La lección de Beyoncé

Mié, 26/03/2014 - 09:26
beyonce3 El mundo del entretenimiento existe para divertirnos. Su último fin es hacer que nos olvidemos de los problemas y que remplacemos en nuestra cabeza los inconvenientes complejos e incomplexos que nos generan los días de rutina y realidad para llevarnos a un mundo irreal regido por la belleza y los tópicos más superficiales que se pueden debatir en medio del ruido de la tecnología y el boom de la globalización De los grandes poderosos del mundo se sabe exactamente qué esperar. En las manos de los presidentes, economistas, empresarios, industriales, políticos o diplomáticos descansa la paz de la sociedad. Ellos son quienes tienen la obligación de solucionar los problemas de todo y también la grave carga de ser los culpables por los problemas de todo. Con la subjetiva suposición de pensar que son los líderes mundiales los inteligentes de nuestra civilización, se deja de lado la verdadera influencia ideológica de nuestra sociedad: el entretenimiento. Es justamente Madonna, Shakira, Michael Jackson, Marlilyn Monroe, Audrey Hepburn, Miley Cyrus, Justin Bieber, Norah Jones, Sofia Copola, Emma Watson, Kate Moss y todos esos, los que nos dicen lo que cada persona debe pensar, debe hacer y el camino que debe tomar. Son los cantantes los que nos hablan todos los días a los oídos, incluso mucho más que los congresistas que legislan. Son los directores y actores los que nos muestran el mundo, incluso más que todas las organizaciones dedicadas a cumplir los objetivos del milenio. Son los presentadores y modelos quienes cada día nos recuerdan lo que significa la belleza y los que inconscientemente nos trazan nuestras imperfecciones. Son todos los que pertenecen a la industria del entretenimiento quienes nos traen el mensaje, ese al que prestamos real atención. Beyoncé: Las dos caras de la moneda Todos saben quién es ella, la cantante más famosa por estos días en el mundo entero. Este mes finaliza su Mr. Carter world Tour, la gira que hasta el momento ha tenido un box office superior a los 180 millones de dólares en todo el globo terráqueo. En diciembre del 2013 sin ninguna publicidad previa lanzó su álbum visual Beyoncé con 14 canciones y 17 videos rodados en completo secreto durante su gira musical. Más de 200 premios, millones de álbumes vendidos, pero… ¿Todo ese éxito es solo gracias a las piernas de Beyoncé? Su éxito comercial se debe a canciones que no ofrecen un aporte intelectual profundo en la sociedad. Canta sobre el amor, despecho, soledad, sexo, amigas, ilusión y esperanza. Sus videos son híper sensuales. Desde Destiny´s Child, su principal atractivo además de sus agudos bien logrados eran sus piernas, sus pechos, su cabello.Como el video de “lose my breath” o “Bootylicious”. De la misma forma lo hizo en su primer álbum en solitario “Dangerously in love” con hits como “Crazy in love”, “Baby boy” o “Naugth girl”. Sus conciertos también son lo que la gente quiere ver; bailarines moviéndose de una forma increíble, mucho efecto visual y vestidos mini. De esa forma consiguió su dinero y su éxito, pero luego de tenerlo todo, de ser reconocida como una de las mujeres más poderosas en la industria de la música, venía el siguiente paso: escoger un ideal y luchar por él. Con toda es influencia, Beyoncé puede decir lo que quiera con la seguridad de ser escuchada con atención y por millones de personas. Sin necesidad de ponerse unos pantalones e ir a dar discursos en el parlamento de los Estados Unidos sobre los derechos de las mujeres, ha encontrado la forma de transmitir su mensaje. Les ha susurrado a las mujeres al odio lo que necesitan oír. “Pregunta: Dime lo que piensas sobre mí. Compro mis propios diamantes y anillos. Sólo suena tu teléfono cuando me siento sola. Cuando todo termine por favor levántate y vete. Pregunta: Dime cómo te sientes por eso Intenta controlarme chico, tú te quedas a un lado. Yo pago mi propia diversión, ¡oh!, y mis recibos. Siempre voy a 50/50 en las relaciones.”   Ese es un fragmento de la canción “Independent woman” que fue usada como banda sonora de la película “Los ángeles de Charlie”. Eso era lo que escuchaban las mujeres día tras día en sus carros, sus reproductores de música y en los bares a los que iban. Es un mensaje que empodera. El músico y profesor de historia francés Jules Combarieu dijo un día: “La música es el arte de pensar con los sonidos”. Es precisamente eso lo que hace Beyoncé: pone a pensar a todo el mundo, sin necesidad de pararse dos horas en una plaza pública a alborotar gente en la defensa por los derechos de las mujeres. Su nuevo disco es quizás el más sexual de toda su carrera, pero también el más reflexivo. Canciones como pretty hurts aportan una idea nada original pero si con un potencial de influencia mucho mayor al de un folleto en una clínica sobre la superficialidad y la belleza. Lo curioso del caso es que lo dice sin quitarse el body, los zapatos de tacón alto y las extensiones. Esto además de ser un absurdo y una contradicción de lo que dice, también es una forma de desligar un concepto del otro. En ningún momento se dijo que para una mujer ser un ejemplo, debe dejar de explotar su belleza. La vanidad es un terreno que nada tiene que ver con la vara de medición de éxito, intelectualidad o poder. Los hombre les dejaron a la mujer la obligación de mantenerse bonitas para su propio fetiche, pero hoy, no se debe sacrificar ese don para poder reclamar la equidad. Son los hombres quienes deben empezar a dividir su tiempo entre ser profesionales, jefes, padres y también bonitos, esculturales y bien vestidos. Si antes las mujeres estaban resignadas a competir entre ellas a punta de bellezas por ganarse a un buen esposo que las mantuviera y las desposara. Hoy el mismo derecho implica que una mujer que gana dinero, tiene educación y una buena posición social es completamente digna para ver como los hombres luchan en belleza para ganar su atención. Mucho se ha confundido el concepto de feminista con el de femenino. No es necesario renunciar al maquillaje para decir que las mujeres merecen igualdad y respeto. O abstenerse de usar una minifalda por el hecho de parecer un objeto sexual para los hombres. Cuando lo piensas desde otro ángulo, en realidad el problema no es cocinar o planchar, la cuestión radica en tener la posibilidad de elegir y que se acepte cualquier decisión que se tome sin represalias o prejuicios. Beyoncé es millonaria, cantante, bonita, poderosa y no importa quién esté de acuerdo o no con ello, igual lo va a seguir siendo. El enemigo es nuestra propia mente llena de ideas absurdas sobre la forma en qué el mundo debe girar. Nada es correcto, pero tampoco debe ser visto como incorrecto. Como lo dice la película de Lindsay Lohan: “Decirle gorda a alguien no te hará más delgada, decirle estúpida a alguien no te hará más inteligente”. Decirle inferior a una mujer no te hará superior, ni más hombre, ni más capaz. Beyoncé es una clara lección de lo que aprendemos, la forma en que lo hacemos y por medio de qué estamos construyendo nuestra propia realidad. La educación va más allá de aprender a leer o a escribir. Es sobre lo que aprehendemos en cada instante de la vida con las decisiones que tomamos pero también y aún más importante con lo sublime que en nuestra inconciencia empieza a ocupar un espacio en la construcción de nuestra filosofía de vida. Antes de criticar el sistema educativo que de por sí, más malo no puede ser. Comience a pensar en la música que escucha, en las películas que ve, en las revistas que lee, en los programas de radio que oye en las mañanas. Póngase a pensar en los elementos a los que está exponiendo su propia vida.
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