Alexander Velásquez

Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha trabajado como reportero para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana y El Tiempo. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Cree en la vida después de la muerte, uno de sus temas favoritos. La lectura y caminar una hora diaria mientras escucha podcast son sus pasatiempos favoritos. Escribe su segunda novela.

Alexander Velásquez

Anatomía de una infidelidad (a propósito del caso Char/Merlano y una serie de Netflix)

“Todos los seres humanos tienen tres vidas: pública, privada y secreta”. Lo dijo Gabriel García Márquez y yo digo que las infidelidades corresponden a la tercera categoría hasta que alguien levanta las sábanas y el secreto se vuelve escándalo, tragedia griega o un mar de lágrimas.

No nos llamemos a engaños: la infidelidad desaparecerá cuando se extingan los últimos tres seres humanos. Mientras tanto, la vida será carnaval, como en Sodoma y Gomorra.  

El dolor de una traición se intensifica dependiendo de quién es el tercero en discordia. Duele más si es un amigo o familiar que un desconocido. Peleas por carne entre hermanos se han visto. No es lo mismo las canas al aire “de una noche de copas una noche loca” que una doble vida sostenida durante años. A otros les gusta el colágeno pero no en píldoras.

Así, mientras los creyentes se van a un retiro espiritual, los infieles a un retiro sexual, aunque al parecer también los moteles están por las nubes.  El lugar de los hechos también cuenta. No se comparan el cuarto de hotel con su alcoba o el tapete mullido de su sala. Las personas infieles deberían tener consideración. Si van a irrespetar los cuerpos, respeten el lecho.

Bien por quienes perdonan la infidelidad, mal por quienes se acostumbran a ella.  Es bueno untarse de eso que llaman dignidad. Aprendan de los infieles que usan el jabón chiquito para quitarse el pecado, aunque aún no inventan el champú para limpiar conciencias. En todo caso, nada que una tarjeta de crédito no pueda remediar. En ciertos estratos, duele más el temor a perder los derechos en el club que la infidelidad misma.
 
La solución a una infidelidad no es otro clavo. Con dos clavos enterrados, termina perdiendo quien no tiene velas en el entierro. La venganza es para los de mente débil.

Escuchen a Galy Galiano“No voy a decir que sufrirás
tampoco que me la pagarás
me conformo apenas con que nunca vuelvas
y no verte más”

La cura para una infidelidad no es el litro de aguardiente o de helado ni una cajetilla de cigarrillos, aunque los fabricantes de unos y otros se han enriquecido con las decepciones ajenas.  

A veces la cura efectiva es la separación, por dolorosa que resulte [no hay mal que dure cien años porque nadie vive tanto] a tener que dormir con la persona que dice amarle, mientras piensa/desea/hace planes con otra. Es mejor sincerarse para poner fin a la farsa: aceptar que el amor no se escritura. El amor acaba, dijo José José. Un par de tijeras es suficiente para partir cobijas mientras vuela mierda al zarzo.

Las primeras heridas de la vida en pareja comienzan con vulgaridades, ofensas, e indiferencia. Se  tratan a las patadas y delante de los hijos. Eso de amar y respetar hasta que la muerte los separe ha sido una de las grandes ficciones de la vida conyugal.  

Jamás usen las malas palabras para dañar  a quien un día amaron con locura. Estar enojados es lícito. La grosería es hostilidad.  Muerdan la lengua si es el caso.

Mejor es aceptar que el amor se agota como la salsa de tomate. O se rompe de tanto usarlo, como dejó dicho Rocío Jurado antes de morir.

 

Tal vez un buen terapeuta sea el genio para recomponer los pedazos… pero nada será como antes.  

Hay matrimonios caídos en desgracia (léase rutina) que necesitan la "presencia" de terceros para sentir que se está vivo. Lo malo es que solo uno de los dos permanece en la “relación abierta”, comiendo calladito/a. La lujuria los desvela, el cinismo no.

En los tiempos modernos la infidelidad ocurre en sus narices. Desconfíe si su pareja toca más el celular que a usted.  Sospeche desde un principio. Desde sus principios, mejor dicho.
 
La infidelidad es más fácil de sobrellevar si cada cual está en su nido. Tengo un dicho: si quiere arruinar lo bonito que siente por esa persona, váyase a vivir con ella.
 
¿Cuál es el afán de castrar la libertad?

Ya que muchos se sienten orgullosamente católicos o cristianos, deberíamos seguir el ejemplo de Jesús: él no vino a la Tierra buscando desesperadamente pareja... y eso que tuvo menos tiempo que la mayoría de nosotros. (A Jesús lo traicionó un hombre pero ese es otro cuento).
 
Hay quienes prefieren la zona de confort: la comida y la ropa limpia en vez de una vida de solitario de sacrificio mirando hacia el techo y recogiendo la mugre solos. Al separarse, un amigo y su esposa "decidieron" dormir en camas separadas, como en la canción de Yolanda del Río.

A decir verdad,  lo decidió ella. Él se quedó de arrimado  porque no soportó la idea de no verla al despertarse y al acostarse, así fuera de lejitos, sometido al desprecio. Nos queremos tan poco que nos devaluamos como la moneda colombiana.  

Es importante que los padres les inculquen a los hijos, además del amor propio, el gusto por cocinar para que no se mueran de hambre.

-Inútiles no quiero en esta casa, le oí muchas veces decir a mi abuela. De eso también debería tratar la educación, pues hay quienes creen que esposa y muchacha del servicio son sinónimos, pero cuando se les antoja prefieren comer a la carta como el protagonista de “Anatomía de un escándalo”, la serie de Netflix a la que le pongo once sobre diez.

A través de sus seis episodios, “Anatomía de un escándalo” muestra que detrás de una infidelidad se esconden verdades que han sido cuidadosamente ocultas por el tiempo. Los infieles, como asesinos en serie, vienen con prontuario incluido.

Joan Sebastián la tenía clara:

“Cuando me encuentro ausente, tienes un amigo que ocupa tu vida, que ocupa tu mente. La gente rumora un asunto importante. La gente rumora que alguien del pueblo está estrenando amante”.

Una conocida me confesó hace muchos años que era ninfómana. Según ella, amaba a su marido pero sentía la necesidad de otros hombres. Adicción al sexo que llaman. -"No juegues con candela", fue todo lo que atiné a decirle cuando me explicó que en su familia tanto hombres como mujeres eran así.
 
-¿Así cómo?, pregunté.
-Calientes, me respondió.  
 
Perdón si el término resulta obsceno para los lectores. Pensando en esa familia calenturienta me dije: -Bendito sea Dios que heredaron el pecado de la carne y no un cáncer  

Un amigo de la infancia le es infiel a su esposa y quiere separarse pero no lo hace por sus hijos pequeños. –Si pasaron de la luna de miel a la luna de hiel, lo mejor es poner los pies en polvorosa, le aconsejo.
 
Le digo que están a tiempo de recomponer sus vidas (ambos en sus cuarenta)  pero primero deben recoger el caos y el desorden con cuchara.
 
La gente inteligente se separa a tiempo, cuando todavía hay chance en el mercado del usado. La carne no permanece fresca por siempre. Los hijos un día se largan, así que no es egoísmo replantearse la búsqueda de felicidad en otra cama, en otra piel. Además, a los hijos se les  ama  hasta cuando uno muera. Quedarse solos es una opción pero la mayoría viene programado con el chip de otra enfermedad: la adicción a las personas.  

Hablaré de la serie sin hacer spoiler. En aras de proteger la reputación del marido adúltero, Sofi, la protagonista, es obligada a escuchar en la corte el paso a paso de los encuentros sexuales de él, de una manera tan gráfica que el guionista debió disfrutar escribiendo las escenas.    Además, nos muestra cómo funciona la mente de ciertos políticos y cómo el engaño a una esposa se parece mucho a la manera como aquellos personajes engatusan a sus electores.
 
Transcribo un diálogo exquisito:
 
Asesor: -No vas a arrojarnos sorpresas a la cara, ¿verdad Sofi?
Esposa: -¿Cómo cuál?
Asesor: -Pues anunciando que te marcharás, publicando tu lado de la historia.
Esposa:  -¿Eso se cuestiona?
Asesor: -Por supuesto que sí.
Marido: -Es obvio que no me dejará. Lo siento cariño.
Esposa: -Es obvio que no lo voy a dejar. He sido su esposa por 12 años, tenemos dos hijos. ¿Por qué arruinar todo por una estúpida equivocación?
Marido: -¿Y no quieres que presente mi renuncia?
Asesor: -El primer ministro decidirá si es necesario, pero él no abandona a sus amigos, en especial a los más cercanos. Y tú eres uno de ellos. Lo dice el artículo. Además, el sexo no destruye carreras en estos días, tal vez ganes seguidoras entre los votantes maduros, (risas) porque no van a discutir sobre un asunto simple: un resbalón con cualquier hembra.
Esposa: -Es una mujer, no una yegua:
Asesor: -Trato de ayudar a tu esposo… y a ti, obviamente.
Marido: -Pues no reveles mucho sobre ti mismo en el proceso.
Asesor: -Parece que alguien se siente brava. Esto es muy bueno, es exactamente lo que necesitamos. (Dirigiéndose al marido) Escucha: no des detalles pero no niegues nada. Nada de negaciones o por negarlo te saldrá el tiro por la culata. Por lo tanto, no expliques. El resumen de tu guión es este: te arrepientes, breve aventura, priorizas a tu familia y al electorado. Distrae y confunde, pero no lo niegues. ¿Entendido?
 
A estas alturas me acordé del caso Alex Char-Aida Merlano. Sexo,  cachos, mentiras y compra de votos. El novelón de la política sucia.  Llama la atención  el papel asumido por la esposa del ex alcalde de Barranquilla al salir en su defensa. “Ya lo pasado, pisado”, dijo ella y así le lavó la cara a su esposo, aunque -supongo- revivir  la traición debió costarle muchas lágrimas. Muy pocas personas pasan el adulterio a palo seco. 

La serie “Anatomía de un escándalo” parece inspirada en ellos dos. Mejor dicho, en ellos tres. Sin embargo, nada que un político libertino no puede solucionar con una declaración fríamente calculada para que la prensa haga su parte en medio de la función mediática. En cuestión de escándalos, el periodismo  es usado con fines perversos. Leí en las redes sociales sobre un diario barranquillero que pasó de agache ante aquel escándalo. No los reprocho: a veces los amigos somos cómplices de las traiciones amorosas de nuestros conocidos…  ¿para qué meterse en líos de faldas?, es lo que solemos decir. Todo es manipulable. La manipulación es un arte que se aprende y los políticos (como lo verán en la serie) aprenden rápido. Podría decirse que nacieron aprendidos.
 
De regreso al caso Char/Merlano, en un país decente  una aventura sexual revuelta con compra de votos sería suficiente para que un político, avergonzado, se hiciera a un lado. Pero en Colombia –el país de lo sui generis- la gente corrupta termina premiada en las urnas o en los cargos diplomáticos.  Perdón si me salí del tema.
 
He estado pensando en algo: ¿La gente infiel nace no se hace? Se hace la pendeja, tal vez, pero en el fondo  creo que genéticamente se tiene una predisposición a ser víctima o verdugo, quiero decir, a ser fiel o ser infiel; está en el ADN, en la carga sexual o en nuestro instinto de cazadores.

Hay gente a la que, sin ser atlética, le va muy bien saltando como malabaristas de cama en cama. En mis tiempos al desenfreno lo llamaban promiscuidad, ahora lo llaman poliamor. Un día escribiré sobre esta exótica especie humana: con la aparición de las redes sociales cambió la aritmética del amor y se multiplicaron las infidelidades.  
 
No se pierdan la serie de Netflix. Un final impactante, una lección para Colombia, mi país, donde la moral es una virtud en desuso.

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Alexander Velásquez
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