¿Ajá, y el hidrógeno qué?

El fin de semana pasado, en una reunión familiar, surgió un debate con mi hermana, que bajo previa aprobación llamaré “la progresista”, acerca del hidrógeno y su ruta hacia una masificación dentro de la estrategia de reducción de emisiones de carbono.

Al escucharla, una de las cosas que más me llamó la atención fue su enfoque sobre transición energética, que coincide con algunas posturas de ciertos sectores “progresistas“, y que en su mayoría son sesgadas y mal informadas. De las tantas preguntas que mi hermana tenía, surgió una en particular que creo cubrirá el material de esta columna. Me dijo: “Ajá y el hidrógeno qué?, aparte de las tecnologías para energía eólica y solar que están claras y en funcionamiento, conceptos de energías complementarias como el hidrógeno siguen siendo un territorio etéreo, nadie entiende esa vaina y mucho menos su aplicación, ¿dónde queda la incorporación de energías limpias?“.

Puede que tenga razón, tal vez desde la industria no hemos hecho los esfuerzos suficientes para explicar de manera clara el alcance de estos proyectos, así que trataré de quitarle lo etéreo al asunto y volverlo más mundano.

Dentro de las estrategias globales para reducir la huella de carbón, se han venido incorporando políticas que permiten reducir el impacto que produce la industria de hidrocarburos, desde la quema de teas en los campos petroleros, pasando por implementar programas de economía circular al reutilizar el agua y residuos, aumentando eficiencias en producción y transporte, diversificando portafolio para la consolidación de proyectos eólicos y solares, hasta llegar a la incorporación de tecnologías como hidrógeno azul y verde que acorde a los lineamientos ambientales ayuden a mitigar los efectos del cambio climático.

Ahora, todo eso suena muy bonito, pero ¿qué es el hidrógeno azul y verde? Primero, partamos del hecho que acá no se está reinventando la rueda, ya que el hidrógeno es el elemento que más abunda en el universo, y lo único que se está haciendo es aprovechar ese elemento para producir energía. En el caso del hidrógeno azul, que es la tecnología más implementada en la actualidad, consiste en un proceso químico en que el gas natural (CH4), a través de un tratamiento de calentamiento de aproximadamente 800°C, libera dióxido de carbono (CO2) e hidrógeno (H2), donde estos gases se separan. El CO₂ a menudo se inyecta en la superficie, método más conocido como captura de carbono, y el hidrógeno resultante se utiliza como combustible para generar electricidad y almacenar energía, alimentar automóviles, camiones, trenes, refinerías, fábricas, casas, edificios, centros comerciales, etc.

Con respecto al hidrógeno verde, y lo que hace de este método algo muy atractivo, ya que en la actualidad está en fase de prueba, es la diversidad de sus potenciales usos. Su proceso consiste en dividir el agua (H2O) en hidrógeno (H2) y oxígeno (O2), a través de un electrolizador, utilizando electricidad renovable, donde potencialmente se podría expandir el uso de la energía solar y eólica. A su vez, el hidrógeno verde también se puede utilizar con baterías de combustible para alimentar cualquier industria que utilice electricidad, como vehículos, manufactura de dispositivos electrónicos, ropa, zapatos (incluyendo Ferragamos), maquillaje, plásticos, productos de aseo, etc.  Y a diferencia de las baterías convencionales, las de combustible de hidrógeno verde no necesitan recargarse y no se agotan, siempre que tengan combustible de hidrógeno.

Pero surge la gran pregunta, ¿cómo aplicar esas tecnologías en Colombia? Para responder esa pregunta es necesario entender la siguiente fórmula: TransiciónEnergética=GasNatural→HidrógenoAzul→HidrógenoVerde, y sin estos elementos cualquier propuesta energética al respecto es física carreta. Últimamente he leído que el futuro del país parte de cancelar proyectos de exploración petrolera, donde de nuevo el aguacate cuántico entra en la discusión. Nada en contra del aguacate, me encanta en las ensaladas, pero hasta ahí. Esos discursos pueriles son completamente equivocados por no decir peligrosos. Al contrario, el país debe ajustarse a las métricas del mercado y competir con las ventajas que nuestra geografía ofrece.

Estamos ante la única oportunidad de capitalizar el potencial que tienen los proyectos de exploración gasífera onshore y offshore, sumado a los pilotos de fracking, donde vamos a poder duplicar o triplicar nuestras reservas de crudo y sobretodo de gas natural.

Con esas reservas de gas natural aseguradas, se potenciará la transición energética, porque en ese momento ya podríamos poner en funcionamiento iniciativas de hidrógeno azul que durante 5 o 10 años fortalezcan sectores como la industria y el transporte terrestre, entre otros, y a medida que las condiciones climáticas globales conlleven a posteriores incorporaciones, el hidrógeno verde se convierta en el jugador principal que termine de consolidar los proyectos de transición energética, y aprovechando nuestras ventajas geográficas, estando localizados en el pulmón del planeta, usar nuestros recursos hídricos para seguir consolidándonos como líderes mundiales en producción de energía.

En resumen, respondiendo a las inquietudes de mi hermana y el mundo progresista: no existen energías limpias, solo existen energías más limpias que otras. La transición energética no es un proceso binario donde se abandona un modelo para tomar otro, hay que dar unos pasos según las necesidades de cada país para poder realmente mitigar los efectos del cambio climático. Es más, el sólo hecho de respirar ya genera huella de carbono, y bajo esa óptica, me pregunto, ¿el aire que el mundo progresista respira es diferente?

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