Efímero idealismo Wilsoniano

Empezaré y terminaré esta columna de opinión siendo bastante pesimista en su sentido amplio; ya no es tan fácil aferrarse al idealismo cuando el mundo sigue girando entorno a personas, empresas y estados culturalmente hobbesianos. 

Los inesperados giros que no se lograron prever en términos geopolíticos en el siglo reciente han puesto de nuevo sobre el debate teórico o paradigmático de las Relaciones internacionales a la razón y la moral como acciones que logran conducir la estabilidad (o inestabilidad) del Sistema Internacional (incluso más que el poder y la seguridad) – llámenme idealista –. 

La razón sigue siendo, al parecer, más dada por el interés nacional (personalista) de los grandes estados (como lo llamaría Waltz), que el interés comunitario, si así pudiese llamarse. Y la moral, no es más que un imaginario que se esconde en las particularidades de los intereses de los estados mayores en términos de capacidades (poder, economía, diplomacia e influencia). Si las acciones tuvieran repercusiones morales sobre la razón, la pacificación del Sistema Internacional se lograría con menos dificultad en tiempos modernos, pero, desafortunadamente no sucede así. 

La armonía natural del interés (o los intereses) que pretendió instaurar Woodrow Wilson con la Sociedad de Naciones (hoy día Naciones Unidas), ha sufrido más de quebrantos que de aciertos. De por sí la pacificación del Sistema Internacional no ha sido del todo cierta por más expertos y académicos que se respaldan en la no prolongación de los conflictos armados de carácter internacional. Sin embargo, hoy por hoy vemos una estructura multipolar del Sistema, es decir, varios centros de poder con crecientes polos en búsqueda de la hegemonía lo cual representa una confrontación de la cual no hemos salido como algunos piensan – la guerra fría – y en su esencia de los conflictos extraterritoriales. China, Rusia y los Estados Unidos siguen generando acciones bélicas y no bélicas pero conflictivas en territorios ajenos al de ellos y al parecer, las instituciones y organismos internacionales no son más que la extensión de los intereses particulares de estos grandes estados. ¿y la regulación del sistema?

Lo que más genera preocupación en mi opinión, es la dicotomía del idealismo wilsoniano, por ejemplo, el sistema colectivo de seguridad que se pensó y que triunfó, y se mantiene aún, ha quedado corto ante situaciones como las que se presentan hoy día; Ciberataques, Drones, Operaciones de Información, Creación de Jurisdicciones territoriales, Quebranto de la Gobernanza Local y Global y sin dejar de lado, el cambio climático como amenaza global. Estos han sido los principales temas que se han convertido en retos y desafíos que reflejan la poca efectividad y voluntad que ha tenido las potencias y, por ende, los Organismos que allí sucinta la regulación de ciertas acciones que afectan a la sociedad internacional – la periferia luchando contra sí misma –. O quizá sea más pertinente hablar de los acuerdos para el no enriquecimiento de Uranio 235 de la República Islámica de Irán, o la salida definitiva de los Estados Unidos y los aliados de Afganistán – ser el hegemón o quien domine la Política Internacional del Sistema no la tiene nada fácil en función de las repercusiones morales sobre la razón –.

Aún así, seguimos creyendo y confiando en el efímero idealismo wilsoniano que regula las relaciones internacionales, o en la diplomacia como talón de aquiles de la estabilidad o en la interdependencia compleja que se cae por el proteccionismo moderno. A razón de este pesimismo, considero necesario reafirmar o actualizar el contrato social internacional para que las relaciones internacionales mantengan un cierto grado de credibilidad sobre sus instituciones y organizaciones. No podemos seguir pensando que estás actúan en función de los intereses de las grandes potencias y como consecuencia tener que alinearse a los polos. El funcionalismo y neo funcionalismo en América Latina, puede seguir siendo un idealismo alcanzable (o inalcanzable), la integración de los estados (latinos) puede lograrse, como Mitrany exponía, en sintonía con el pensamiento de la cooperación para la paz y la estabilidad, el bienestar social y económico, y la confianza interestatal para la construcción de un organismo regional basado en las ganancias relativas antes que las absolutas.

A pesar de un ligero optimismo, temo decir que no lo lograremos mientras la cultura hobbesiana y las ideologías (fanáticas) sigan dominando las relaciones internacionales.

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