Dirían muchos que el avance de la tecnología lejos de traer complicaciones la única intensión sensata es que nos ayude. Esto sería el lado correcto de las cosas, en últimas, el sentido lógico. Con el pasar de los años y sin darnos cuenta, la tecnología ha ido tomando connotaciones distintas para las cuales fueron concebidas. Y este fenómeno está tomando cada día mayor fuerza y los seres inteligentes aun no caen en cuenta de este imparable maremagno evento.
En días pasados, Nicollette Van Damm, una actriz y embajadora de buena voluntad de la UNICEF de origen Holandés, en su intento de ser autentica e irreverente colgó un su cuenta de twitter una foto de un evidente montaje en donde mostraba a dos de los famosos jugadores de la selección Colombia aspirando lo que parecía ser la espuma usada para delimitar áreas en el futbol, en una clara interpretación que su sentido iba más allá y que sublimemente estaba insinuando que podría ser cocaína. Lo que despertó la ira de los colombianos dentro de las redes sociales y en minutos las respuestas de miles de personas que desde sus perfiles, inundaron su muro—Facebook— e hicieron miles de RT’s y respuestas—Twitter— a la arrepentida actriz. Famosos de Colombia entera no ahorraron palabras e incluso improperios en muestra de su herido orgullo colombiano. La obvia respuesta, que era una búsqueda de protagonismo más que sentido patrio ya herido. Nos quejamos que en el exterior nos vean como mercaderes de polvo de ángeles y que se nos identifique por ello, más que con nuestro simple remoquete no tan consagrado: Los cafeteros. ¿Cómo pedirle a los extranjeros que no nos identifiquen con las novelas y series que exportamos?, si no son más que historias de putas y traquetos.
El cuerpo de la cancillería en plena y audaz muestra del más exquisito comportamiento politiquero—es obvio estábamos en elecciones—sugirió a la UNICEF que el comportamiento de la embajadora no era el adecuado y que no era coherente con la imagen de la organización por tal motivo, por debajo de la mesa y al mejor estilo de una plaza política expuesta al escarnio la joven actriz por cuenta propia renunció al cargo que tan diligentemente estaba llevando hasta el momento que se le pasó por su pequeña cabeza meterse con los revoltosos colombianos. No imagino al teléfono a María Ema Mejía con su tibia voz de línea caliente en decadencia, llamando al secretario general de la ONU para sugerir con su inglés y acento perdido de la Bogotá fresa que debía expulsar a la joven Nicollette.
Pero que puede importar eso si estamos en los octavos de final del mundial y eso es suficiente para que sigamos siendo el país más feliz del mundo, en donde las primas son un motivo más para vivir análogos a ese inútil galardón. Porque siempre existirán los que nos ven con ojos de narcotraficantes y no de cafeteros, como putas plásticas y no como el país de las 4 virreinas universales. Siempre existirán los extranjeros con miopía intelectual y no importa si deben su oficio a llevar una vida simple producto de sus líos y conjeturas sexuales como es el caso de Joe Hildenbrand. Tampoco importa si para poder tener altos niveles de audiencia y ganar seguidores en twitter se debe ofender a alguien o a un país entero; al mejor estilo de las revistas online que para generar visitas—tráfico— enfrentan a sus blogueros o escritores en torno a un tema en donde unos defienden y otros ofenden, no estoy hablando del tonto juego del regionalismo de Soho.com.co, ¡no!, sería un pendejo si lo hiciera, no es de ellos de los que hablo. En últimas, entiendo la vida de Matt Tilley que es tan parecido a Carlos Antonio Vélez, que su ignorancia es tal que pudo llegar a ser periodista con tanto criterio como un comentarista deportivo que estudió derecho—leyes— y terminó aplicando su estéril y oscuro léxico de cátedra de derecho romano en contextos inconcebibles como el hecho elemental de narrar un gol. Narrar un gol es fácil, sin perpendiculizaciones, sin paralelismos, sin triangulaciones, sin esbozar una jerga rebuscada, si ha escuchado a Carlitos sabe que estas palabras en su contexto futbolero de barrio son tan comunes como las adhesiones políticas luego de la segunda vuelta electoral, es más, Clara López podría ser fácilmente Comentarista de fútbol. Gol, es fácil Clara, anímate. Como tan fácil fue, una semana antes decir que Santos organizaría la compra de votos más grande de la historia electoral en Colombia y unos días después adherirte a su campaña porque sencillamente, parte de esos 30.000 millones de pesos que usaría Santos para comprar votos tendrían destinos “claros” quizás, eso pienso y tengo todo el derecho de pensarlo. Ahora veo quien realmente la tenía “clara”. En este orden de ideas, prefiero aguantarme la verborrea de Carlos Antonio Vélez.
El caso es, que las redes sociales y la imagen que mostramos en ella deben ser completamente coherentes con nuestra vida misma y, no debe ser considerado como un espectro yerto en donde esas acciones quedan allá simplemente. Al mejor estilo de Clara López y su astucia matemática para calcular el número de años de cárcel en las parrandas vallenatas en la capital del Cesar producto de los delitos de los asistentes. Sería importante para ella recordar a cuantas de esas parrandas también asistió el legendario Pollo Vallenato. Pero que importa si el Expresidente López fue el único en la historia de nuestro país en entregar los libros contables de la nación con Superávit, con eso se ganó el respeto y adoración de los colombianos, en especial de los Guajiros, Cesarienses y magdalenenses de los años 70. ¡No, así no son las cosas!, las redes sociales son la continuidad misma de la vida social expresada en un plano digital porque todo lo que haga en Facebook y/o Twitter debería tener una consecuencia en la “vida real”. Aunque nuestro país esté apenas dando sus primeros pasos en judicializar ciudadanos por estos temas.
Las redes sociales: una extensión de la vida misma.
Vie, 04/07/2014 - 05:57
Dirían muchos que el avance de la tecnología lejos de traer complicaciones la única intensión sensata es que nos ayude. Esto sería el lado correcto de las cosas, en últimas, el sentido lógico.