GAITÁN Y EL DESPELOTE DEL 9 DE ABRIL

Lun, 09/04/2012 - 07:11
Retrato hecho por el artista manizalita Alipio Jaramillo Gaitán es más recordado porque lo mataron que por su pensamiento y acciones. Aunque éstas hayan sido la causa de su asesinato. El hermético binomio Gaitán y El Bogotazo trae consigo la revuelta del 9 de abril y el recuerdo nostálgico de lo que pudo haber sido y no fue, de las desesperanzas y frustraciones del pueblo que Gaitán personificaba, de la destrucción, el caos, y la anticipación de un apocalipsis político y social en el desdichado país de hace 64 años, que no se distancia mucho del actual, aunque el maquillaje de los años parezca decir lo contrario. Porque precisamente el país de hoy, o más exactamente, el país desde el 9 de abril de 1948 es consecuencia en muchos sentidos de la muerte de Gaitán: las guerrillas liberales de los llanos en los cincuenta, la estremecedora época de la Violencia, la dictadura militar de Rojas Pinilla y la civil del Frente Nacional. Los movimientos políticos, las reacciones militares o las crisis internas que Colombia ha vivido hace décadas, como la irrupción del narcotráfico o el desplazamiento masivo de millones de habitantes, pueden explicarse en un contexto determinado, bien sea el accionar de los grupos de ultraderecha o el nuevo orden mundial, que ha hecho de Colombia un cruce caminos de los problemas de nuestra época: tráfico de drogas, migraciones, problemáticas ambientales, etc. Pero las causas, la raíz del problema son las mismas que el programa político de Gaitán combatió e intento transformar en sus veinticinco años mal contados de actividad política. La frase tantas veces repetida de que Gaitán partió en dos la historia de Colombia es válida. Aunque, más que haberla dividido, la ha protagonizado. En vida desde su irrupción política como Representante a la Cámara en el célebre debate por la Masacre de las Bananeras que condujo al desprestigio del gobierno conservador de turno y de la cúpula militar en 1928, o su paso efímero por la Alcaldía de Bogotá, en la década de los treinta, pues un paro de taxistas que protestaban por la medida de uniformarlos –para un mejor presentación de la ciudad, además porque Gaitán tenía una fe inquebrabtable en el orden- conllevó a una crisis que precipitó su dimisión, o su papel en el Ministerio de Educación al intentar limitar la enseñanza católica en la formación básica de los estudiantes, o su iniciativa de alfabetización rural. De allí también salió antes de tiempo. Su lucha por la reivindicación popular en sus diferentes cargos le hizo consiente que el país necesitaba cambios urgentes en muchos órdenes de la vida nacional, en esencial dos: la moral política y la abismal inequidad social y económica, que obedecían al orden existente e inalterable que el país había vivido desde sus inicios republicanos, e incluso como colonia española, pues la jerarquía social no sufrió alteración alguna desde Bolívar o los autoritarismos militares y civiles subsiguientes. Y por lo tanto, el juego político, el maridaje histórico entre conservadores y liberales que al final eran las dos caras de la misma moneda (o como Gabo escribió en Cien Años, “la única diferencia es que los godos van a la Misa de ocho y los liberales a la de diez”), pues concebían la política como un juego de caballeros, de señores, sin tintes filosóficos o teóricos, la validez simuladamente democrática del bipartidismo era suficiente para mantener intacto el orden de la vida nacional: la elite arriba y el pueblo abajo. Gaitán fue el primero en rebelarse contra ese orden. Y por no seguir las reglas del juego se convirtió en el primer antipolítico del país. Esta desobediencia cobró más fuerza con el transcurrir de los años, perfiló a Gaitán como el representante del pueblo, la voz de las masas, la personificación de sí mismo en la arena política al darle su voz a los oprimidos. Por eso una de sus consignas más importantes fue la organización de comités locales y las bases populares liberales, pues la meta de convertir a una masa multiforme y caótica en un actor político no sucedió de la noche a la mañana, fue una labor de enseñanza paciente. Su figura mezclaba protección y liderazgo, por lo que Gaitán se convirtió en una especie de pedagogo, labor conocida y recibida de su madre, maestra de escuela cuyo recuerdo de niñez le marcó significativamente. Además, en sus tiempos como estudiante de Derecho en Roma en los años veinte del siglo pasado, vio el orden estricto que Mussolini impuso en Italia, tanto a sus seguidores como sus detractores. Revoltosos que posan improvisadamente para el lente del fotógrafo Manuel H. La primera gran muestra de orden fue la Marcha del Silencio en febrero de 1948, cuando una multitud llenó hasta los topes la plaza de Bolívar en una atmósfera de total mudez, con antorchas y banderas negras como símbolo de su reclamo: paz para la patria. Esta cara hasta ahora desconocida del pueblo produjo la paranoia de la clase política tradicional, que entre indignada y sorprendida buscó la forma de atajar a Gaitán en su razonable replanteo del juego y de sus participantes políticos en el país. La otra cara de la moneda, la vuelta al desorden ocurrió en El Bogotazo. Las enseñanzas impartidas desde la tribuna (su lugar predilecto) en plazas públicas y abiertas, se esfumó en una rabia ciega de proporciones inimaginables. La hecatombe que amenazó con cortar de tajo el orden establecido producto de una muchedumbre henchida de dolor y ávida por vengar la muerte de su líder, terminó en una refriega efímera y una borrachera descomunal. El saqueo de almacenes fue la regla y el provecho particular el botín en una tarde de alboroto que dejó para siempre una herida para la ciudad. Una vez pasada la resaca colectiva, el orden volvió a implantarse, esta vez de forma definitiva hasta nuestros días. El juego político volvió a sus causes y el pueblo o sus reinvenciones académicas o propagandísticas no se ha asomado al poder. No se le ha permitido tomar las riendas de su destino, sólo el lamento de su desdichada pasividad, eso sí, con el bálsamo repetido hasta la saciedad de tener la democracia más antigua del continente. En tanto, los mismos que Gaitán combatió continúan en el poder sin atisbos de variantes próximas: los gremios económicos beneficiados con la firma del TLC, los terratenientes amparados en el discurso uribista que evitan el desarrollo de la Ley de Tierras, la clase política que no termina de indignarnos o hacernos reír. Gaitán continua protagonizando la escena política nacional, pues las causas de su lucha permanecen intactas. Las cosas no han cambiado, y si lo han hecho, ha sido para mal. Le Corbusier fue invitado por el gobierno con una delegación de arquitectos colombianos a planear la reurbanización de Bogotá tras el Bogotazo
Más KienyKe
Tres años después de su último lanzamiento, Rihanna regresa con un proyecto musical exclusivo. ¡Le contamos de qué se trata!
Conozca las tensiones que hay entre Zelenski y Putin, tras la negativa del mandatario ruso a participar de una reunión entre naciones.
Una advertencia del alcalde Carlos Fernando Galán, encendió las alarmas de los bogotanos a propósito de un posible racionamiento de energía.
En exclusiva para Kienyke.com, 'El Rey de las Extensiones' contó detalles del millonario robo a su peluquería en Bogotá, ocurrido justo antes de su participación en 'La Casa de los Famosos'.
Kien Opina