Dicen que, en el siglo IX cuando sus alumnos le preguntaron al matemático árabe Al-Khawarizmi, padre de los algoritmos, cuál es el valor del ser humano, éste respondió:
«Si tiene ética, entonces su valor es = 1.
Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será = 10.
Si también es rico, súmele otro cero y será = 100.
Si por todo eso es, además, una bella persona, agréguele otro cero y su valor será = 1000.
Pero, si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor pues solamente le quedarán ceros.
Existen personas que habrán escuchado o leído en algún momento de su vida esta respuesta y otras que no. Sin embargo, con todas ellas, quiero compartir la siguiente reflexión:
Desde el año 820 Al-Khawarizmi enriqueció la Casa de la Sabiduría del Califato Abasí,el mayor centro intelectual de la Edad de Oro del Islam, y sus invaluables aportes en matemáticas, astronomía y geografía no han perdido vigencia.
Son muy escasas las personas que hoy, 21 siglos después, no utilizan de alguna manera los conocimientos que nos legó Al-Khawarizmi. En las escuelas de todos los países sus algoritmos se enseñan para abordar problemas difíciles y desglosarlos en partes sencillas de resolver.
Ingenieros, científicos, investigadores y, me atrevo a decirlo, todas las personas que han asistido por lo menos a la escuela básica primaria, han recibido de algún modo los saberes del matemático árabe.
La ciencia de los números es fundamental para el desarrollo intelectual de los niños y más adelante de los adultos, nos ayudan a ser lógicos, a razonar y a estar dispuestos al pensamiento, la crítica y la abstracción.
Sin embargo, me pregunto por qué la ecuación sobre el valor humano de Al-Khawarizmi se ha quedado refundida en la historia, solo se utiliza en charlas motivacionales o en mensajes de redes sociales que muchos leen y pocos entienden o aplican.
La respuesta es simple, hemos creado un mundo en el que se confunde el valor por el precio, evaluamos la importancia de algo por su grado de utilidad y de la satisfacción que es capaz de proporcionarnos. Hemos olvidado lo realmente importante y no comprendemos que el amor, el respeto, la honestidad y la justicia, más que cualidades o consideraciones, son sentimientos sociales que no pueden tasarse.
Solo desde la educación temprana en valores, la permanente promoción en la ciudadanía del respeto y el ejemplo continuo de las relaciones corresponsables, lograremos entender, individual y colectivamente, sin entrar en discusiones académicas, los principios fundamentales de la ética.
Al-Khawarizmi, a través de las matemáticas, nos heredó un conocimiento científico que hemos aprovechado por siglos para el progreso económico y tecnológico de las naciones, pero no debemos olvidar que ese mismo genio, nos regaló con una simple respuesta, la ecuación del progreso y la equidad social.
Reflexionemos acerca del comportamiento ético, demos ejemplo, enseñémoslo a los más pequeños y compartamos la ecuación.