El “infierno” de un abuelito paisa en cuarentena

“Por cosas de la vida, la cuarentena que nos decretó el presidente Duque a los abuelitos me ha tocado pasarla no solo con mi mujer, sino con nuestra hija y la nietecita. Su compañía en algo me alivia el agobio diario, que me lleva a no salir ni siquiera al balcón ante el temor de que alguna cámara con sensor a distancia dé cuenta de que yo estoy infringiendo lo dispuesto por el gobierno, o algún pelagatos me grite ‘¡viejo uribista!’.

Un día me demoré más en levantarme, hacia la mitad de la mañana, que en tener a mi nieta, según lo usual, colgada de mi pecho a manera de condecoración. Que lo era, claro, aunque a veces yo sentía que era una crucifixión, como en ese día, cuando literalmente me crucificó a preguntas, de esas que a los niños, y especialmente a las niñas, les salen y que parecen grabadas por un hipnotizador. ‘¿Por qué eres tan viejo, abuelito?’, fue la primera de un interrogatorio sin fin, que casi nos obliga a llamar a la Cruz Roja. ‘¿No te da pena ser tan viejito?’, fue la siguiente, luego de la cual me dejó respirar durante unos minutos, mientras tomaba un poco de chocolate y me comía un pastel de gloria, delicia que mi esposa le hace cada viernes a Facunda, la nieta (¡qué nombrecito tan bien puesto!...).

No tardó en llegar corriendo a soltarme esta otra: ‘Abuelito, ¿por qué te decimos Pío Pío?’. Se la había contestado otro día, pero a las niñas a veces les gusta volver sobre lo conocido, seguramente para ver si respondemos una cosa totalmente distinta o disparatada y poder burlarse de los viejos. ‘¿Ya habías sido abuelito antes?’, me preguntó justo en el momento en que la otra nieta, de más edad, me llamaba por el celular, al colgar el cual me añade: ‘Cuando yo estaba chiquita, mi abuelito era distinto’. No recuerdo qué le dije, tampoco cuando me preguntó que por qué yo no había querido ser el abuelito de la abuelita, ni que qué iba a ser cuando dejara de ser abuelo.

¡Las cosas con las que salen los niños de hoy! Ya uno no sabe qué pensar, qué decir, qué callar, ni nada. Esta ‘profesión’ es muy dura. Cómo no va a serlo si aparecen con inquietudes como esta, que a uno lo inquietan más: ‘Mami me dice que ya no tiene abuelito porque se lo comieron unos gusanos. ¿A ti también te van a comer?’. ‘¡Señor, dame paciencia!’, fue lo único que pude responder en ese instante, precisamente cuando una vecina (tan querida siempre) tocó a la puerta para traernos unos huevos de su finca, seguramente de gallinas alimentadas con gusanos.

Facunda los recibió con mucha alegría porque le encantan, y, mientras nos los mostraba, lo único que se le ocurrió hacer fue preguntar que cada cuántos años venimos los abuelitos a la tierra. ¿Sería porque los huevos le evocaron la tierra por donde van las gallinas de excursión con los pollitos? Sin embargo, la cosa no terminó ahí: al volver de la cocina, me pregunta si los abuelitos comemos tierra. Sentí ganas de darle unas palmaditas en las nalgas, pero me faltó decisión, y más con la pregunta que hizo unos segundos después: ‘Pío Pío, ¿se necesitan muchos años para ser abuelo?’. Al desear saber por qué quería conocerlo, me contesta: ‘Es que me gustaría ser tu abuelita’. (¡Por los clavos de Cristo! ¿Pero qué le dieron esta mañana de desayuno? ¿Caldo de lora?).

Pensaba que el interrogatorio iba camino del fin porque Facunda se asomó por la ventana y se puso a mirar, en silencio, hacia fuera. No pasó mucho tiempo antes de su siguiente intervención: ‘Si estás muy cansado de ser abuelo, ¿por qué no le dices a mi mamita que se vuelva abuelito un ratico?’. ¡Ay, Virgen de los Ancianos! 

Luego se fue a la biblioteca y recorrió las páginas de varios libros, en una de las cuales aparecía la foto de una calavera humana. Se acerca a mostrármela y dice: ‘¿Serías capaz de matar a la muerte?’. Permaneció en silencio (no sé cómo lo hizo) unos instantes, para romperlo con toda la frescura: ‘Si los abuelos se mueren por cumplir años, ¿cuántos años te faltan para morir, Pío Pío? Es que me gustaría conocer a otro abuelo que fuera como un robot para que no se muera y yo pueda manejarlo’. ¿Que pueda manejarlo? ¡Pero si tú me manejas todo el día de todos los días! ¿Qué más quieres?

Sin embargo, la pregunta que más me gustó fue esta, la última, de momento: ‘¿Es muy difícil que yo pueda ser tu abuelita?’. Ya impactado con tanta curiosidad, se me ocurrió contestarle: ‘¿Por qué me preguntas tanto, amor de mi vida?’. La respuesta ‘me mató’: ‘¡Es que te quiero mucho, Pío Pío!...’”.

Hasta ahí el relato del “infierno” de un abuelito paisa en cuarentena. Cosas de la vida.

INFLEXIÓN. El Diccionario define la palabra “facunda” así: “Fácil y desenvuelto en el hablar”. Ni mandada a hacer…

Por. Ignacio Arizmendi Posada

30/5/20

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