Dedicar un día para enaltecer el amor y la amistad, dos de los valores más fraternos de la humanidad, es una costumbre que se extiende a lo largo del planeta. Aunque la fecha y el nombre elegido varían de una nación a otra, Colombia tiene una particularidad, dedica todo un mes a exaltar esta celebración.
Desde 1969, a lo largo de septiembre conmemoramos el afecto, el cariño, la pasión y la camaradería, entre otros sentimientos, y los festejamos especialmente durante su tercer sábado. Sin embargo, este año debemos encontrarle un nuevo sentido a la finalidad de esta jornada, para entender así su verdadera valía.
Creo importante retomar el concepto de las Naciones Unidas acerca de los días internacionales que promulga y articularlo a nuestro mes del Amor y la Amistad. Esta es una oportunidad de sensibilizar al público en general acerca de temas relacionados con cuestiones de interés, tales como la equidad social o el desarrollo sostenible, y llamar la atención de los medios de comunicación para que señalen a la opinión pública su importancia.
Festejar ahora sin hablar de la realidad que vivimos y del país que juntos debemos construir es imposible. En varias ocasiones he dicho que la sociedad debe ser activa y promover las actitudes y prácticas que propendan por el bienestar común.
Así las cosas, el Día de Amor y Amistad debe convertirse en un espacio de fortalecimiento e interacción que nos recuerde, y que nos permita recordarle a los demás, que la corresponsabilidad con el otro, el buen trato y las relaciones armoniosas son la base fundamental para afrontar los retos que como nación nos depara el futuro.
Debemos unirnos más que nunca en una cruzada que exalte al amor y la amistad como la mejor forma de estrechar nuestros lazos sociales. Honrar ambos sentimientos es el punto de partida para hacer frente a la inequidad, la pobreza y la violencia, entre otras problemáticas que afrontamos.
A través del amor y la amistad podemos crear confianza y contribuir a tejer una red de apoyo social que nos proteja a todos y genere pasión por alcanzar un mejor país. Y quiero dejar claro que no hablo de utopías. Como padres, madres, hijos, hijas, parejas y ciudadanos debemos comprometernos a comportarnos con valores y exigir relaciones armoniosas.
Desde septiembre, y de aquí en adelante, comencemos a hablar del amor por Colombia, de la amistad por el colombiano que no conozco, de haber aprendido la lección luego de lo que hemos vivido y compartamos este mensaje con todas las personas que sea posible.
Por coincidencia, Colombia ha visto fin a la cuarentena durante el mes de septiembre y ahora requiere más que nunca de nuestro compromiso con el otro. La invitación es que juguemos al “amigo secreto” todos los días, todos los años y regalemos en nuestro entorno y a quienes no conocemos bondad, gratitud, perdón, humildad y solidaridad