Sus hijos: sexo, drogas y reggaeton (Parte I)

Lun, 15/07/2013 - 01:11
Todo sucedió hace ya unos días. Durante una reunión familiar, en presencia de mis primos adolescentes, se tocaron esos temas que hacen sudar a los papás. Allí, en el apartamento de mi abuela, me
Todo sucedió hace ya unos días. Durante una reunión familiar, en presencia de mis primos adolescentes, se tocaron esos temas que hacen sudar a los papás. Allí, en el apartamento de mi abuela, me sorprendí al escuchar a uno de mis tíos, negando la marihuana que le alivianó el espíritu durante años y la cocaína que lo llevó a disfrutar de muchas rumbas hasta más allá del amanecer. Ese tío mío, que gozó a tope de todas esas delicias que trajeron los sesenta, incluidas las fiestas hippies comunales donde se compartía entre varios eso que el curita cuando nos casa dice que es solo para dos, al llegar al tema del sexo, sin esconder su paniquiada frunció el ceño y mató el tema diciendo que de eso no había que hablar delante de ‘los niños’. Finaliza acariciando su barbilla  y soltando una frase cuyo contenido no pudo ser más radical y censurador: “Desde ya, Daniel, sepa que a mis hijos les voy a prohibir leer su novela que habla de sexo y de drogas, como si eso fuera lo más importante en la vida" A ese tío mío y a todos esos padres de familia a los que la pubertad de sus hijos les produce churrias, con todo el cariño que les tengo, exhibiendo mi prístina y diamantina aurora de luz, los acuesto en mi regazo, les sonrío, les consiento sus cachetes y acomodo delicadamente los mechones que adornan su frente, y con infinita bondad y misericordia, con toda la dulzura de mis palabras, les digo que son unos güevones, que merecen oír unas cuantas verdades. Empecemos por el coco que más lo atormenta: el mete y saca, el empújamelo duro, el cosita con cosita, el aguijón en la florecita, eso que los psicólogos llaman sexualidad, sexualidad adolescente para ser más específicos. Lo primero es enseñarle, o más bien recordarle, que usted señor padre de familia y sus papás y sus abuelos añejos, y los tatarabuelos que ya vomitaron los gusanos, todos son y fueron producto de eso que tanto lo atormenta. Ese pipicito y esa cuquita que ustedes también tienen entre las piernas, a todos, desde chiquiticos, nos hace sentir cosas tan intensas que a partir de ese momento se vuelve nuestro bien más preciado, por algo le llaman la etapa genital, que si se reprime, regañando al niño cuando se toca la salchichita, genera conflictos y traumas tan graves en la etapa adulta, como la ansiedad de castración, de la que tanto habla Freud. Esto se lo cuento para que empiece por asimilar algo muy importante: Lo normal es que verga y vagina primen sobre cualquier cosa, lo pervertido es que eso no sea así. Lo degradante es eso que usted empezó a sentir con los años, que en pareja no pasan en vano: que el bulto que le duerme al lado le huele a plástico y que tanta trabajadera empeñada en cuotas de carro y apartamento le dejan el miembro como un colibrí muerto. Sincérese ¿No se sentiría más seguro si sus hijos tuvieran los impulsos tan sepultados como los suyos?, así quisiera verlos a ellos, perro, con la mente bien calibradita, subordinados y equilibrados, pagaría lo que fuera por la inyección que les anule ese desmadre hormonal que hace de esos años maravillosos, los únicos que de verdad vale la pena vivir. Usted no dudaría en convertirlos en cloncitos chiquitos de ese procurador tostado de tanto rezo y en fotocopias de la vejeta que lo acompaña. La perversa opusdesiana solterona, ese mueble Luis XV que ‘defiende’ la infancia y la juventud, que se cosió la chocha puntada a puntada, con esmero y persistencia, a razón de fusta y Biblia la muy cochina y encima, mal vestida. Usted, gran hijueputa, añora ver a sus hijitas caminando por el jardín, luciendo el mismo hermoso sastre gris ratón de caño con el que caga y duerme la malparida, con ese peinado englobado de tía Betulia, y canosas como ella, así las quiere ver. Blancos los cabellos de sus infantas que cuentan uno por uno, los segundos de esos minutos que traen los días de represión y amargura. No quiere que sean seres humanos, quiere mini minis Ordoñitos y Miriamhoyitas. Usted quiere transformar a sus hijos en zombis ancianos, en maracas que pueda zangolotear a su antojo, en larvas insensibles, y fuera de eso ¿chilla por la puteada que le acabo de pegar? Sexo ecológico, Kienyke ¿Sabe usted lo que le gusta hacer a sus hijos? ¿Sabe lo que hacen sus chinitas lindas después de que se despiden y lo dejan mirando desde el sofá sus siluetas que atraviesan el umbral de ese remanso de paz otoñal, digno, honorable, y sobre todo muy cristiano, que con orgullo, casi que lagrimeando, usted llama mi hogar? Míreme de frente perro... y perra, porque a usted, madre consagrada y virtuosa, también le cae el gargajo. Abra los ojos que lo que viene es la realidad en bola, esa que lo asusta, que lo revuelca en la cama esos viernes en que las niñas no están rezando el rosario en la sala como quisiera, esa verdad que preferiría no conocer para poder seguir flotando en su placenta como un feto que no tiene porqué preocuparse. Empecemos: 25 de marzo de 2008, hace ya 5 años, reza la noticia que aquella mañana despertó al pueblo inglés y que no había dejado dormir a los padres de los menores matriculados en el prestigioso instituto británico Queen Elizabeth School. A un combo de jóvenes de entre los 14 y los 16 años los encontraron sancochados en una faena de sexo grupal que organizaron en la cancha de básquet de la institución. Los medios no se han puesto de acuerdo respecto a cuántos eran, unos dicen que 50, otros que más de cien y algunos medios aseguran que eran más de 200, lo cierto es que eran varios cursos. Una inmensa cantidad de bracitos, piernitas, espalditas y culitos en movimiento dejaron a los profesores con la jeta tan abierta como la suya, cuando se asomaron cual voyeristas por las ventanas del coliseo, y en vez de ver a sus alumnos jugando golosa, a todos los pillaron en pelota, borrachos, recreando una bacanal eufórica, babosa, estruendosa y animal. Los críos ingleses disfrutaban, cual Nerones y Mesalinas, enterradas y enterrándolas, de a dos y de a tres y de a cuatro y de a muchos más, brincado todos entre todos, aullando y gimiendo con la fuerza y el frenesí incontrolable que hace palpitar el corazón de una orgía multitudinaria. Los gringos púberes, tan fashion, empezaron con la moda de las pulseras sexuales, los jelly bracelets, que según su color traducen el gusto sexual del que los porta, les explico el arcoíris: la niña que quiere solo un beso apasionado se pone el naranja, si le da por salir con el azul es que quiere sexo oral, el púrpura indica que le gusta el sexo anal, y pillen la roja, la roja es de todo por donde sea, y por lo menos con dos a la vez. Nuestra madre patria también lleva. En Cádiz (España), una parejita de novios de 15 y 16 años, amantes del porno, les dio por realizar una producción amateur repleta de aquel calor de hogar que las caracteriza. Para que quedara bien jalada invitaron a un amigo mutuo como actor de reparto. Los que han visto el video, que ya no circula, quedaron aterrados por el profesionalismo y expertise de la protagonista. Al otro lado del mundo en Nueva Delhi (India), los jóvenes lugareños no solo practican las enseñanzas de Gandhi. Ambos tenían16, ella le pegaba una mamada, su novio se apoyaba en la pared con la mano izquierda, mientras con la derecha sostenía el celular que los grababa. Esta moda la puso en furor una latina agringada de 14 años llamada Angie Varona que hoy ya es mayor de edad, sin proponérselo sacó al aire el sexting, mandar y recibir fotos y videos con contenido sexual. La niña no pensó que las fotos en cuquitos que le mandaba a su novio de 15 para que se entretuviera, la iban a hacer famosa y la convertirían en una Lolita virtual que lleva saltando de un lado a otro, durante años, como pelota de tenis en la web. No tiene que irse tan lejos, si es que usted es de los que piensa que los extranjeros son unos degenerados, aquí mismito, los hijos de sus vecinos también saben qué fue lo que vinieron a hacer al mundo. En Chile, en el rezandero colegio católico de La Salle, a los dos jóvenes quinceañeros, no los sorprendió que a su compañera de curso se le antojara cogerles sus vigores de colombinas sino que, estando atragantada, les exigiera que la filmaran mientras lo hacía y que después del ordeño, orgullosa inseminara los correos de sus amiguitas con el video. Y todo para darle celos al noviecito con el que había terminado. En Argentina, provincia de Formosa, una niña de 14 años se filmó haciendo un DP con dos compañeritos. ¿Usted pendejo sabe lo que es un DP? Le explico: Doble Penetración, uno por un huequito y el otro por el otrico. ¿Me entiende? En Perú no se le quedaron atrás a los ingleses, cientos de muchachos imberbes sumergidos en saturnales idénticas a las del Queen Elizabeth pero más organizadas, se llaman las ‘fiestas semáforo’, algo parecido a los Jelly bracelets estadounidenses. En ellas las adolescentes llevan unas manillas de tres colores: la que la lleva roja significa pilas, vine con mi novio y solo a él se lo voy a dar; la que la tiene amarilla, ando mirando, de curiosita a ver si me animo, y esas que la tienen verde, que según los DJ la llevan la mayoría, quiere decir: “Yo vine fue a culiar con el que se me ponga por delante, sálvese quien pueda que esta es otra peruana arrecha, que de señorita ya no le queda ni el palito sobre la ñ”. Esos rumbononones dionisiacos no se los inventaron los jóvenes, los mayorcitos gozones que intercambiaban parejas en los swingers lucían las mismas pulseras desde los noventa. La incorporación de esas fiestas a la cultura adolescente en el Perú viene de hace aproximadamente hace tres años. Hoy en día ya llegaron a Ecuador y México, y sufra, sude azufre papacito, el chisme que me contó un amigo dueño de bares y discotecas que se las sabe todas, es que aquí en Colombia nuestras mozuelas ya andan en las mismas, jugando al semáforo en verde en esas amenas tertulias culturales. Hoy las niñitas también le dejan algo al azar, promueven rifas en Facebook que organizan entre varias amigas, las muy populares kinerrifas, el que gana se las gana a todas con todo lo que le puedan dar durante toda una noche, requisito: no se admiten mayores de 18. ¿Ya se estaba ilusionando pedófilo de mierda? A las niñas colombianas les gusta de sal y de dulce, ellas tienen un rato novio, después un par de meses novia, y a veces novia y novio a la vez, sin que ninguno de los dos se ponga bravo. “No me dan celos si se la come una mujer, no sé bien el porqué, pero no siento nada, si fuera un man la mando a la mierda, pero una mujer es diferente”, me trataba de explicar un alumno de un reconocido colegio bilingüe al norte de Bogotá que en cinco meses será ya mayor de edad. Su novia tiene 16, me mostró la foto, parece una niña de 14 años. Tomo aire y descanso. No alcanzarían mil pantallas, con sus teclados, para contarles todo, todo, todo, todo, lo que está pasando con los hijos de los demás, con los suyos no, claro está, ellos son decentes y van a misa. Ja, ja, ja, me le cago en la cara de la risa. Tranquilo no empiece a berrear, señor padre. No convulsione, tranquilícese, límpiese esos mocos, aquí estoy yo para hacerlo sentir mejor. Ahora hablemos de la droga. ¿O usted que cree que tamaños saturnales son a palo seco? Ojalá, pero con tanta culpa que le ha inculcado al muchacho, tanto pudor, tanta Biblia picada que le mete por las ñatas como si fuera perico, cómo van a poder disfrutar en sano juicio. Marchas marihuana, Kienyke Sus hijos consumen drogas, y muchas. ¿Y qué quería? Con este puto mundo de mierda que usted les construyó. Usted cree para que para ellos es fácil crecer en este basurero repleto de ratas idiotizadas como usted. ¿Usted cree que para ellos es fácil dejarse violar? Le recuerdo que a esa edad lo empiezan a penetrar a uno, todos, los colegios, los profesores de religión, los de matemáticas, de química y de historia, y todos esos despreciables murciélagos chupasangre que le enseñan a abrir cada vez más el culo y, sobre todo, las boñigas más despreciables, los chulos oscuros a los que no les cabe más maldad: los directores de disciplina. Esos son los peores. Esas sabandijas van a terminar pariendo potros de fuego por el culo en ese infierno que el diablo bacán les tiene reservado. Y usted termina siendo el proxeneta, el que le vende su hijo a un caníbal que se le va a comer el alma para vomitarla convertida en proyectos, metas, corbatas, maletines, y como no va ser así, si usted sueña verlo sepultado en el mismo cubículo corporativo, ese sauna donde usted se calienta durante diez horas diarias, y en las degradantes reuniones y comités donde se encuentran usted y otros ustedes, para seguir acabando con este planeta. ¿Si a usted lo están violando no patalea? Ellos gritan, se emputan, se tratan de rebelar por que se dan cuenta de la culeada tan hijueputa que les están pegando. Saben que no hay nada que hacer, que les toca relajar el asterisco, y viendo que no es cualquier cosa, que la sociedad es un travesti con la verga inmensa y torcida, qué más pueden hacer sino drogarse hasta que se les estallen las neuronas, empeparse, fumarse hasta el tapete y meterse lo que les pongan por delante. Es así: A los 13 años, según las estadísticas, se echan su primer trago, a los 14 el primer bareto, perico cuando les alcanza la plata, pepas, papeletas de ácido y cualquier cosa que les ahuyente los fantasmas que les han dejado todos esos maestros formadores, rectores, noticieros, programas de variedades, telenovelas, realities, propagandas, carros rojos con hembras estilizadas de labios cauchosos bajándose de ellos, Parises Hiltones con escuálidos perros chihuahuas en sus carteras, cocacolas que nos hacen abrazarnos a todos con amor, Marlboros con fotos de pulmones podridos, relojes Rolex paseando en yates, McDonald’s coloridos y todo ese cochambre que usted se inventa y reproduce y que añora día a día con ilusión. ¿Se dan cuenta de cuánto le puede llegar a medir el pene al travesti cacorro? Usted lo digiere fácil, usted ya tiene cauterizado el ano, pero no espere que su hijo no sienta nada cuando lo sodomizan a la fuerza. Por eso es que están sacándole el jugo a las pilas Varta alcalinas, ese líquido que llevan adentro, se lo esnifan, se lo soplan, para que entienda, se lo zampan por la nariz, se llama ‘electrizarse’. No descuide el varsol ni el clorox, doña señora, porque con eso su hijo se va a la Luna y vuelve. El éxtasis lo revuelven con viagra, eso se llama un ‘torpedo’ y los pone a bailar y a tirar como caballos mecánicos. Al vodka le echan alcohol etílico y en eso humedecen un tampax que se meten por el culo, el efecto es una borrachera instantánea e inolora. Las sales de baño se las fuman y hasta se las inyectan, estas los suben en una montaña rusa de alucinaciones imparables, los convierte en Hulks endemoniados y violentos hinchados de fuerza al punto de llegar a transformarlos en antropófagos, como pasó en Estados Unidos cuando uno de estos jóvenes, trabado con esa vaina, mató a otro a mordiscos. Los fertilizantes tienen unos gránulos amarillos ‘burbujas de cactus’, que se fuman en una pipa mientras el cerebro se les derrite como un sundae al sol. ¿Y usted los jode cuando están relajados fumándose un baretico en su cuarto? Lo peor es que usted es tan zonzo que no se da cuenta de lo que es verdaderamente perjudicial para él, de eso que sí es nefasto, maligno y funesto, eso que sí puede llevar a su hijo a encontrar la perdición: el reguetón, o reguetton, o reggaeton, esa porquería infame que se meten por los oídos, esa viruta atontadora que se inventó un gamín en Panamá que le decían ‘El general’. Eso sí bien puesto el mote, porque una gonorrea de esas solo se la puede inventar alguien con apodo de militar. Esa cochinada lleva a los jóvenes a portarse como marranos, y a hacer cosas como las que están haciendo aquí. Porque lo de los ingleses y los semáforos viene de Roma, y mucho antes, si tenemos en cuenta que desde las cavernas el ser humano picha en tumulto. En últimas no hay nada mejor que una buena orgía húmeda y sudorosa, si quiere incluso una de esas donde haya algo de baretica, periquito, y hasta un viagrita para los cincuentones. Esas fiestas grupales y generosas no se pueden comparar con ese juego macabro que se inventaron en Medellín donde al son de esa música malsana, las niñas se empelotan y se ponen en cuatro haciendo un círculo y detrás de ellas los muchachitos las van clavando hasta que se viene el primero, y este sale, y es entonces cuando ‘la ruleta’ empieza a girar, y pasa el siguiente a ocupar el puesto del que salió por prematuro y así hasta que solo quedan dos saltando de vagina en vagina, y el último que eyacula es el que gana. Este juego que solo pudo venir de una mente trastocada por ese ritmo barato, desnaturaliza ese amor compartido de todos contra todos en la comuna que nos trajo Woodstock, y la energía coqueta y adrenalínica que cobija a los comensales en un convite swinger.
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