El sacrilegio de votar en blanco

Mar, 12/06/2018 - 05:25
El voto en blanco es lo más sagrado, puro y transparente que tiene el sistema electoral colombiano. Es
la máxima expresión de repudio que brinda la Constitución Política de Colombia. Es el arma
El voto en blanco es lo más sagrado, puro y transparente que tiene el sistema electoral colombiano. Es la máxima expresión de repudio que brinda la Constitución Política de Colombia. Es el arma de destrucción masiva más eficaz en el arsenal de leyes que trae la Carta Magna en contra de la clase política corrupta del país. Ha ganado poquísimas guerras, pues el desconocimiento de su existencia y la tergiversación que de su poder han creado los mismos corruptos, degradaron su probada contundencia. El articulo 9 del Acto Legislativo 01 de 2009 expresa que si el Voto en Blanco gana, deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una corporación publica, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales cuando el total de los votos validos, los votos en blanco constituyan la mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientas en las corporaciones publicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral. Palabras más, palabras menos, lo anterior significa que si el Voto en Blanco gana en una elección estas deberán repetirse, pero con unos nuevos candidatos. Es decir, si en las pasadas elecciones presidenciales del 27 de mayo el Voto en Blanco hubiera ganado, en esta segunda vuelta los colombianos tendrían que elegir a dos personajes diferentes a Gustavo Petro y a Iván Duque. Quizás puestos por las mismas maquinarias, pero diferentes. Lo anterior también está escrito en la sentencia C490 del 2011 de la Corte Constitucional que dice que el Voto en Blanco es “una expresión de disentimiento, abstención o inconformidad, con efectos políticos que promueve la protección de la libertad del elector”. Como se dijo al principio, es la máxima expresión de repudio contra la clase política tradicional. Lastimosamente la democrática belleza de lo anterior pierde todo poder en segunda vuelta, pues no ganó en primera. Esto traduce que sí, o sí, hay que elegir entre Petro y Duque y ahí es donde estas elecciones complican, dividen y polariza a los colombianos. El escalamiento bélico de palabras entre miembros de una misma familia, y entre amigos, divididos ante las dos únicas opciones es algo que no se había visto en la agitada historia pública del país. Eso gracias a Uribe y su discurso de odio y de un castrochavismo que apunta a suceder más por su propia mano, letra y candidato que por el mismo Petro. Pero lo que se esperaba era que los dos candidatos que perdieron en primera vuelta se unieran al programa de la Colombia Humana, no por comodidad ni por oportunismo, pues ni Sergio Fajardo ni Humberto De la Calle son politiqueros. Si algo describe a este par de personajes es su ética y palabra. Pero sí porque sus propuestas eran mucho más afines al líder de la izquierda que pasó a segunda vuelta. Eso sí, de los tres perdedores que anunciaron que votarían en blanco al único que la opinión tal vez perdone es a Fajardo, pues era sabido desde antes de la primera vuelta su posición al respecto. Conocido es que el “profe” cumpla su palabra y no cambie de opinión por más que eso le signifique dar un paso al costado en el mundo de la política y el poder. O lo llamen “tibio” y se vaya a ver ballenas al Pacífico. A Humberto De la Calle, en cambio, se le critica esta postura. Solo él sabe a lo que el país tuvo que renunciar para firmar el acuerdo de paz con las Farc. Fue su principal gestor y defensor. Además, fue el argumento clave en su proyecto de gobierno. Por lo que se esperaba que el ex candidato liberal se uniera a Petro, pues de los dos finalistas es el único que considera no “hacer trizas ese maldito papel” firmado en La Habana y luego ratificado en el teatro Colón. Lo aterrador es que esa postura venga también de Jorge Robledo, compañero de lucha en el Polo Democrático de Gustavo Petro. Algunos consideran esto como una traición del Senador a las mismas bancadas del Polo que, inclusive, cuando Robledo decidió dar su apoyo a Fajardo se quedaron con Petro en grandes números. Esto le esta costando mucho la muy buena imagen de la que goza el Senador. Lo cierto es que ahora el Voto en Blanco está en boca de todo el mundo gracias a Fajardo y compañía. Justo ahora cuando ya resulta inútil, cuando su efecto no pasa de ser un mero saludo a la bandera. Esa fabulosa arma que hubiera servido en primera vuelta para sacar a todos de una sola vez de la carrera presidencial y asestar un golpe democrático de opinión y efecto como nunca antes en la historia del país, ya no tiene sentido. Lo insultante del caso es que se sataniza la situación de tan noble acción y todo gracias a los políticos de siempre. Al final votar en blanco, a estas alturas del partido, es votar por Duque (Uribe). Es sabido que Petro y su Colombia Humana necesitan conquistar los votos que, en franca lid, ganó Fajardo. Igual que necesita el voto de los indecisos. Lastimosamente muchos de los verdes, y de los indecisos, seguirán el ejemplo de Fajardo, De la Calle y Robledo, y votarán en blanco. Votos que pueden hacer subir al candidato de la Colombia Humana quien encarna el verdadero cambio que necesita el país. Y así, de tan sacrílega manera, el Voto en Blanco pasó de ser el desconocido del cuento a estrella de rock. Por puro y mero interés de unos supuestos líderes que lo usarán vilmente para desentenderse de la situación nacional y lavarse las manos. Justo ahora, cuando ya sirve para nada.    
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