El método Garbo

Sáb, 15/02/2020 - 07:04
Sigo en estos días con curiosidad de entomólogo el caso de una famosa presentadora de televisión que, retirada tras sufrir una grave enfermedad, quiere volver a ponerse frente a las cámaras. Lo ne
Sigo en estos días con curiosidad de entomólogo el caso de una famosa presentadora de televisión que, retirada tras sufrir una grave enfermedad, quiere volver a ponerse frente a las cámaras. Lo necesita, no por dinero sino por la fama. Da igual dónde esté, su caso es universal, la fama es como una droga. Hace años, uno de los grandes directores del neorrealismo italiano, Luigi Zampa, me contó cómo había destruido la vida de un hombre. De un marqués siciliano para más señas. Rodaba una película al sur de Italia y vio, a la puerta de su palacete, a un hombre que era el ideal para encarnar uno de los papeles de aquella cinta. Así se improvisaba y se hacía aquel cine que marcó toda una época. Le propuso participar en la película durante varios días y el marqués se negó reiteradamente. Prefería ocuparse de sus cultivos de naranjas y no le interesaba absolutamente la farándula. Hasta que picó. La insistencia de Zampa hizo mella en el ego del terrateniente siciliano; quien, cuando se vio en la gran pantalla, se creyó una estrella del séptimo arte. “La última vez que lo vi era un pobre hombre arruinado, comiendo con un par de fulanas en un restaurante del Trastevere”, me confesó el gran realizador italiano. Muchas veces pienso en aquella anécdota cuando veo la resistencia de la gente que se niega a retirarse a tiempo, obnubilada por las luces, la popularidad o la fama. También por el dinero, es cierto, pero casi más por todo lo anterior. Por eso soy fan, muy fan, de Greta Garbo. Para el despistado “millennial” que por equivocación haya llegado a la lectura de este blog, le cuento que la señora fue una gran actriz del cine tanto mudo como sonoro, que se retiró en pleno esplendor de fama y belleza, y a quien, por razones obvias, llamaban La Divina. Su figura hierática enloqueció a varias generaciones y el día que se rió a carcajadas en una película fue noticia mundial. Pocos famosos se atreven con el método Garbo. El último muy destacado, que yo recuerde ahora mismo, fue el rey Juan Carlos I pero el más clamoroso quizá, Benedicto XVI. Porque de las descargas de adrenalina que producen los focos y las multitudes no se libera ni el santo padre. Cuentan, quienes conocían a Juan Pablo II que después del atentado que sufrió en 1981, fue un hombre muy débil y más apagado de cuanto aparecía en público; pero que nada más ver las luces y las masas se crecía, como el gran comunicador que era; se transformaba ante el gentío y la atención de los focos y las cámaras. Sin embargo, al volver a la intimidad, el papa polaco era un hombre casi irreconocible. Los casos más pedestres como el de la presentadora televisiva de la que hablo, aquellos que nos enseñan a diario la política, el periodismo o la farándula, pueden ser patéticos cuando dejan de salir, de ser rentables, de ser objetos de adulación. Un político español a quien llegué a entrevistar en sus días de gloria, definió como “el silencio de los teléfonos” a ese síndrome de aislamiento y soledad en el que caen los juguetes rotos que deja la política, y que para algunos es tan letal como un disparo al corazón. Por eso hay quienes se resisten a desaparecer del escenario y ni se les pasa por la cabeza el método Garbo. En Colombia tenemos más de un caso recalcitrante; y uno en particular, convertido él mismo en pandemia nacional. Retirarse a tiempo es la más rara de las virtudes de los políticos. Entre los demás mortales, los que insisten en quedarse suele ser gente que se hace daño a sí mismos y muchas veces, a los demás. Mucho me temo que la presentadora del cuento de esta semana, volverá. Y en su antiguo sillón de gloria solo hallará melancolía.
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