La política del miedo

Lun, 05/03/2018 - 06:01
Ninguna estrategia puede ser más efectiva para mover las emociones como las que utilizan el miedo como arma, aunque no todos los miedos son igual de efectivos, todos tarde o temprano terminan logrand
Ninguna estrategia puede ser más efectiva para mover las emociones como las que utilizan el miedo como arma, aunque no todos los miedos son igual de efectivos, todos tarde o temprano terminan logrando su objetivo. Esta estrategia ha sido utilizada muchas veces alrededor del mundo, fue usada en España con la ETA, en Irlanda con el IRA, en Venezuela con la oposición chavista, en EE.UU. con los emigrantes y en Colombia fue utilizada la guerrilla, en especial las Farc como caballo de batalla electoral. Con esa estrategia se prueba una vez más las teorías de la psicología social del contagio, las masas y la obediencia. Principalmente esta última ya que está altamente probada la influencia que los medios de comunicación y las encuestas ejercen sobre el electorado, aun cuando la información no sea verídica, esté manipulada o parcializada es creíble cuando se le otorga un autor, es por esto que la red está invadida de supuestas frases dichas por personajes famosos sin que haya una revisión histórica de la fidelidad o no del mensaje. En Colombia nada genera más temor que la pobreza y que la guerra (o la paz), o en algunos casos, como el nuestro, el miedo es a la diferencia, es por esto que ha tenido tanto éxito, campañas como la de la famosa “ideología de género”, con la que lograron tumbar a la entonces Ministra de Educación y movilizar a miles de personas en todo el país, protestando por unas cartillas que la inmensa mayoría ni siquiera leyó. Otra de las campañas de terror fue cuando el país se preparaba a votar el plebiscito de la paz y la campaña del NO, según su propio gerente Juan Carlos Vélez y luego ratificado por el Consejo de Estado, se aprovechó de los principales miedos de cada grupo poblacional para engañar al elector, desde decirle a los adultos mayores que les iban a reducir sus mesadas pensionales, hasta convencer a un grueso de la población que votar el plebiscito le iba a entregar la presidencia a Rodrigo Londoño, el candidato del partido político de las Farc, eventos que claramente no ocurrieron. Siempre es que es más fácil creer en teorías apocalípticas, que investigar y darnos cuenta de que nuestros miedos son infundados. Sin embargo, ninguna mentira con fines de impartir miedo ha durado tanto como la del castrochavismo y aquella que dice que de ganar cualquier otro candidato distinto al del partido del expresidente Uribe, nos volveríamos como Venezuela. El tiempo ha avanzado y no podríamos estar más lejos de semejante exabrupto, ningún país es igual a otro, las condiciones de los unos y los otros son distintas, en nuestro caso, tenemos más de 200 años de gobierno de las mismas familias y está bastante claro que eso va a continuar así, principalmente debido a que en Colombia opera el principio de “es mejor malo conocido que bueno por conocer”. Bajo esta premisa, se ha esparcido la errada idea de que cualquier otro candidato que llegue al poder distinto a los mismos de siempre, traerán hambre y miseria a nuestro país, aun cuando según el Banco Mundial y Naciones Unidas, Colombia es el tercer país más desigual del planeta. Ahora el miedo nos ha llevado a atacar a todo aquello que represente ideas nuevas o que no haga parte de las familias poderosas dueñas del poder, como sociedad debemos rechazar cualquier ataque a cualquiera de los candidatos de la presente contienda electoral, vengan de donde vengan. No podemos seguir siendo gobernados por el miedo, el miedo a lo desconocido, a lo nuevo o mejor aún, a aquello que nos puede sacar del letargo democrático, social y político en el que hemos estado sumidos por más de veinte décadas. No importa el candidato o el partido político por el que se vote en las próximas elecciones, siempre y cuando se haga bajo la conciencia clara de lo que significa ese voto; o un paso al frente hacia el futuro o el mantenerse estancado otros 200 años, esperando a tomar el valor suficiente para salir de la desigualdad, es el tiempo para avanzar despojados de odios y rencores del pasado que se siguen trasmitiendo a nuestras generaciones futuras, nuestro país y las nuevas generaciones merecen que les dejemos un mejor lugar donde vivir.
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