El polígrafo

Vie, 23/02/2018 - 03:20
Los candidatos a la presidencia de Colombia tienen su propio estilo para ganar votos. Lo común para abordar cualquier cargo público es prometer lo que se va a hacer. Sembrar la esperanza de que lo q
Los candidatos a la presidencia de Colombia tienen su propio estilo para ganar votos. Lo común para abordar cualquier cargo público es prometer lo que se va a hacer. Sembrar la esperanza de que lo que no sirve, va a funcionar. Como dice Antonio Casale, “para la gente que la está pasando mal, ya vendrán tiempos mejores”. La sociedad al fin y al cabo va a elegir a aquel, que, por cuatro años, se desempeñará para que tengamos una mejor vida. Lastimosamente en este país se vive una política sin poder y un poder sin política. Entendiendo el poder como la capacidad de tomar decisiones, y la política como todo lo relacionado con los asuntos públicos. Por esta razón, Colombia está confinada al sufragio. El candidato Alejandro Ordoñez se sometió a la prueba del polígrafo y lo transmitió por Facebook Live. Ese acontecimiento luego se transformó en un comercial de televisión, donde por cada respuesta que daba, le ponían un chulito similar al de los desodorantes Rexona. Al final, el candidato menciona su eslogan de campaña que dice: “Digo lo que pienso, y hago lo que digo”. Esta frase recuerda que no hay nada nuevo bajo el sol, este acertijo lo pronunció la presidenta Michelle Bachelet para las elecciones de Chile en 2006. El estilo de mostrarse al público de este candidato recuerda perfectamente lo que fue la Iglesia en el siglo XVI. Se puede hacer un paralelo del sacramento de la confesión y al exprocurador Ordóñez en el polígrafo. De hecho, así se llamó la tendencia en Twitter #OrdóñezSeConfiesa. El punto es que la confesión es una apuesta a la escucha. Los púlpitos eran buenos en la homilía porque escuchaban al hombre agobiado por el pecado. Max Weber decía que ese era el látigo con el que la iglesia católica sometió a Europa durante la Edad Media. La Biblia en ninguna parte habla sobre la confesión. Martin Lutero se da cuenta de esto, y propone el libre examen dejando a un lado a la confesión. Para reparar al ofendido, Lutero proponía ir a donde la víctima y luego llevarle su ofrenda. No se solucionaban las cosas detrás de una cortinilla. Lo importante es que todos los candidatos pueden tener el estilo que quieran, y debe ser respetado. Aquí cada individuo tiene el derecho de pensar y expresar sus locuras libremente.
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