
El 21 de septiembre de 1995, a las 12 del día, le di a mi papá una de las mejores noticias de su vida: ya no tendría que mantenerme más porque acababa de recibir mi grado de Comunicador Social y Periodista, en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Noticia que fue desmentida dos días después porque, a pesar de haberme graduado, seguí pidiéndole dinero para movilizarme durante un buen tiempo.
Salí del ‘alma máter’ con la ilusión de ser, si no el mejor, uno de los más destacados periodistas deportivos que ha sido criado en este país. Mi afición por el fútbol y mis condiciones para el voleibol animaron el perfil de este ‘neonato’ comunicador que quiso ‘comerse al mundo’ contándole a las personas que la pelota es más que una herramienta y que genera un ‘poconón’ de sentimientos de felicidad.
Pero, al igual que la noticia que le di a mi papá, mi ilusión por los deportes fue desmentida porque en el primer trabajo que conseguí, que fue como periodista de televisión, el primer reportaje que hice fue en uno de los pasillos del Congreso de la República. Debo aclarar que ese trabajo lo conseguí un año después de haber logrado mi título y ‘sin cinco’ de experiencia.
En ese momento, la televisión digital estaba ‘en boga’ y todos debimos aprender del sistema. Dejamos atrás el formato de ¾ de pulgada, que traducido al ‘chibchombiano puro’ no es más que un casete que pesaba casi una libra y en el que debíamos grabar lo que estuviéramos cubriendo; era introducido en una casetera que era cargada por un asistente de cámara (porque en esa época existían) y que, en momentos de afán, se convertía en el arma perfecta para ‘abrirse campo’ y lograr una buena ubicación de grabación.
Desapareció el ‘armatoste’ que grababa, el tamaño del casete disminuyó y el formato cambió: llegó el betacam, que no pesaba tanto y que tenía el tamaño de un libro de bolsillo. El asistente, entonces, se dedicó a cargar el trípode en el que se montaba la cámara y a conectar micrófono, entre otras funciones, porque la casetera venía incluida en el nuevo invento. Tiempo después, el personaje desapareció; y sus funciones fueron ejercidas por el reportero (el que quería colaborar, porque conozco a varios que nunca ayudaron).
Y ejemplos como este hay muchos…
Tantos, que hemos recibido noticias fatales para el gremio y que, al parecer, han sido generadas por la falta de actualización. Me refiero al cierre de medios de comunicación en el que trabajan, antes que periodistas, seres humanos con sueños profesionales y aspiraciones. Es decir, aquellos que quieren vivir de ‘amor al arte’ con el plus de un buen salario.
¡Ah vaina difícil¡ Para no ir tan atrás, en los últimos dos meses ha sucedido lo siguiente:
- 120 personas fueron despedidas de la Casa Editorial El Tiempo porque se acabó el canal EL TIEMPO TELEVISIÓN.
- 100 personas fueron despedidas por una restructuración hecha en el Canal RCN.
- 80 personas fueron despedidas por una restructuración hecha en el Canal NTN 24, de RCN Televisión.
- Vendieron la mitad de las acciones de la revista Semana y salieron 70 personas de la compañía.
- Por el cierre de la Editorial Televisa, perdieron su empleo 80 personas.