Thomas Merton

Dom, 30/01/2011 - 23:59

La acontecida historia del siglo XX ha disminuido considerablemente la existencia de monjes y monasterios y de pensadores contemplativos y de místicos, sobre todo en el acelerado mundo occidental, debido al imponente llamado a la acción (para muchos un mero espejismo) que las guerras y las crisis han hecho sobre los pensadores más talentosos. Paralelamente, el retiro voluntario en rechazo del mundanal ruido suele ser visto por el criterio ambiente como un acto de renuncia, y finalmente de cobardía. Pero si ha existido en este siglo una respuesta a ese punto de vista, ésta es sin duda la vida de Thomas Merton.

Thomas Merton nació en Francia, de padre neozelandés y madre norteamericana. De niño fue nómada, a raíz de la inestabilidad geográfica de su familia, y vivió en una decena de países alrededor del mundo. De joven fue poeta, y estudiante de lenguas en Cambridge y en Columbia, e inauguró su madurez convirtiéndose al catolicismo y haciéndose monje trapense en el monasterio de Getsemaní, en el estado de Kentucky, en pleno corazón de la tocinesca Estados Unidos.

Hasta aquí su vida no parece ser más que una calculada fuga hacia la soledad, en la que tal vez el único paso dudoso es la elección de tan tocinesco destino geográfico.

Pero el resto de la vida de este monje, que hasta entonces sólo había vivido la mitad más corta de su vida, revela un cuidadoso plan en que la fuga es sólo un medio para una labor social profundamente comprometida con los ires y venires del siglo XX cambalache problemático y febril. Porque encerrado en su monasterio Merton se dio sin duda a la mística contemplación del mundo entero, a la oración, al silencio, al cultivo de hortalizas, pero también se dio al estudio de todas las religiones del mundo, y a las posibilidades del diálogo entre ellas.

Esta empresa, que empezó a un nivel sin duda abstracto, fue anclándose y aterrándose lentamente, dirigiéndose a atacar los problemas más urgentes y tocinescos de Estados Unidos. Así redujo el diálogo entre religiones al diálogo entre razas y culturas y clases y orígenes étnicos y convicciones políticas, con un certero mensaje de solidaridad. Escribió libros dirigidos a todos los tipos de lectores, desde los más académicos, como con su Místicos y maestros zen hasta los más tocinescos, como con Pan en el desierto, todos amarrados alrededor de ese único mensaje. También fundó asociaciones de solidaridad y colectivos escritores del mundo entero comprometidos a aunarse a la causa a través de la poesía.

Un día, lastimosamente, mientras iba camino a una conferencia entre cristianos y budistas en Bangkok, Merton murió en un accidente, y su obra se vio prematuramente interrumpida. Numerosos premios de paz lo han honrado desde entonces, premios que ya nada le significan a él, pero que tal vez ayuden a mantener verde y vivo su mensaje, a través del caótico y sin duda tocinesco estado de cosas actual.

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