Mi gato, que es un jodido, aparece de vez en cuando con un ratón en la boca y lo deposita a mis pies como una ofrenda. El sabe que a mí no me gustan los ratones, pero insiste en sus regalos para mostrarme, tal vez, que está haciendo bien su papel de guardián de sanidad en nuestra casa. Yo lo regaño, le digo que se coma sus presas callado donde no lo vea nadie y me deje seguir a mí creyéndome la dueña y señora de esta vivienda. La reconvención le dura unos pocos días pero luego persiste y vuelve a aparecer con otro trofeo. Será dejarlo, ¿qué puedo hacer? Al fin y al cabo es mi gato, yo lo escogí y no puedo mandarlo para ninguna otra parte.
Esta anécdota se parece a lo que está pasando en el Gobierno de la Unidad Nacional, en el que el gatico de la oposición es una persona querida por el dueño de casa, pero cuando Santos lo invitó a que compartieran el Edificio Colombia, lo que menos esperaba era que Angelino Garzón resultara un buen gato cazador.
El Vicepresidente aparece de cuando en cuando con una presa en la boca y es tal el susto que produce que los medios nos dedicamos a aplaudirlo o aucharlo para que se vaya y deje de traernos ratones moribundos. Su resonancia en los medios no parece deberse a lo que denuncia sino precisamente a que sea él, alguien que se consiguió para ejercer de mascota, ronroneando a los pies del presidente, y no para atrapar bichos indeseados.
Angelino era uno en campaña junto a Santos y es otro con la banda de vicepresidente.
El senador Robledo del Polo puede ser un tigre y no un gatico hablando de la Salud, pero nadie se da cuenta. Alexander López puede armar un agresivo debate en el Congreso y eso no merece siquiera una modesta columna de opinión, mucho menos un editorial de El Espectador. Pero si es Angelino el que trae la presa ¡se alborota todo el mundo!.
En verdad el ratón cazado por el Vice esta semana no es que haya sido muy grande. Con este debate no se van a modificar las fuerzas productivas, ni mucho menos va a producirse un timonazo en la política económica del gobierno, pero logró su cometido, generó multiplicidad de opiniones en contra y a favor, se hizo notar, recordó que ahí está él, como buen gato cazando ratones.
El debate se quedó en eso, en si uno merca o no merca con 190.000 pesitos, si el Vice hace bien o no en hablar, si el Presidente debe regañarlo en público o en privado, o en cuáles serían las alternativas de Santos para callar a su segundo, quien de antemano advirtió que no se quedará mudo.
Pero y ¿la pobreza? y ¿la inequidad? ¿Acaso tenemos una política pública para reducir estos males? ¿Caminamos en ese sentido o en el de Colombia Humanitaria, que es todo lo contrario, pero en sentido inverso como diría cualquier Miss Universo? Hasta ahora parece que tenemos mucho asistencialismo y poco desarrollo social, muchas (o en verdad pocas, pero publicitadas) ayudas a damnificados y víctimas, pero escasas política para generar empleos buenos y estables, salud, vivienda para los destechados y educación de pertinencia y calidad.
Seguramente Angelino se saldrá con la suya una vez más y para callarlo le llenarán la boca con migajas de soluciones como en los casos del salario mínimo y de los transportadores. No sería raro que de aquí a poco salga el director de la DNP asegurando que ya revisaron la cifra y que se considerarán pobres los que ganen menos de 250.000 pesos mensuales. Punto, y todos contentos. Angelino volverá a agazaparse como un gatico en función de cazar a su ratón de turno y el gobierno seguirá en su feria de promesas, con mucho tilín, tilín y pocas paletas.
Nota: Aquí les dejo el testimonio gráfico de mi gato caza ratones.