María del Rosario Concha

Psicóloga de la Universidad Javeriana, con estudios de especialización en educación, en práctica sistémica y terapia familiar sistémica del Kensington Consultation Centre Foundation, London (KCCF) - Sistemas Humanos.

María del Rosario Concha

Creer en los adolescentes: nuestra apuesta por un futuro transformador

 

La adolescencia, a menudo, ha sido estigmatizada y etiquetada como una etapa problemática y desafiante que implica unos retos significativos para la mayoría de los adultos, pero es también un período crucial en el desarrollo humano que merece que nos preguntemos acerca de cómo la entendemos, de cómo la vivimos y del impacto que nuestras ideas y sentires pueden tener sobre la percepción y la vivencia que tienen los adolescentes sobre sí mismos.

Después de la pandemia del COVID 19, la salud mental de muchos adolescentes se ha visto particularmente afectada, entre otras cosas, por el acceso y auge desmedido a las tecnologías digitales, a las redes sociales y a la presión social a la que se ven continuamente enfrentados. Si a esto le sumamos que muchos adultos se aproximan a ellos desde el miedo, desde los prejuicios y desde la prohibición, más que desde el escuchar para entenderlos, para construir con ellos desde la confianza, desde sus fortalezas y desde sus potencialidades, es probable que no estemos contribuyendo de manera útil a la construcción de una identidad fuerte y a la seguridad en sí mismos que tanto necesitan los jóvenes en esta etapa.

Es momento de cuestionar los estereotipos negativos que rodean a los adolescentes y empezar a creer en ellos, a crecer con ellos y a promover su potencial. Reconocer la importancia de esta etapa y valorar las cualidades que emergen en los jóvenes puede marcar una diferencia significativa en su crecimiento y en la sociedad. 

La adolescencia no es un problema por resolver, sino una etapa natural de desarrollo que todos atravesamos en algún momento de nuestras vidas. Es un período de transición en el que se experimentan cambios físicos, cognitivos y emocionales de gran impacto. A pesar de los desafíos que puedan surgir, es importante recordar que estas transformaciones son esenciales para la construcción de la identidad y el desarrollo de habilidades necesarias para la vida adulta.

Durante la adolescencia, los jóvenes experimentan la búsqueda de identidad, la necesidad de independencia y exploración, y el desarrollo de relaciones interpersonales y habilidades sociales. Es un período donde la creatividad, la curiosidad y el deseo de comprender el mundo se encuentran en su punto máximo. Aunque es común que enfrenten momentos de inseguridad y confusión, también exhiben creatividad, pasión y energía que pueden ser canalizados hacia la realización de proyectos y metas significativas. Su curiosidad y deseo de exploración pueden catalizar cambios positivos en sí mismos y en su entorno.

Para construir un mundo en el que los adolescentes florezcan, es fundamental adoptar una perspectiva apreciativa. En lugar de enfocarse en lo que falta o en los errores cometidos, es crucial resaltar sus cualidades positivas; su resiliencia, empatía y capacidad para el aprendizaje rápido. Al hacerlo, se les brinda la confianza necesaria para abrazar sus fortalezas y enfrentar los desafíos con una actitud proactiva.

Reconocer y nutrir las fortalezas de los adolescentes tiene un efecto profundo en su autoestima y salud mental. Al sentirse valorados y comprendidos, los jóvenes desarrollan una imagen positiva de sí mismos, lo que reduce la probabilidad de caer en problemas de salud mental y fomenta un sentido de propósito en sus vidas. Esta autoimagen positiva actúa, además, como un escudo protector contra la presión social y los efectos negativos del estrés.

Los adolescentes de hoy son los adultos del mañana, con la responsabilidad y el privilegio de guiar el curso de la sociedad y la cultura. Su visión fresca, su creatividad, su capacidad de adaptación y su profunda convicción en que pueden lograr lo que se proponen, los convierten en poderosos agentes de cambio. Como adultos y formadores de adolescentes, debemos proporcionarles entornos seguros que fomenten el crecimiento, el aprendizaje y la exploración, en los que puedan expresar lo que sienten y piensan, y en los que puedan tomar conciencia de sus emociones, gestionarlas de manera útil y empática, y construir las herramientas que necesitan para cuidar de sí mismos y de otros.

Para que los adolescentes construyan una versión positiva de sí mismos, es crucial brindarles apoyo, fomentar la comunicación abierta y alentar sus aspiraciones. Los adultos debemos ser modelos por seguir, mostrando empatía y paciencia, mientras los guiamos hacia la toma de decisiones informadas y el desarrollo de habilidades esenciales. Pero debemos construir con ellos, hacerlos partícipes, pues son ellos su propio motor y quienes mejor nos pueden ayudar a entender sus realidades, para crear juntos, mundos posibles.

El lenguaje juega un papel central en la construcción de realidades. Varios autores han explorado cómo el lenguaje influye en la percepción de la realidad y en la formación de identidades. Al adoptar un lenguaje apreciativo para hablar de la adolescencia, contribuimos a crear una realidad en la que los jóvenes sean vistos como individuos capaces, libres, creativos, que toman decisiones, que solucionan problemas, que cometen errores, que son apasionados, que sueñan con un mundo mejor y que están desarrollando las herramientas que necesitan para aportar a la construcción de un futuro más prometedor.

Creer en las capacidades y en el potencial de los adolescentes y hacerlo visible a través del lenguaje que utilizamos para referirnos a ellos, es esencial para su desarrollo y para la construcción de su presente y de su futuro. Al adoptar una perspectiva apreciativa sobre lo que son y al valorar sus errores como oportunidades de aprendizaje, destacar sus fortalezas y brindarles apoyo, estamos sentando las bases para que sean desde ya los líderes comprometidos y transformadores que tanto necesita nuestra sociedad. 

Recordemos que los adolescentes de hoy son los constructores del mañana y necesitan de nuestra confianza y apoyo inquebrantables. ¿Cuál es la huella de sentido que les queremos dejar? Necesitamos aprender de ellos y con ellos, esa es nuestra tarea y nuestra responsabilidad. Tenemos que estar ahí para ellos, para ayudarlos a sobreponerse a las situaciones que enfrentan ofreciéndoles las herramientas que necesitan para crecer, generando contextos de confianza en los que puedan manifestar sus miedos, sus preocupaciones y en los que los adultos seamos parte fundamental de su red de apoyo

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María del Rosario Concha
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