Casi sin percatarme, una leve sonrisa se perfiló en mi cara mientras Omar Bula profería críticas contra Uribe y Duque, en una reunión en casa de Antonio Nicolás a pocas semanas de las pasadas elecciones presidenciales, lo que llenó de indignación al orador. ¿De dónde es esa sonrisa? Fue el reclamo de Bula que llegó a mí memoria luego de escuchar las lúcidas exposiciones de este analista que trabajó durante veinte años en la ONU, sobre temas de todo mí interés, en su canal de YouTube.
Para ese momento ya las cartas estaban echadas: la presidencia se la disputaba el candidato de Santos y las FARC, Gustavo Petro, al candidato de la oposición, Iván Duque, lo que generaba justificados temores. Y no era para menos luego del inmenso salto de la izquierda hacia el poder gracias a la siniestra y muy elaborada estrategia puesta en práctica durante los dos mandatos de Santos con esa finalidad.
Bula había publicado un libro sobre el Crimen Transnacional Organizado qué, junto a Bumerán Chávez, era mí referente para estudiar un problema al que la mayoría le daba la espalda: América Latina se había constituido, debido al poder alcanzado por la izquierda a partir de un tal Foro de Sao Paulo alimentado de corrupción, infiltrado por el terrorismo internacional y soportado por el gigantesco negocio de las drogas, en un lugar explosivo. Ya Periodismo sin Fronteras nos había alertado de ese fenómeno y había puesto el dedo en la llaga al mencionar la injerencia de George Soros en la región. El panorama y las perspectivas futuras que se presentaban a comienzos de 2018 generaban inmensa preocupación y a esto se refería Bula en esa reunión al poner sobre el tapete la relación de Soros con el candidato de derecha, llevando las cosas al extremo de insinuar que el candidato de izquierda pudiese ser una opción menos inquietante.
A Soros se le conocía como un especulador que se había hecho multimillonario y escudado en una falsa filantropía, financiaba ONGs, partidos políticos y medios. En Colombia, los promotores de las movidas de Santos y las FARC recibían cuantiosos recursos de Soros a través de su fundación, Open Society. A Duque, al que se le identificaba como el candidato de una derecha que se oponía a Santos y en plena campaña le desempolvaron un elogioso artículo dedicado a Soros publicado en El Tiempo cuando era un joven columnista. Para quienes quieren hilar fino no era sino tirar de ese hilo.
No se tenía una visión del poder global de Soros como la que se tiene ahora. Con esto de la pandemia han salido a la luz sus tentáculos en todo el mundo. Hace un año Bula le dedicó tres programas radiales a este asunto que han cobrado relevancia últimamente.
Muchas cosas han cambiado desde el día de mi sonrisa tomada por sarcástica. Tal vez lo fue, no lo sé con certeza, es mi manera de sonreír en las raras ocasiones en que lo hago. Considero a la sonrisa un reflejo del alma y la mente que nos puede hacer malas jugadas. Con una amarga sonrisa me pregunto si Bula tenía la razón y si estarían en lo cierto quienes consideraron que Álvaro Uribe no tenía la autoridad moral para proponer de nuevo un candidato después del terrible error de llevar a la presidencia al nefasto Juan Manuel Santos…
¡Cómo no hacernos estas delirantes preguntas cuando, de los setecientos días de su presidencia, Duque nos ha mantenido confinados durante más de cien de ellos poniendo a buen recaudo nuestra cordura y nuestras libertades: la de elegir a este o a aquel, la de expresarnos como nos venga en gana, la de creer o no creer, la de pensar esto o lo otro, la de vivir acá o allá, la de educar a nuestros niños de está o de otra manera, la de ir a dónde nos plazca, la de visitar parientes y amigos, la de tomar el aire, caminar o correr, la de sonreír así o asá!
Las cosas han cambiado, sin duda. Por ejemplo, en 2018 el debate era entre derecha e izquierda y hoy nos vienen con el cuento de que es entre nacionalistas y globalistas. Pasamos de hablar del siniestro Nuevo Orden Mundial a ocuparnos del omnipotente Soros. Y, para seguir alimentando el terror, ya no es el de la amenaza de una guerra nuclear sino de un virus, así como lo oyen, de un simple y no tan letal virus ¡Qué insensatez!