Carta a Verónica

Querida Verónica:

 La confusión que reina en este país nos ha quitado hasta la certeza que teníamos de que el Día de la Madre se celebra el segundo domingo de mayo. A tal punto que hoy, último domingo, aparecen avisos anunciándonos la nueva fecha impuesta por los acontecimientos. Es comprensible si se tiene en cuenta que el comercio está en la olla y estas goticas de lluvia salvarían a algunos de la quiebra. Está bien tener dos fiestas el mismo mes, así hacemos caer un serenito. 

Te cuento y actualizo: llevamos un mes de paro con resultados complicados. El paro se veía venir desde 2019, pero la pandemia del COVID lo atrasó unos meses. La gente está cobrando ahora la deuda del Estado acumulada por décadas en el contrato social de Colombia. Y los platos rotos le tocaron a Duque. Tú sabes de mi cercanía con él y su familia. Es un tipo bueno, bien intencionado, que llegó con su ingenuidad juvenil a cambiar las costumbres políticas. Empezó quitándoles la mermelada en forma de privilegios económicos a los congresistas, que, como tú bien lo sabes, es el combustible para moverlos. Imagínate algo así como que yo llegara al Concejo de Sincelejo con el sermón del Padre Llano. Los concejales me chiflarían: el Padre Nuestro de ellos es el CVY. 

No hay duda de que los congresistas abusan. El otro día llegué al aeropuerto de Los Garzones y a uno de ellos lo esperaban tres camionetas blindadas, una moto y cuatro escoltas. Se trataba de ese de Córdoba, cuya declaración de renta no aguanta la auditoría del Viejo Amado, el contador del pueblo. Cuando lo atisbé abordando la blindada de la mitad, pensé: este fantasma no merece y no tiene por qué tener toda esa gente protegiéndolo. Más bien, que le echen a la DIAN. Y esto no es nada: el presidente de uno de los sindicatos (que ya debería estar jubilado) se gana casi 40 barras al mes fuera de chicles y necedades. 

Son precisamente cosas como esas las que se han venido incubando para que llegara el día en el que a los jóvenes se les saltara la piedra. Los abusos de parte y parte son los que nos tienen fregados, mientras el pueblo aguanta filo al mediodía, sin posibilidades de almorzar. Hace días que no voy a Sincelejo. Entre motos y desempleo se bandea la gente con el rebusque. Me dicen que está carísimo. La docena de huevos vale 11 mil pesos y se ha subido el 25 por ciento desde que Carrasquilla confesó que no sabía el precio. Eso es lo que se llama tener cáscara. A Carrasquilla le dirán “fósforos El diablo” pues con la reforma tributaria encendió todos estos líos. No lo creo, esa fue solo la chispita final: la leña ya estaba ardiendo. Hasta retiraron la reforma y la vaina ha llegado a unos límites que invitan mejor a cerrar los ojos. 

Hablando de rebusque, te paso este dato: en la Zona Sur, Barrio Madis, de Sincelejo todos los días llega un tipo armado y les paga 70 mil pesos a los muchachos malosos y desempleados para que se pongan capuchones, como los del carnaval, los acompañen a hacer bulto en las manifestaciones y por la tardecita les echen piedra a los bancos o supermercados que se topen en el camino (como me molesta que les digan “desechables”). Se pregunta uno: ¿de dónde sale este billete para contratar malhechores? Por las noches celebran sus fechorías, ya tú sabes con qué, y no tienen el mínimo remordimiento de conciencia por el daño que hacen. Lo que sí tienen es la mente llena de emociones turbias y el odio inculcado. Como el día de elecciones, cuando el Gordo en Majagual compraba conciencias. La diferencia es que estas elecciones llevan 30 días.

A Gustavo, lo veo en las noticias. Sigue con sus desafueros. Me ha recordado mucho las corralejas del Dulce Nombre de Jesús cuando los tipos se meten a hacerle morisquetas al toro de la violencia y este, azuzado, se convierte en el diablo de la plaza. En ese momento no lo controlan ni manteros o garrocheros. Esa es la corraleja del país donde al toro suelto del terrorismo no lo controla nadie, ni siquiera el Viejo Gus. Nos está pasando como en esa tarde lluviosa del 20 de enero de 1980, cuando se cayeron los palcos… así se está cayendo Colombia y al muerto se lo va a cargar Gustavo. Pendejo, perdió la oportunidad de su vida de repartir en el país el casabe moral que tanto necesita. 

Pensaba felicitarte por el Día de la Madre y me ha salido toda una pastoral. De tu hermana, sé que está bien. Le tocará acostumbrarse a las pintas nuestras, pues la ropita elegante del exterior no va a llegarle. Ya se perdió la confianza en el país y las “Hermes” ya no aterrizarán a nuestras vitrinas. A Dios gracias, ella seguirá siendo muy bonita así se vista con hebra del Baratillo Medellín. Por cierto, como los dedos, ustedes tan distintas: ella tradicional, tu rebelde. Ella reposada, tú con las travesuras que te hicieron inolvidable en la época de muchacha en Sincelejo. Creo que solo Norma te pudo “aquietar”. Pero son dedos de la misma mano y por eso tienen que dejar a un lado las diferencias que las separan. La política es efímera y la familia perenne. Como los ciudadanos, no importa que seas de izquierda o de derecha, de arriba o de abajo: todos somos colombianos.

Bueno, Niña Verónica, te pido un gran favor: rezas por todas las madres colombianas, muchas de las cuales no verán hoy a sus hijos. Te diría: ve a la Catedral de San Francisco de Asís, pero hoy no escucharás las notas alegres del “Toro Negro”. Por esta situación, y lo lamento, te toca hacerlo en la basílica de Santa María del Fiore. 

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