Estamos ad portas de presenciar el final de los 1466 días de gobierno de Alonso Salazar en la alcaldía de Medellín. De principio a fin fue un hombre polémico, que por X o por Y siempre dio de qué hablar. Debo confesar que Alonso no es santo de mi devoción y que me decepcionaron muchas de las actuaciones de su gobierno. Y no hablo precisamente de los rumores que acompañaron su gestión: que era borracho, que se agarraba con las mamás de los pillos, que era primario en sus reacciones, y no sé qué otros cuentos. Eso no me importa, al fin y al cabo, sea quien sea el que gobierne, sus cuentos tendrá, ficticios o ciertos. Alonso, creo, fue muy buen alcalde, alguien que desde la legitimidad continuó con un proyecto de ciudad que nació hace ocho años.
Nadie conoce Medellín como Salazar. Su quehacer periodístico y las investigaciones que lo llevaron a escribir varios libros, hicieron que recorriera los rincones más peligrosos de la capital antioqueña. Alonso es un hombre de barrio, de tienda de esquina, de parqués, de picadito de micro con petaca de cerveza. Un hombre de libros, de justicia social, de ideas claras, palabras agudas, franqueza chocante. Su elección como secretario de gobierno fue acertada y le abrió las puertas de una alcaldía tan codiciada como la de Medellín. Una alcaldía cuya gobernabilidad estuvo cuestionada tres años por los supuestos nexos del alcalde con paramilitares durante la campaña, infamia que fue desmentida por la Fiscalía. Fue duro para él gobernar y defenderse del siempre oscuro y peligroso Luis Pérez. Sin embargo, lo hizo, y deja una Medellín no tan imparable como dice, pero sí decente y bien manejada. El periodista que vino de abajo, subió y lo hizo bien.
Dos temas se le salieron de las manos: seguridad y movilidad. De la primera siempre le echan el agua sucia al proceso de desmovilización y la extradición de los paras a Estados Unidos. En gran parte, sí, pero también faltó autocrítica para reconocer que Medellín iba mal y que la inseguridad se tomó la ciudad. Siempre nos pintaron una “Medellín imparable” en todos los temas, cuando no era así... no del todo. Prueba de eso es que el informe de Derechos Humanos de la Personería fue siempre desmentido por la alcaldía y nunca fue usado como una herramienta importante para identificar falencias y corregirlas. Frente a la movilidad, ni se diga. Medellín está paralizada. La concepción del Metroplús ha sido un desastre, el pico y placa mal diseñado y la ciudad semaforizada por todos lados. Si bien hay infraestructura vial próxima a ser entregada y proyectos como el Tranvía, la ciudad seguirá colapsada, al menos, por cuatro años más.
Sin embargo, estos dos lunares no opacan su gestión. Buen comienzo, la construcción de viviendas de interés social (más de quince mil), cobertura del ciento por ciento en básica primaria y secundaria (única ciudad en el país), finanzas sanas, cero escándalos de corrupción, una internacionalización inédita, obras de infraestructura maravillosas, entre muchas otras cosas, dejan al alcalde Salazar muy bien parado.
Las 272 931 personas que votaron por él, no botaron su voto, lo invirtieron en una Medellín que hoy es ejemplo para América Latina y el mundo.
Ojalá el buen gobierno de Salazar no se vea perjudicado por una decisión en su contra de la Procuraduría, que podría obedecer a intereses oscuros de aquellos que no han comido en los últimos ocho años y que buscan deslegitimar no solo su gestión, sino la del alcalde entrante, Aníbal Gaviria. El tema de la participación en política en Colombia (que está mandado a recoger) lo podemos interpretar de mil maneras, y todos tienen la razón. Lo que es cierto es que no podemos crucificar a un alcalde por denunciar la hamponería de un candidato a la alcaldía de Medellín, que iba a llevar a la ciudad una vez más al hundimiento de sus valores morales, promoviendo la mafia, la corrupción y el paramilitarismo.
“Alonso Es”, decía su lema de campaña hace cuatro años. Ahora concluyo, Alonso Era. Salazar nos entrega una ciudad con la que podemos seguir soñando. Una Medellín que, esperemos, sea Imparable a corto plazo.