En la portada de la Rolling Stone de agosto aparece un hombre joven con tanta belleza como permite la juventud. De pelo desarreglado, con un par de mechones que caen sobre su costado derecho, cubriendo parte de su ojo, algunos pelos en la barbilla. Mira hacia la cámara. ¿Está incómodo?, ¿se siente inseguro?, ¿extrañado de que alguien le quiera tomar una foto?, ¿es una mirada de plena confianza en sí mismo? Viste una camiseta blanca con una serie de letras –“change” se puede leer– que vestiría cualquiera de las innumerables estrellas de rock que pasan por las páginas de la publicación.
Este hombre no es una estrella de rock. Es Dzohkhar Tsarnaev, uno de los hermanos sindicados de cometer el acto terrorista en la maratón de Boston de abril en el que murieron tres personas y 282 resultaron heridas. Abajo, en la esquina derecha, se lee: El terrorista. De cómo a un prometedor y popular estudiante le falló su familia, cayó en el islamismo radical y se convirtió en un monstruo.
Al menos cinco grandes cadenas –entre esas, CVS y Walgreens– han anunciado que no piensan vender la revista por respeto a las familias de las víctimas. El alcalde de Boston envió una carta a la revista acusándola de darle tratamiento de celebridad a este hombre. Como puede esperarse, ya en twitter hay al menos una campaña para boicotear a la revista (#BoycottRollingStone) llena de trinos que acusan a la revista de preocuparse solo por vender, sin tener en cuenta el dolor de las víctimas. Prometen no volver a comprarla o aseguran que se han sentido traicionados.
A mí, en cambio, la portada me parece brillante: no sé si ayudará a que vendan más, pero tiene a la gente hablando de ella. Pero, más allá de esto, me parece que, como suele suceder, la gente se enfoca en un problema menor, evidente: la portada. Habría que leer el artículo para ver en realidad si hay alguna apología al terrorismo. Como suele suceder también, también habrá muy pocos que se tomarán el trabajo –definitivamente muchos menos de los que deberían. Ni siquiera el reportero de Fox News que hablaba del asunto de las cadenas que no piensan vender la revista, como acepta tranquilamente al aire!
Y habrá muy pocos porque, por lo general, esta gente tan enardecida que se llena la boca hablando de “los terroristas” y señalando el mal por un lado y otro es poco dada a callarse y oír algo más que su destemplada voz de gallina. Y leer es, al menos en teoría, callarse y oír lo que otro, en primera, tercera persona o persona interpuesta intenta decirnos.
En tono sosegado, la autora del artículo va mostrándole al lector un abanico de situaciones. Problemas intrafamiliares, problemas de adaptación de los inmigrantes, la creciente soledad, el rompimiento de la red de afectos de Tsarnaev. El desconcierto de sus amigos. “Todos estos niños,” dice Wick Sloan, un profesor de college consultado, sobre jóvenes como Tsarnaev, “están agradecidos de estar en Estados Unidos. Pero es lo de siempre: ¿Es este el país de las oportunidades o no? Cuando veo por lo que han pasado, y cómo son echados a perder por políticas federales (…) no entiendo por qué no todos están más enojados. De hecho estoy medio sorprendido de que haya tomado tanto tiempo que uno de estos chicos haya puesto una bomba.”
¿Son, quizás, los actos de terrorismo una respuesta más, desesperada pero una respuesta al fin y al cabo, a problemas un poco más complejos? En un país como el nuestro, en un momento como este, mientras medio Catatumbo se enciende y se ven nuevas protestas en camino, vale la pena desconectarse un momento y leer el artículo, sin preocuparse mucho por mandar trinos o escribir más blogs: ya hay muchas más gallinas de las que necesitamos armando ruido en el ciberespacio.
La Rolling Stone y la glorificación de los terroristas
Lun, 22/07/2013 - 01:04
En la portada de la Rolling Stone de agosto aparece un hombre joven con tanta belleza como permite la juventud. De pelo desarreglado, con un par de mechones que caen sobre su costado derecho, cubriend