Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

Bloqueio

“Bloqueio” es un documental brasileño dirigido por Victória Alvares y Quentin Delaroche quienes siguieron de cerca en 2018 el paro de los camioneros que salieron a las principales “rodovias” del país para presionar mejoras en sus condiciones laborales. 

Hablamos del Brasil que, dirigido por Michel Temer, vivía una situación política muy difícil a causa de la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y la condena, tras la Operación Lava Jato, de Lula Da Silva en 2017.

Fueron siete días en los que Brasil estuvo bloqueado mientras los fantasmas de una intervención militar, a petición de parte, crecían. Como dato curioso, a los 5 meses de este suceso, el capitán del ejército en uso de retiro, Jair Messias Bolsonaro, ganaba la presidencia.

Cuatro años después, los brasileños han regresado a las urnas y han hablado. Con un 50.9% para Lula Da Silva y un 49.1% para Bolsonaro, y en un ríspido balotaje se han debatido entre la reelección de dos figuras con estilos y visiones políticamente opuestas. 

De ahí que las elecciones hayan tenido unos niveles de polarización altísimos alimentados por unas encuestas más que tendenciosas mediante las cuales, las diferentes firmas encuestadoras, intentaron mostrar a un Lula muy superior a Bolsonaro; sin embargo, en las dos vueltas electorales dichos sondeos fueron desmentidos en las urnas. 

Así, una vez los resultados se conocieron y tras su resurrección política, Lula salió rápidamente a dirigirse al país para enviar el típico y calcado mensaje populista de las izquierdas latinoamericanas y con la habitual hipocresía que los caracteriza llamó a la unión nacional, a la paz y al amor cuando él mismo ha sido el arquitecto de la profunda división en la que queda sumido el Brasil. En resumen, el recetario es de suyo conocido, populismo con mezcla de multilateralismo será lo que veremos para los cuatro siguientes años. 

Por su lado, Bolsonaro guardó silencio por más de 40 horas mientras una serie de bloqueos en las carreteras interestatales iban incrementando la de por sí ya tensa situación.

En escueta alocución fue muy claro en decir que las manifestaciones eran sinónimo de indignación por la manera en que se había dado todo el proceso electoral. Pero, enfáticamente dijo que de ninguna manera la derecha podía apelar a los mismos métodos de la izquierda en virtud de que valores como “orden y progreso” han sido decisivos a la hora de diferenciarse. Y a pesar de todo el estigma de antidemocrático que los medios de comunicación han ayudado a vender, se comprometió a cumplir estrictamente todos los mandatos de la constitución. 

De tal suerte, su derrota tiene un significado histórico, pues, es la primera vez que un presidente pierde la reelección, tras ser aprobada en 1997. A partir de esa fecha, todos los que lo intentaron ganaron tal como sucedió con Fernando Henrique Cardoso en 1998, Lula Da Silva en 2006 y Dilma  Rousseff en 2014. 

En términos muy sencillos, la izquierda ha ganado con un margen de 1.8%, muy similar a lo sucedido recientemente en Colombia donde ganó con casi 3% de ventaja, lo que demandará de Lula un gobierno más comprometido con una oposición que ha hecho sentir poderosamente su voz tanto en las urnas como en las carreteras. 

Luego, Lula viene a competirle históricamente a Getulio Vargas quien retornó al poder en 1950 después de ganar las elecciones en 1930 y 1945. Ahora el líder sindical hace lo propio después de haber vencido en 2002 y 2006, ubicándolo en un lugar muy especial de la historia en razón a que, como es bien sabido, solo Vargas pudo con su liderazgo crear el Brasil con las formas que actualmente conocemos. A partir del 1 de enero del próximo año será el turno para que Lula termine su obra y podamos definir completamente su legado.

Por demás, no resulta nada sorprendente que el paso de Lula Da Silva por la cárcel no haya minado su imagen; todo lo contrario, fue razón de peso para ejercer sobre su base electoral una suerte de encanto y hechizo produciendo una sensación, empujada por los grandes medios de comunicación, de estar del lado correcto de la historia.

Al cierre de esta edición podemos ver que los bloqueos han continuado y las autoridades estatales han procedido a usar la fuerza para reestablecer la movilidad y evitar que las consecuencias vengan a sumar a la ya difícil situación que vive la economía verde-amarela y se repitan los sucesos de 2018.

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Mario Huertas
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