El general que custodió el cadáver del cura guerrillero Camilo Torres

Lun, 07/07/2014 - 11:23
Una de las misiones más determinantes de la carrera profesional del general Álvaro Valencia Tovar fue el resguardo, secreto y cuidadoso, de los restos mortales del cura guerrillero Camilo Torres.

Una de las misiones más determinantes de la carrera profesional del general Álvaro Valencia Tovar fue el resguardo, secreto y cuidadoso, de los restos mortales del cura guerrillero Camilo Torres. El 15 de febrero de 1966, mientras trabajaba como comandante de la Brigada V del Ejército Nacional que opera en Bucaramanga, Valencia Tovar fue informado de una fallida emboscada del Ejército de Liberación Nacional contra una de sus patrullas militares a unos 90 kilómetros de distancia. En el hecho, se sospechaba, habría sido abatido el sacerdote Camilo Torres, mítico líder del comando central del ELN El operativo guerrillero se produjo en la vereda Patio Cemento del municipio de San Vicente de Chucurí (Santander). En la tarde, cuando Valencia Tovar logró hablar con los sobrevivientes del ataque, le comentaron que uno de los caídos del bando enemigo era un alto y barbado sujeto que se habría expuesto al fuego torpemente por devolverse a recuperar un fusil. El muerto tenía papeles con textos en otros idiomas y una pipa fina. Una corazonada le confirmaba que el muerto era Torres, el general Álvaro Valencia emprendió camino al lugar del acontecimiento para reconocer el cadáver. Estableció al fin que el abatido era uno de los principales cabecillas del grupo enemigo, pero también un especial compañero de antaño. Tal como confesó en su libro ‘El final de Camilo’ (1976), el hombre fuerte del Ejército y su rival líder del ELN fueron amigos. El padre del sacerdote, Calixto Torres Umaña, atendió a Álvaro Valencia Tovar cuando con tan solo 4 años de edad una fiebre tifoidea amenazaba con quitarle la vida. Más tarde, cada cual con su respectiva profesión, se encontraron en cursos de la Escuela Superior de Administración Pública, desde donde realizaron varias tertulias y debates sobre la política nacional. Tiempo después, el activismo de Torres lo llevó a las armas, y Valencia Tovar se convirtió en uno de los persecutores más afamados contra los 'elenos'. No obstante la muerte de Torres, en 1966, no fue autoría de Valencia Tovar, sino una difícil coincidencia que cayó bajo su mando. Ante rumores sobre la profanación del cadáver, el general del ejército procuró que sepultaran al cura guerrillero en un lugar apartado de los otros subversivos caídos, y que uno de sus hombres hiciera un mapa con la ubicación exacta de la tumba. Él mismo tuvo que notificar al país del fallecimiento del rebelde. Cumplía también así con un mensaje que recibió de Fernando Torres Restrepo, hermano mayor del desaparecido guerrillero, quien pedía absoluto respeto para evitar que los restos de Camilo “sean objeto de demostraciones vulgares y estentóreas”. Tras un intercambio de cartas, el propósito era poder enviarle el cadáver a Fernando, quien residía en Estados Unidos, pero luego el plan se frustró. En 1969, tres años después de la muerte de Camilo, el general Valencia debió dirigir una secreta exhumación del cuerpo del sacerdote basándose en el plano topográfico que había ordenado. Con los huesos en sus manos, exigió un examen científico para confirmar la identidad del muerto y luego los sepultó en el recién construido cementerio para las víctimas militares de la Brigada V de Bucaramanga. Fue una decisión arriesgada, debido a las inquietudes que generaría si el alto mando se enteraba que, junto a los restos de los caídos del Ejército, había un guerrillero. De acuerdo a un testimonio dado por el general Valencia a María Isabel Rueda para Semana y el entonces editor político de El Tiempo, Carlos Fernando Galán, un documento secreto que resguardó en la caja fuerte de la Brigada detallaba su maniobra por resguardar el cadáver del cura guerrillero, porque sabía que enterrarlo en un lugar público propiciará no sólo riesgos de seguridad, sino un inminente irrespeto para los restos de su amigo. Cuando el general fue traslado a Bogotá, confesó su misión ante el nuevo dirigente del comando en Santander. El secreto siguió guardado pese a la sorpresa del sucesor Luis Carlos Camacho, quien a pesar de su molestia heredó la custodia de los huesos. Ya en 2001, en contactos del general Valencia con el hermano de Camilo, Fernando, se propició la entrega de los restos desde la Brigada a manos del familiar. Se había, en ese momento, develado la confesión que el militar amigo del guerrillero ocultó en la Brigada hasta cuando fuese la hora. El cuerpo de Camilo Torres fue posiblemente cremado y, sobre su destino, el general Álvaro Valencia Tovar nunca quiso indagar. Su misión había sido cuidarlo hasta que sus seres queridos los reclamaran. El general Álvaro Valencia Tovar, quien falleció este domingo a los 94 años de edad, fue odiado porque se creía que había sido el autor de la muerte del dirigente del ELN. Por ese mito sufrió un atentado en octubre de 1971 en el norte de Bogotá, del que sobrevivió. Tras su retiro del servicio activo, Valencia Tovar se dedicó a la escritura y el análisis de temas de paz. Rememoraba la extraña participación de Colombia en la Guerra de Corea y otras de las famosas operaciones que le brindaron reconocimiento nacional, al punto de tentarlo para ser candidato presidencial en 1978, por el Movimiento de Renovación Nacional. Fue derrotado por Julio César Turbay, y consiguió solo 66 mil votos. En algunas opiniones sobre Camilo Torres, su amigo y al mismo tiempo rival de la guerra, nunca ocultó el aprecio que le tuvo antes de empuñara las armas. “(Camilo Torres) personificó las ansias, la esperanza, la rebeldía, la inconformidad de los desposeídos. Tomó voluntariamente un rumbo de violencia, y si en ella pereció, lo hizo a conciencia de lo que ello implicaba”, dijo en su libro ‘El final de Camilo’, en el que justificó que en combate el mejor concejo que dejaba a los suyos era el respeto por la humanidad del enemigo.
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