En el actual contexto político se pueden diferenciar varios tipos de mensajes a saber, primero, los anti-uribistas de izquierda, radicales especialistas en campañas mediáticas y crear estereotipos negativos de sus contrarios, han aprovechado los lugares donde tienen mayor presencia para evitar que el expresidente exponga su discurso y hasta promover en su contra agresiones con tomates. Segundo, los uribistas, preocupados por desprestigiar todas las acciones del proceso de paz, tratan de mostrar al presidente Santos como traidor y que utiliza la paz como un gancho para la reelección, hablando de la mermelada, por supuesto sin ninguna autoridad moral, todos conocemos como se le dio piso legal a su segundo periodo. Tercero, un centro moderado, intenta deslindarse de los anteriores grupos, que no ha podido consolidar un movimiento homogéneo, situación que no les permite fortalecer un discurso y una candidatura. Los grupos asentados en posiciones de poder utilizan todas las herramientas para eliminar o desprestigiar a sus oponentes. La tercería utiliza sus posiciones burocráticas para hacer lo mismo que hacen los politicos tradicionales con los líderes regionales y promover sus campañas, y un ala de esta tercería, controlada por desmovilizados, ya expertos en componendas administrativas, buscan eliminar a su única carta presidencial con opción, Enrique Peñalosa, por tener simpatías con el uribismo y por último los santistas promueven el proceso de paz, sin un mensaje claro y contundente.
Producto de todas estas campañas y de los ataques guerrilleros, los electores no perciben un mensaje dominante, que llene sus expectativas y los lleve a inclinarse por una decisión, ellos solo quisieran un mensaje claro para tener una idea de: para donde vamos, que debería ser el camino de la Paz y del manejo del postconflicto a partir de una presencia del estado, pero no se ve, no se palpa, no lo sentimos. Este estado de confusión, ha llevado a que personas que tradicionalmente votan como un deber ciudadano, estén pensando en votar en blanco, y las encuestas no mienten, 30% del voto en blanco es la preferencia actual de los colombianos que esperan participar en las próximas elecciones.
El discurso de la paz debe ser al que nos aferremos todos, pero el mensaje no es claro, y para que lo apreciemos claro y legítimo, hay que meterle gente, como alguna vez decía el senador Velasco, por allá en la primera quincena de septiembre del 2013, la locomotora de la guerra, que tiene la inercia que le han dado 60 años de ejercicio, debe comenzar a bajar su intensidad, debe comenzar a oler a la paz que queremos todos, pero hay que evidenciar un trabajo en equipo, y el equipo somos todos.
