Ignacio Arizmendi Posada

Periodista de la Universidad de Navarra.

Exdecano de la Facultad de Comunicación de la UPB.

Excolumnista de El Colombiano y El Mundo (Medellín), El País (Cali), El Tiempo y Revista Cromos (Bogotá).

Autor de 15 libros de historia y ensayo.

Ignacio Arizmendi Posada

De teólogo a “candidatólogo”

Quien escribe esta columna hace parte de la tertulia “La vacaloca”, situada en Medellín (no doy su dirección para evitar ser espiada por agentes del alcalde Daniel Kingtero), y formada por mujeres y hombres refractarios a los cantos de sirena de la izquierda y compañeros de viaje. Pues bien, en la última sesión, mientras veíamos un debate por televisión de los candidatos a la presidencia, se apareció monseñor Carrillo, célebre por sus chascarrillos, con su 1.90 de estatura, casi cien kilos de peso y gafas de carey, un invitado permanente, radicado en Bogotá. 

Lo primero que contó, tras saludar y sugerir que bajáramos el sonido del televisor, fue que la víspera lo había llamado la cenadora, perdón, la senadora Piedad Córdoba, deseosa de confesarse con este eclesiástico, cercano a ciertas élites políticas de la capital. “La oiré en confesión, y les cuento…”, dijo con cierta picardía en la voz: es que cuando Monse quiere hablar en serio, habla en broma. Cosas suyas: ¡qué le vamos a hacer!

Y, claro, al vernos pendientes del debate de los aspirantes presidenciales, se dejó venir con un reguero de chascarrillos al respecto. “Está bien que un candidato sueñe en grande”, dijo para empezar. “El riesgo es que no despierte del sueño”, y añadió: “A veces se olvida que el mejor candidato es quien tiene las soluciones para lo que nunca las ha habido”, acotó. A hilo de esta afirmación, una de las “vacaloqueras” –de colecaballo ella y tatuaje en la punta de su nariz respingada– le preguntó qué opinaba del tren aéreo entre Buenaventura y Barranquilla propuesto por el dirigente castrochavista Gustavo Petro. “Hay aspiraciones de candidatos que dejan a los ciudadanos sin respiración”, contestó, y  agregó: “Es que existen aspirantes que sienten que crecen solo cuando tienen delirios de grandeza”. 

El fondo del tema lo percibió un tertuliano sin colecaballo, rapado y tatuado en la frente, para indagar al eclesiástico acerca del mesianismo en quienes buscan la presidencia. “Lo primero que tengo para decirte es que ningún candidato se hace tal porque ‘un ángel me lo reveló en sueños’. No, nunca”. Y agregó: “Aspirante que pose de mesías en los medios, ‘morirá’ crucificado en las urnas. Incluso tendrá que aceptar que, en su cruz, estará acompañado de ladrones...”.

Una tertuliana de pinta raizal, como dicen los alumnos de Fecode, quería oírlo hablar acerca de quienes asesoran a los candidatos. Pensó unos segundos antes de responder: “Los peores opositores de los aspirantes son los asesores cuando, por meter la mano, meten la pata. Es que hay candidatos que esperan tanto de sus consejeros, que hacen creer que el caso es de hambre…”, contestación a la que siguió una sonora carcajada del propio Monse y casi todos los integrantes de la tertulia, luego de lo cual puntualizó: “Si un candidato no señala objetivos y medios, se queda a medias”.

Nuestro visitante ya mostraba deseos de irse. Sabíamos muy bien que sus visitas a la tertulia son breves y bravas, pues tiene sobrecarga de trabajo en la ciudad, donde muchos ¡y muchas! lo buscan para evaluar sus pecados y hablar de la posible vida en el infierno. No obstante, nos gratificó con unos chascarrillos finales, movido por el ánimo que teníamos de lucrarnos de sus fugaces frases, una de las cuales apuntaba a un fenómeno muy común en las campañas: “Mientras más adelante vaya un aspirante en las encuestas, más ‘amigos’, admiradores, parientes y votantes le resultan”. ¡Oh, interés, cuánto valés! ¿Qué candidato lo niega? 

Ya de pie, con su voluminoso maletín en la mano y el abdomen pronunciado, fue cerrando sus palabras con esta formulación: “Quien se lance a conquistar el poder sabrá que el poder no reposa en la Casa de Nariño. Allí solo duerme…”. Jeje. “No pierdan de vista”, adicionó, “que hacerse candidato presidencial sirve para varias cosas. Una de ellas, que los medios se refieran a dicho ciudadano como ‘el excandidato presidencial’”. Pues sí.

Desde la puerta de salida, antes de abordar el taxi que lo esperaba, nos impartió la bendición acompañada de esta oración: “Y otra cosa, queridas y queridos ‘vacaloqueros’: se entenderá que a un candidato se le convierta en incendio su posible presidencia, pero no que con ella incendie al país”. ¡Uao! Cañonazo que parecía tener destinatario conocido…

INFLEXIÓN. Mientras más claras tiene uno las cosas, más confundido queda.

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Ignacio Arizmendi Posada
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