Pocos sabían quiénes eran Christian Puentes y Leszli Kalli hasta hace unas semanas. Sus nombres parecen pseudónimos de maestros del espectáculo en un panfleto callejero anunciando un concierto para apoyar a Petro, ahora que se volvió trend en Twitter.
Hoy es difícil no haber oído el nombre de estos dos ex funcionarios del gabinete del alcalde, y no por las mejores razones: como lo documentó Kien&Ke, Christian Puentes amenazó con violar a Leszli Kalli. ¿Y por qué? No importa, la amenazó con violarla. Ella, en un acto valiente en este país en donde el poder político lo ostentan un payaso en piyama y un procurador que se cree cura, no se quedó callada y denunció.
Ninguno de los miembros del gabinete de Petro le paró bolas ―al menos no inmediatamente―, porque todos pertenecen a esa casta muy colombiana de hombres que se jactan del tamaño de sus miembros y de la potencia de sus bolas, pero no dejan de ser unas pelotas o, como decíamos en el colegio, unas huevas, o como dicen los adolescentes hoy en día, unos penes.
La inconsistencia en el uso cotidiano de los términos referentes a la anatomía de los genitales masculinos dice mucho de la mentalidad y realidad colombianas. Florence Thomas a veces tiene razón cuando recalca que el lenguaje cotidiano puede ser motor de discriminación. Por ejemplo: decían en una estación de radio, en tono jocoso, que para atreverse a denunciar una amenaza de violación en Colombia, más aún moviéndose en semejante nido de víboras como lo es el microuniverso político de la alcaldía, hay que tener pelotas.
En este orden de ideas, podríamos decir que Leszli tuvo las pelotas de denunciar al huevón de Christian Puentes, pero la hueva de Petro no le paró bolas. Mucho pene.
Pero en Colombia, de verdad, denunciar una cosa así no puede ser fácil. En un país como el nuestro, en donde persiste la creencia de que la mujer es más mujer si tiene hijos, en donde si se viste de tal o cual manera «lo está pidiendo», en donde violan mujeres y niñas sin consecuencia alguna, en un país así, que podría llamarse la República Parroquial de Colombia, una denuncia como la de Lezli no debería ser un ejemplo de «tener pelotas», menos aún sabiendo que la gran mayoría de legisladores colombianos, en particular los que se oponen a las reformas que abrirían puertas a una mayor equidad entre los géneros, son hombres.
Al contrario, el acto de Leszli ―junto con los de otras mujeres como la abogada Mónica Roa―, debería dar paso al neologismo «tener ovarios», pues demuestra un alto grado de valentía en una nación de retrógrados de corbata y testículos. En cambio, «tener pelotas» es cada vez más una señal de cobardía. Piensen en nuestros líderes políticos más misóginos: el senador Gerlein, el concejal Jorge Durán Silva y el procurador Ordóñez son hombrecitos asustados, encapsulados en su discurso anti-mujer, anti-gay, anti-todo-lo-no-sea-macho-como-yo, protegidos por una ignorancia popular que la Iglesia católica lleva cultivando desde el siglo XVI en este suelo tan fértil de odio, pero tan improductivo de ideas nuevas. Todos ellos tienen pelotas grandes y pesadas, pero secas y marchitas. Lo que se llama ser un huevón, un huevón sin ovarios.
Hay que decir, sin embargo, que al parecer sí se ejerció algún tipo de presión contra el victimario, Christian Puentes, lo que lo impulsó a escribir una carta disculpándose ante Leszli Kalli. Se trata, sin duda, de una auténtica joya de la literatura colombiana:
Christian: has mostrado progreso, pero recuerda que los nombres propios y las ciudades siempre se escriben con mayúscula, la palabra «efectuarón» no lleva tilde y la conjunción «que» debe escribirse completa, pues no es adecuada la contracción coloquial «q’» en una carta formal de disculpas. Calificación: 6.5. El estudiante es promovido a cuarto de primaria.
Solo queda esperar que este acto de cobardía ―elegantemente enmendado con semejante carta tan bien escrita― no pase al olvido sin consecuencia legal alguna, como tantos otros. ¿Tendrán Petro y los legisladores colombianos los ovarios suficientes?
@nykolai_d http://hoynoestoymuerto.com
¿Le gustó este texto? Tal vez le guste La casa de las bestias, disponible en la Librería Lerner y otras librerías de Colombia.