Los enormes costos económicos derivados de la crisis sanitaria y la lamentable pérdida de vidas humanas han puesto al descubierto la fragilidad estructural de los sistemas económicos y políticos del mundo. Por lo que se hace necesario un gran esfuerzo para sacar adelante reformas estructurales para mejorar los índices de competitividad.
En Colombia estamos ante un oxímoron, somos un país con impuestos altos y recaudo bajo, receta perfecta para ahuyentar la inversión. El esfuerzo de este gobierno ha sido enorme, al igual que el de algunos gobiernos pasados, pero las instituciones en Colombia no están diseñadas para tener una economía de mercado competitiva que facilite un Estado de bienestar eficiente.
Mitigar la reducción de la actividad productiva, derivada de los efectos sobre la oferta y la demanda que desencadenó un círculo vicioso de desempleo y volatilidad en los mercados financieros, es uno de los retos más grandes en la historia moderna del país.
El comercio mundial declinó en el primer trimestre del año 3,7%, las órdenes de exportaciones cayeron más que en la crisis financiera de 2008, y la OMC estima una caída de 9,2% en el comercio mundial a final del año. El Banco Mundial estima que el 93% de las economías del mundo entrarán en recesión en 2020 (frente al 84% observado en 1931). Por su parte, la OCDE pronostica que la recuperación será lenta e incierta, con una caída del PIB mundial este año entre 6 y el 7,6%.
En el peor escenario, 53 millones de personas perderían su trabajo durante el 2020, de los cuales apenas se recuperarían la mitad en el año que viene, además se calcula que unos 115 millones de personas caerán en la pobreza extrema.
En nuestro país se espera una caída del PIB entre el -4,9 y el -7,9%, aumentando el porcentaje de personas en condición de pobreza al 36%, cifra que equivale a 700.000 personas más en condiciones de pobreza. Las exportaciones cayeron en una cuarta parte entre enero y agosto, así como un quinto de las importaciones. También tuvimos la mayor tasa de desempleo según la OCDE. En resumen, el retroceso en materia de lucha contra la pobreza se calcula en una década.
El desplome de los precios del petróleo, la reducción del recaudo y la necesidad de aumentar el gasto público, desbalancearon el gasto nacional superando el espacio permitido por la regla fiscal, dicha regla se suspendió. El efecto de este escenario es un aumento de la deuda pública en Colombia como en la mayoría de los países del mundo en 2020. La desigualdad, alta informalidad y baja productividad amplifican los efectos negativos de la crisis, especialmente entre los más vulnerables.
La brecha digital ha dificultado la migración al trabajo en casa, así como la insuficiente conectividad ha dificultado la continuidad de la educación. En 2018 tan solo un poco más de la mitad de los hogares tenían conexión a internet, lo anterior se ve agravado por la falta de capacitación de los profesores en el uso de herramientas digitales.
Pero no todo el panorama es oscuro, en el año 2019 Colombia mejoró su puntaje en 10 de los 12 pilares del índice mundial de competitividad. Dentro de los 141 países evaluados nos encontramos en el puesto 57 con 63 puntos sobre 100. Dentro de los cuatro capítulos i) condiciones básicas, ii) capital humano, iii) Mercados y iv) Ecosistema de Innovación podemos encontrar los siguientes resultados:
En síntesis, la inequidad del país se ha hecho más visible, lo cual debería llevar a priorizar la agenda de cierre de brechas en el marco de los procesos de reactivación y recuperación económica. En este contexto, la competitividad como conjunto de políticas, instituciones y factores que determinan el nivel de productividad de una economía es fundamental para afrontar la crisis a un menor costo. Las reformas deben estar encaminadas al mejoramiento de las instituciones, aceleración e inversión en más proyectos de infraestructura, adopción de las TIC, variedad de productos y educación para la innovación y el emprendimiento.
