La mejor ley de prensa no existe

Dom, 16/12/2018 - 05:26
Resulta muy propio de Colombia que un humorista quiera regular el ejercicio de la profesión periodística. El senador Jonatan Tamayo Pérez, conocido por el alias de Manguito, plantea revivir la tarj
Resulta muy propio de Colombia que un humorista quiera regular el ejercicio de la profesión periodística. El senador Jonatan Tamayo Pérez, conocido por el alias de Manguito, plantea revivir la tarjeta profesional de periodista abolida a mediados de la década de los 90 por la Corte Constitucional. Supuestamente, el señor Tamayo pretende imponer "la responsabilidad y la ética" en el ejercicio periodístico, para lo cual plantea la creación de un consejo profesional en el que tendría asiento el Gobierno. Manguito es un paquete chileno que le vendieron a Gustavo Petro en la pasada campaña electoral en una lista dizque de Decentes, y Petro lo compró con todo y sombrero. Como la famosa chuspa con fajos de billetes será bueno recordarle también a don Gustavo este otro atado, cuando en 2022 pretenda llegar a la presidencia. Llevó al Senado un dinamitero de la libertad de prensa. Alguien tendría que contarle a Manguito que la mejor ley de prensa es la que no existe. Y que, como dice el expresidente uruguayo José Mujica, lo poderes del Estado deben soportar las críticas de los medios para “no perder dos veces”. Sobre este asunto hay abundante doctrina escrita, pero echo mano de las palabras del exmandatario uruguayo por ser uno de los pocos referentes morales que ha dado la política del subcontinente. “Cuando un gobierno se muestra más tolerante con la diversidad ayuda a formar una prensa respetuosa. Pero si opta por radicalizar sus política, se va todo al diablo y la cosa se pone peligrosa, porque la prensa se transforma en una espada de lucha”, dijo una vez Mujica. La tentación de embridar a la prensa es tan vieja como la profesión misma, y en Latinoamérica tenemos ejemplos para llenar tomos enteros. Recuerdo que siendo corresponsal de Televisión Española en México, durante una rueda de prensa en la Secretaría de Gobernación, que allí equivale a Ministerio del Interior, me llamó la atención una pared de granito en donde estaban grabados los nombres de los ganadores del Premio Nacional de Periodismo. Eran los tiempos del Partido de la Revolución Institucional, PRI, y de lo que Vargas Llosa llamó de aquel país acertadamente la “dictadura perfecta¨. Entonces pregunté a unos colegas mexicanos que estaban por allí si no había en aquel salón algo que les resultara chocante. Todo les parecía normal. Les parecía la cosa más normal del mundo que el ministerio de la policía fuera el responsable de designar a los galardonados con el Premio Nacional de Periodismo. La propuesta de Manguito en Colombia va encaminada por ahí y a base de pupitrazo en el Senado, todo se andará. Ni los gobiernos ni los legisladores están para regular lo que diga o deje de decir la prensa, y los periodistas y los medios solo deben responder ante la ley si es que la trasgreden. Lo otro es más propio de una dictadura que de una democracia. Y vuelvo a Mujica: “A mayor diversidad de opiniones, mejor para la democracias y las instituciones”. Credenciales de periodista, consejos para “estudiar la solicitudes de credencial”, aplicación de “suspensiones temporales o definitivas” y demás arandelas que pretende el señor Tamayo es poner puertas al campo. Son simple y llanamente cortapisas a la libertad de expresión. Coincide en el tiempo este disparate colombiano, y otros como el que pretende atentar contra la televisión pública, con la decisión de la revista norteamericana Time de elegir personaje del año 2018 a los Guardianes de la Verdad, un grupo formado por cuatro periodistas y un periódico que según la decana de las publicaciones semanales, “son los representantes de una lucha más amplia que liberan muchos otros en el mundo”. A ver si en Colombia los aprendices de brujo se dan por aludidos.
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