Los gobiernos, en tanto son entidades públicas, deben entender que todas acción u omisión en su comportamiento cotidiano o en la toma de sus decisiones, se convierte en mensajes que son recibidos por los ciudadanos con un impacto directo en la medida que la comunicación pública es un ejercicio que genera ejemplo y tiene un saldo pedagógico, es decir, siempre tiene el deber de enseñarle algo o dejarle algún aprendizaje al ciudadano.
Se comunica de pies a cabeza en el cuerpo físico de quienes conforman el gobierno y en ese cuerpo virtual llamado gobierno, 7 días a la semana y 24 horas al día y siempre se tienen el reflector de los cinco sentidos por parte de ciertos públicos con mayor o menor interés. Todos los ciudadanos ven a quien gobierna como portavoz de esperanza, alerta, duelo, emoción, odio, resistencia y de cientos de emociones que movilizan a quienes son gobernados.
Para nadie es un secreto que los problemas de salud mental visibles e invisibles por estos días, se han acrecentado en todo el planeta según lo ha evidenciado el más reciente informe de la Organización Mundial de la Salud, organismo que ha asegurado que estos problemas sanitarios, serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030, al revelar que más de un 35% de los casos no reciben ningún tipo de ayuda y más de 800.000 personas se quitan la vida al año en el mundo, siendo la salud mental el segundo detonante.
Sí existe una correlación directa entre el estado de ánimo de las personas con la percepción de que las cosas van por buen camino o no; pues esa suele ser una variable que se incorpora en las encuestas de esa forma según lo explica Martín Orozco gerente de Invamer, Colombia. Y de este último indicador hay correlación con la percepción frente al gobierno local, ese que impacta el metro cuadrado del ciudadano.
¿Impacta la actitud y las decisiones de los gobiernos la salud mental de los ciudadanos?
Tendrán que ser los especialistas los que nos resuelvan a fondo esta pregunta, pero es evidente que los gobiernos y quienes gobiernan tienen la obligación de generar estabilidad, institucionalidad e impactar el estado de bienestar y los indicadores de felicidad de sus gobernados y parte de ese ejercicio se juega en el terreno de la comunicación pública y las percepciones que se generan en relación con el presente y el futuro de un territorio.
Los gobiernos y quienes se preparan para encabezar roles en el poder político deben entrenarse para dimensionar los efectos que tienen sus actitudes, acciones, omisiones y mensajes como instrumentos de gobierno y el impacto que estos temas tienen frente al clima de opinión, cultura e incluso el impacto en materia sanitaria.