hierro de los sueldos (también conocida como ley de bronce de los salarios) que dice que el salario de los trabajadores siempre tiende a componerse de un mínimo vital pues, si estos ganan más, tendrán más hijos que a su vez competirán en un futuro en el mercado laboral. De esta teoría también se desprende, implícitamente, que si los trabajadores ganan más dinero del que necesitan para comer e ir al otro día a trabajar, ahorraran lo suficiente para comprar los medios de producción.
Para derrumbar posibles prejuicios sobre un aumento sustancial de los sueldos, podemos citar el caso de Brasil. En este país, bajo el gobierno de Lula da Silva, el salario mínimo aumento en alrededor de un 10% anual, más del doble de la inflación. Esto va en contravía de todas las teorías económicas clásicas que dicen que el salario mínimo debe ser establecido por las leyes de la oferta y la demanda. Tal vez Adam Smith y David Ricardo se revolcaron en su tumba cuando esto sucedió pero, para pesar de algunos y alivio de muchos, esa medida no creo, como se pensaba, más desempleo e inflación sino que por el contrario, para finales del 2011, la economía creció en un 3.5% y se generaron más de 2 millones de puestos formales de trabajo.
Este aumento en el consumo, como consecuencia del aumento de salarios, se explica por el hecho de que, si las personas tienen más dinero, obviamente compraran más automóviles, viajaran más, compraran más casas, compraran más ropa, etc. Esto hará que las empresas, al ver un incremento en la demanda de sus productos, se vean en la obligación de contratar más trabajadores para producir y vender más.
Sin ir muy lejos, en una gran y reconocida empresa de Medellín, los salarios que pagan a los trabajadores, inclusive a aquellos sin experiencia y poco nivel académico, son tan altos que el sueño de muchos es trabajar allí. Pero esto es así no porque la empresa, de buena voluntad, decidió pagar salarios altos, sino porque más de la mitad de su producción la exporta a Europa y, para poder entrar con sus productos a dicho mercado, les exigen que les paguen bien a sus empleados.
Finalmente, se ha demostrado que un alto nivel de desempleo está directamente relacionado con un alto índice de criminalidad. Así que, si se aumenta el empleo y los salarios, sería una excelente forma de combatir la delincuencia de manera indirecta. Eso sería más beneficioso que la concreción del proceso de paz que se adelanta en la habana.
Ojala el presidente Juan Manuel Santos y el Ministro de Trabajo Rafael Pardo tengan en cuenta estas dos sugerencias.
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