Bertrand Russell

Vie, 01/02/2013 - 22:00
Bertrand Russell fue uno de los más curiosos y exhaustivos pensadores del siglo XX. Incursionó en varios campos del conocimiento, siempre con éxito, y a pesar de que en principio parecía que no lo
Bertrand Russell fue uno de los más curiosos y exhaustivos pensadores del siglo XX. Incursionó en varios campos del conocimiento, siempre con éxito, y a pesar de que en principio parecía que no lo hacía más que por probar cosas nuevas, desde muy temprano tuvo un programa filosófico en que sus eclécticos estudios cumplían una función determinada. Russell empezó estudiando matemáticas en Cambridge, donde publicó un tratado de lógica en colaboración con Whitehead en que hizo un aporte considerable e inesperado al desarrollo de ese campo. En pocas palabras, Russell formuló una paradoja, que desde entonces se llama con su nombre, que cuestionaba los cimientos de la teoría de conjuntos, la cual tuvo que ser reevaluada una y otra vez, desarmada y vuelta a armar durante varias décadas hasta que se dio con una solución al problema, que en realidad resultó ser más que una solución, una manera de esquivarla. Con el prestigio de este fundamental descubrimiento Russell incursionó en la filosofía, en que estudió por igual a los clásicos y a los contemporáneos, desarrollando rápidamente teorías propias sobre un sinnúmero de cuestiones. La Primera Guerra Mundial, sin embargo, desvió la naturaleza de sus estudios hacia un enfoque más humano, tratando de buscar la posibilidad de una vida feliz en un mundo destruido por la guerra. Entonces estudió psicología social y encabezó un importante movimiento de científicos en contra de las manifestaciones bélicas, todo a un nivel académico. Pero cuando se pensaba que Europa volvía a renacer tras la Primera Guerra estalló la Segunda, y Russell se vio obligado públicamente a justificar la intervención inglesa en contra de los Nazis, aún si por escrito rechazaba cualquier tipo de encuentro armado. Entonces los intereses de Russell se volvieron más concretos y enfocados en las posibles soluciones prácticas al conflicto europeo, y a la condena moral de los perpetradores. Con ese propósito fundó el Tribunal Russell, que encargó a un panel de intelectuales de todo el mundo (entre los cuales por ejemplo Julio Cortázar y Jean-Paul Sartre) dedicados a tomar declaraciones de las víctimas de todos los conflictos producto de la Guerra Fría y a condenar pública y moralmente, ya que no tenían poder judicial, a los responsables. Russell murió a los noventa y ocho años, y aunque su legado filosófico sigue siendo ampliamente discutido y estudiado, es su legado de acción social, del Tribunal y de sus incansables esfuerzos por resolver la tensa situación nuclear de la década del sesenta, por lo que se le recuerda con mayor admiración.
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