Desde los tiempos del Manifiesto de Cartagena (1812), los hilos de la interdependencia entre Bogotá y Caracas ya eran más que evidentes. Así, para el futuro inmediato de Colombia será más relevante la caída del narco-chavismo que el proceso electoral, en sí mismo, del próximo año.
Ahora bien, el chavismo, como toda variante socialista y comunista, es una aberrante fábrica de miseria y hambre, de exilios forzados, de ejecuciones extrajudiciales so pretexto de la justicia revolucionaria, de corrupción rampante y de vulgares mentiras que solo repiten sus criminales voceros o los desconocedores de la causa.
A esto se ha sumado el estilo mafioso que los caracteriza. Basta ver el estilo de vida que llevan, contrastado abiertamente con su indigencia intelectual. Esa concepción mafiosa del Estado, la sociedad y la economía es, para la administración Trump, una amenaza directa a su seguridad nacional, porque el narcotráfico es el término de intercambio de organizaciones criminales y terroristas, como las guerrillas, que protegidas por autoridades venezolanas, conducen drogas por México rumbo a los Estados Unidos.
Es que desde hace tiempo, Venezuela dejo de exportar petróleo, para exportar droga y organizaciones como el Tren de Aragua; por ello, la Casa Blanca le ha declarado la guerra a los carteles, que son causa principal de la inseguridad en todas las ciudades de los Estados Unidos.
En efecto, la operación lanzada hace 48 horas contra el Tren de Aragua en aguas del Caribe, no podrá ser tomada como una invasión, en estricto sentido, sino como una operación humanitaria (para liberar al pueblo venezolano) y de seguridad hemisférica (para crear las condiciones necesarias de una coexistencia pacífica). La intervención en Venezuela es, en definitiva, un asunto moral.
A pesar de todo y de ser declarados como criminales, Maduro-Cabello-Padrino, por la justicia estadounidense, Petro ha decidido plantarle cara a Trump, negando la existencia del Cartel de los Soles y sellando una alianza con Maduro (Don Bárbaro). Ya sin caretas, y como lo he dicho en otras ocasiones, Petro se convierte en la otra cara de una moneda mal llamada progresista, en la que Maduro es el sello oficial.
Así las cosas, chavismo y Pacto Histórico resultan entidades políticamente hermanadas por esas “afinidades electivas”.
En definitiva, si Trump falla y Maduro permanece en el poder, el Pacto Histórico tendrá un aliado terroríficamente poderoso que, en reciprocidad, le dará todo el respaldo para replicar el modelo y atornillar a la camarilla “progre” en Colombia. Porque, fiel a su estilo, Petro ha decidido apoyar a Maduro y, por ese rumbo, se va pareciendo cada vez más a una versión muy desmejorada de don Bárbaro. Si superan esta crisis, ambos encontrarán en Guyana y Perú una buena excusa para continuar la embestida.