El declive de las Democracias

Después de un dominio ideológico de dos siglos de Occidente sobre el Sistema Internacional, y varios intentos por generar rupturas por la imposición de sistemas alternos, hoy vivimos un declive material e ideológico de un sistema de valores, reglas, normas y procesos que han llevado a las potencias occidentales a dominar las relaciones internacionales. Dos siglos de progreso, avances tecnológicos y crecimiento económico que han generado grandes avances para la humanidad, hoy se ven amenazados por una visión antiliberal y populista que tiene como objetivo la disrupción del sistema democrático. 

Propongo abordar este declive a partir de cuatro variables (o factores) que están generando esta premisa; la visión antiliberal de potencias regionales, la imposición de ideologías, la ausencia de liderazgo y el populismo creciente en los países periféricos. 

Con base en el antiliberalismo hemos visto cómo la disyuntiva sobre la propiedad privada, versus, el derecho a la existencia libre y arbitraria, está trayendo procesos insurreccionales que buscan terminar con la composición misma del Estado. Contrarreformas que buscan un cambio abrupto de las instituciones y la dominación de todos los medios del Estado para la imposición de nuevas formas (o modelos) de organización que aún quienes buscan esta ruptura, no saben su desenlace en el futuro. Además, el proteccionismo regional en búsqueda de la supervivencia está imponiendo sobre el Sistema Internacional una visión egoísta de lo que alguna vez Woodrow Wilson denominó la Comunidad de Naciones. 

Pues bien, el antiliberalismo en nuestros tiempos contemporáneos y coyunturales está trayendo como resultado el incremento de modelos gobernantes altamente restrictivos y dominadores de la libertad y los Derechos Humanos. Ejemplo de ello son: Corea del Norte, Venezuela, Rusia, China, Cuba, Siria, Irán, Angola, Sudan, Yemen, entre otros. Pero lo que realmente preocupa es la imposición de ideas revolucionarias (de carácter subterráneo) que han hecho de las Democracias un modelo inestable, no benevolente, e ineficaz. Sobre todo, en países latinoamericanos quienes son más propensos al desequilibrio político o polarización. 

Aún más preocupante, si así se pudiese entender, es ver como el asenso económico de China y la influencia político-militar de Rusia se establecen como actores cooperativos dentro de sus regiones y en varios países lejanos a su zona de influencia. Bajo esta idea de alternativa sobre la dominación occidental, se establecen las crecientes ideologías contrapuestas. 

La ideología ha controlado de alguna manera los procesos anárquicos que han buscado desestabilizar el Sistema; grandes libertades (económicas, sociales, políticas y culturales), respeto de los Derechos Humanos, estados sociales en concordancia con el Derecho, libre mercado, respecto de los asuntos internos, entre otros aspectos. De esta forma se han movilizado las civilizaciones consolidando varios logros para la humanidad. O por lo menos ha sido el modelo que más ha perdurado en el tiempo. 

Sin embargo, hoy día podemos ver cómo la ideología influencia y moldea las relaciones internacionales en función del hard power y soft power. Para entender este punto, traigo dos ejemplos: i) la Diplomacia de las vacunas (China) y ii) el creciente nacionalismo de las vacunas (algunos países de la Unión Europea, en esencia, Italia y Holanda). El primer caso es el resultado de la implementación del soft power con trasfondos económicos de por medio. O para entenderlo mejor, para crear una política exterior en países periféricos de puertas abiertas a la interdependencia económica (con influencia política e ideológica). El segundo caso, es la consecuencia de procesos históricos como los nacionalismos materiales, en este caso, dados por la restricción de la cooperación internacional en cuanto a la distribución de las vacunas (y esto sí que es hard power).

La supervivencia es egoísta y las democracias están en declive porque se ha convertido en un proceso complejo y tedioso para mantener la visión del liberalismo institucional o la democratización. Pensábamos como Kant; las democracias no se hacen la guerra (y así ha funcionado en la mayoría de los casos), pero también que se ayudaban mutuamente en situaciones de peligro o amenaza (sin embargo, no ha sido tan real como esperábamos). Progresivamente se está alejando la confianza y credibilidad sobre las Organizaciones Internacionales y se está perdiendo el “tipo” de contrato social mundial. 

En lo que comprende la ausencia de liderazgo, las potencias por antonomasia se han alejado de los asuntos de la política internacional. Se han alejado de las instituciones internacionales, han priorizado agendas internas, y han quitado su influencia estabilizadora sobre regiones estratégicas. De por sí, a este proceso lo llaman “vacío estratégico”. Dicho vacío ha sido el punto de quiebre que al parecer no tendrá retorno sino se actúa pronto. Y las alternativas que existen no son nada amigables con las libertades individuales. 

El populismo no fortalece a las instituciones, por el contrario, las desprecia y las desvirtúa. Vive quejándose de ellas, y busca soluciones basándose en las emociones y pasiones que en ocasiones resultan negativas para el desarrollo y conducción del Estado. La democratización en los países periféricos ha puesto una nueva fase de lucha contra el establishment. Y esto, debido al aumento de caudillistas y populistas que buscan revindicar la voz del pueblo a través de movimientos violentos y no violentos, que pretenden en corto tiempo, cambiar la configuración del Estado. No terminamos de consolidar un modelo cuando ya queremos imponer otro que no conocemos o no sabemos. 

Las democracias están en declive.

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