Lo rural se está reinventado y hay ríos de tintas que escriben sobre la “nueva ruralidad” la cual no es solo agraria sino que es un espacio complejo pendiente de llenarse de contenido.
Y su camino se está construyendo y está, también, haciendo camino al andar.
Hay uno que es importante. Los sistemas agroalimentarios. Ellos se han venido -desde lo comercial- reconfigurándose en las ciudades con las tiendas “Hard Discount” como ARA, D1 e Isimo que son de precio bajo, con referencias limitadas de productos, en locales austeros, con marcas propias y poco conocidas que exhiben la mercancía en cajas. De esas habrá este año 4.400 en todo el país. Mueven mucha plata. ARA compra $7.2 billones al año e invertirá U$ 1.000 millones de dólares en los próximos 5 años y D1 $570 mil millones de pesos en el 2023.
Ello puede ayudar a la seguridad alimentaria y hasta -depende de los encadenamientos- a la economía popular pero, por lo pronto, están recomponiendo los sistemas agroalimentarios urbanos porque están cambiando el sistema y la geografía de suministro; particularmente los esquemas de distribución, abastecimiento y comercialización con economías de escala -desplazando tiendas de barrio e intermediarios- pero al mismo tiempo, están creando nuevos flujos en la red de suministros y distribución, esquema de precios, hábitos de consumo y posicionamiento de nuevas marcas.
Está ocurriendo una verdadera reconfiguración. El impacto dependerá del nivel de inclusión de la agricultura familiar y emprendedores en los sistemas agroalimentarios. Ese es el reto porque, paulatinamente y dispersos en la geografía urbana, se está conformando un cúmulo de mercado mayorista que redefine territorios.
El otro camino es el turismo rural y una de sus formas es en áreas que proporcionen seguridad. Es el turismo que procura salud. Son las terapias de naturaleza para el estrés, la ansiedad y el reencuentro personal; el que crea referentes e impregna cultura como, por ejemplo, Disney en USA o como puede hacerlo Panaca, en otro formato, en Colombia.
Un formato que lleva turistas urbanos a lo rural y ello implica que los citadinos cambien la percepción de lo rural, empaticen, visibilicen los vínculos que la ciudad tienen con lo rural, revaloricen el campo y se percaten que no todo sucede en la ciudad sino que depende de lo rural en por lo menos suministro de alimentos, servicios ambientales e hídricos, en tradición e historia.
Además, este tipo de turismo muestra una ruralidad lúdica y atractiva con vivencias gastronómicas tradicionales, senderos y avistamientos de aves, coworking, arbolterapia. jardinería, ecoturismo; es decir, una experiencia integral centrada en turismo social, el bienestar corporal, mental y el aprendizaje en una ruralidad despoblada de la que casi todos quieren huir.
Esa es la importancia del turismo. Ese que está en boga, es ¡Chic! Y es inmersivo en la naturaleza. He ahí, otro camino a la ruralidad pero que necesita, igual que el agroalimentario, incentivos del gobierno.