Para quienes fuimos jóvenes (entre 15 y 25 años) en la década de los años ochenta, los que nacimos en los sesenta luego del hipismo, las izquierdas, las guerrillas y las revoluciones y antes de las tribus urbanas, los emos, la nueva era y la depresión, los maravillosos años ochenta son imborrables.
Colombia contaba con Lucho Herrera y su bicicleta para ganar medallas, en Cali el civismo y la cultura ciudadana predominaban y éramos una ciudad en ascenso y desarrollo, el feminismo estaba en furor y todas las mujeres queríamos estudiar, trabajar y ser independientes (los hombres también), se discutía el psicoanálisis, la literatura y un grupo de jóvenes poetas comenzaron a llamar la atención en el panorama nacional.
No era la energía de Mayo del 68 de París ni de las drogas y el sexo libre, era la determinación de ser profesionales y exitosos, así aparecieron los llamados yuppies y trabajómanos como el famoso “kínder de Palacio”. La educación fue el motor de desarrollo de las clases menos favorecidas que luego engrosaron la clase media. Conozco a muchos jóvenes ochenteros que dieron el salto cualitativo y mejoraron su calidad de vida con esfuerzo y estudio.
Estudiar y trabajar era la moda en todos los estratos, entonces fuimos meseros, vendedores de almacenes o lo que fuera para obtener independencia económica y pagar nuestros estudios. Sin pena ni crisis ni depresión, nada nos amilanaba frente al gusto del hacer.
El mundo vibraba con la mujer diez, luego con Farrah Fawcet y después con Alf del que heredamos un particular peinado con una mota elevadísima y cabello rizado. Así, con baggies y zapatos pisa huevos, iniciamos el camino por la feliz juventud en la compañía musical de rockeros pesados como también de Michael Jackson, Tina Turner y el grupo Abba; en Cali se abría paso la orquesta de Jairo Varela que nos llevó la salsa a todos los rincones, clubes y discotecas, dejando de lado a Los Corraleros de Majagual y a Lucho Bermúdez en las celebraciones.
Conocimos los centros comerciales, con sus salas de cine y grandes superficies, probamos los sabores del mundo y aprendimos a cocinar no tanto para sobrevivir sino para socializar, compartir y deleitarnos con los amigos, reconociendo el sabor por encima de sus beneficios, es decir, sin ortorexia y con verdadero placer por los sabores y los saberes.
En ese entonces, Michael Fox (sin parkinson) iba y venía del futuro o era el hijo de familia ejemplar o bien nos enseñaba lo que es ser un ejecutivo de grandes empresas y preocupaciones.
Ahora, cuando criamos adolescentes y llegamos al quinto piso, extrañamos el entusiasmo y la energía de los años ochenta, de una generación que no tuvo muchas herramientas tecnológicas ni subsidios ni privilegios, ni siquiera hicimos parte de un movimiento importante ya que nacimos cuando todo había sucedido (la guerra, la revolución, amor y paz, las drogas) pero que fuimos felices y dimos cuenta de nuestro paso por este mundo mejorando el entorno propio y la vida de nuestros allegados.
Ahora mismo, quisiera gritar muy duro y junto a Gloria Gaynor: Sobreviviréeee!!!!!
¿Cómo sobreviví a los años ochenta en Colombia?
Lun, 08/07/2013 - 01:04
Para quienes fuimos jóvenes (entre 15 y 25 años) en la década de los años ochenta, los que nacimos en los sesenta luego del hipismo, las izquierdas, las guerrillas y las revoluciones y antes de la