El tema que más preocupa al sector empresarial, es la incapacidad de generar ingresos mínimos para cubrir la nómina de los 6,3 millones de trabajadores formales actuales, con el pasar de los días el estancamiento de la economía se hace más evidente y el debate sobre salvar empresas apenas comienza ¿por qué, cuáles, cómo y cuándo? Son las preguntas mínimas que se hacen los mercados. Quién debe responderlas es el Estado, que para tal fin, debe ingeniárselas para no derrochar y poner en riesgo la plata de los contribuyentes.
Muchas voces han opinado sobre la conveniencia de salvar a Avianca, la segunda aerolínea más antigua del mundo y una de las empresas más grandes de Colombia, porque a pesar de ser una hoy una multinacional, la mayoría de su operación se realiza en nuestro país, lo que nos ha permitido disfrutar de enormes ventajas competitivas para impulsar el sector del turismo, considerado como el nuevo petróleo en diversos países. Ninguno tan diverso como éste.
Sin embargo, algo que parece tan fácil a primera vista, pues creeríamos que salvar a Avianca era algo fundamental a los ojos de cualquier ciudadano racional, ha generado todo tipo de ataques desobligantes de los expertos en todos los temas, quienes juzgan de acuerdo a sus prejuicios y sin ninguna justificación jurídica, económica o científica, más con el ánimo de entorpecer cualquier tipo de acuerdo que con el deseo de encontrar soluciones para las familias que hoy dependen de esta tradicional empresa.
Pero no, empezaron a decir que iban a rescatar a Avianca por encima de otras empresas, como si fuera una acción excluyente, como si fuéramos incapaces de ponderar las variables y tomar las decisiones económicas que se han tomado con tanta seriedad en la larga historia institucional del país.
También dijeron que Avianca era panameña porque tenía su domicilio en ese país, que es mucho más competitivo en materia impositiva, solo falta que digan que Google es irlandesa y Toyota estadounidense. Otros dijeron que se había acogido a la ley de quiebras en Estados Unidos porque la mayoría de sus accionistas eran de ese país, cosa que ocurrió porque no se le pagó a la empresa United Airlines el préstamo de cerca de 500 millones de dólares y esta pasó a pignorar las acciones. Es evidente que ninguna de estas circunstancias ha afectado la dimensión de la operación en Colombia. Quienes opinan tan ligeramente, parecen jugando Risk antes de la caída del muro de Berlín y no se dan cuenta del mundo en el que vivimos, libre, abierto, globalizado e interconectado.
Quiero encontrar las respuestas a las preguntas planteadas al inicio de este escrito, porque la verdad me cuesta entender que un país no quiera recuperar una de sus más importantes empresas.
¿Por qué? debemos rescatar a todas las empresas que sea posible, porque son las que generan empleo, ingresos y consumo, porque son la base para enfrentar una crisis sin hambre; porque dependemos de Avianca, para seguir teniendo el tercer aeropuerto más grande de Latinoamérica, con 35 millones de pasajeros al año que llegan con la simple intención de una conexión, tomándose un café en Juan Valdéz, haciendo cada vez más importante la actividad turística y recibiendo inversionistas que vienen a inyectar dólares a nuestra economía. Si no se rescata, no solo se perderá el trabajo de los 15.000 empleados de la empresa sino que difícilmente seguiremos siendo un HUB competitivo, al no contar con la operación de Avianca, la demanda será fácilmente absorbida por Lima o Ciudad de Panamá, para no hablar de las rutas internas, que van a ser difíciles de cubrir en un país donde absurdamente no hay trenes y las carreteras son deficientes.
¿Cómo y cuándo? Estas son las preguntas más complejas e importantes. En primer lugar, no sería estratégico que el gobierno entrara como accionista, no es la misión del Estado administrar aerolíneas y no pagamos impuestos con ese fin, a modo de préstamo se incurriría en un riesgo muy grande puesto que antes de esta crisis la situación financiera de la empresa no era favorable, el último año genero pérdidas por 100 millones de dólares, mientras que sus pasivos sumaron 7.300 millones de dólares, sin mencionar que la mayoría de sus ingresos son en pesos colombianos. Ciertamente creo que el crédito que está dispuesto a desembolsar el gobierno, será a tasas mínimas para solventar la nómina y con seguridad algún subsidio a la misma, pero, si se quiere ir más allá, se podrían exigir condiciones mucho más fuertes como el cambio de residencia fiscal nuevamente a Colombia y, en la medida que las ayudas requeridas sean de mayor cuantía, deberán estar dirigidas a salvar a los empleados y a la operación, por encima de los intereses de los accionistas. Este rescate se estima entre los 2 mil y los 5 mil millones de dólares dependiendo de los inciertos efectos de la pandemia y su duración.
Entonces ¿qué hacer? Esa respuesta solamente la tendrá el Ministerio de Hacienda, después del proceso de quiebra ante una Corte de los Estados Unidos. Mientras tanto, espero que haya más competencia en el sector aeronáutico colombiano, pues aunque casi nunca viajo en Avianca, porque me parece que sus tarifas son excesivas, los retrasos son inexplicables y el servicio podría ser mejor, jamás negaré la importancia estratégica que la misma representa para nuestra economía. Además, es una cuestión de orgullo nacional, no dejemos caer una empresa tan importante que ha servido para representar nuestra marca-país a lo largo del último siglo. Los invito a ponernos de acuerdo al menos en eso.