“Aun aprendo”, sin tilde, escribió Goya en la parte superior de un grabado realizado a sus ochenta años, en donde aparece un anciano con cabellos y barbas largas, lo que para algunos es un curioso autorretrato. El crítico español Fernando Castro Flórez tituló “Aún aprendo”, con tilde, su charla sobre arte contemporáneo que dictó en 2017 en la Universidad de Alicante en la que hizo alarde de su prodigiosa memoria y erudición -que se enriquece día a día con la lectura de las decenas y hasta cientos de libros que reseña en su canal de YouTube- como también de su humor negro con el que no deja títere con cabeza.
En es “aun” o “aún” de lo que se trata es de una tilde diacrítica, es decir que con su uso se distinguen los significados de las palabras. En el caso del “Aun aprendo” de Goya se entendería como “incluso aprendo”, mientras que el “aún aprendo” de Castro querría decir “todavía aprendo”. El dibujo de un anciano encorvado y con bastones indicaría que, a pesar de la edad, se sigue aprendiendo; pero por ese detalle de la tilde podríamos ver un lado oculto, el revés de la afirmación, su lado negativo, el del pintor que se le han ido los años y apenas aprende de la experiencia vivida, de los errores y de los aciertos. El crítico (el del aún) se deleita al sentarse en la mesa del conocimiento y se muestra insaciable hasta su final; mientras que el pintor (el del aun) se conforma con tomar lo que su entendimiento apenas alcanza a digerir. Es la cara y el revés del asunto.
El pintor japonés Hokusai dijo, cuando tenía setenta y cinco años, que “a la edad de ochenta habré hecho un cierto progreso”.
En la Galería Nacional de Dinamarca se encuentra en el suelo de uno de las salas de exhibición un cuadro al revés esperando ser colgado. No se trata de una obra conceptual como tampoco de una broma pesada y menos de un error de montaje como el cometido con el cuadro de Matisse “Le bateau” que estuvo (¡47 días!) colgado al revés y lo pudieron apreciar unas cien mil personas en… el MOMA.
¿Qué hace ese cuadro tirado y al revés en un museo tan prestigioso? No es arte conceptual aunque podría ser una llamada, desde el pasado, a ser conscientes de lo frágil que puede llegar a ser la estructura en la que se soporta el arte contemporáneo. En realidad se trata de un trampantojo, técnica pictórica que tiene como finalidad engañar al espectador haciendo ver la superficie pintada como si fuera algo real. En la obra del museo danés lo que está pintado es el revés de un cuadro con bastidor, puntillas y marco al que el pintor se ha deleitado añadiendo una etiqueta con un número (¿su precio en coronas?) que crea la ilusión de estar ligeramente desprendida de la tela con lo que enfatizaba el pintor su capacidad de engañar el ojo.
Trampantojo significa una trampa a lo que está ante el ojo; lo que en francés se llama “trompe l’oeil”. Su autor, Cornelius Norbertus Gijsbrechts. Su tamaño, 66,4 x 87 centímetros. Su fecha, 1670. Hace ya de esto trescientos cincuenta años…
Las vanguardias que se iniciaron hace un siglo con el dadaísmo junto al cubismo, el futurismo, el surrealismo, el constructivismo vinieron a culminar con “el oportunismo”. Y es que algo de oportunista tiene buena parte de lo que se ha venido llamando con el pomposo nombre de “Arte Conceptual”. El desconcierto generado por el artista flamenco del siglo XVII en los espectadores de su obra tenía tanto de seriedad como de jocosidad. Tal vez el exceso de seriedad, en lo que para muchos es apenas un mal chiste, es lo que lleva a algunas obras conceptuales a encumbrarse en los pináculos del arte.
Estas inquietudes me llegan a la mente mientras pinto unas telas por sus dos caras que acompañarán a La Bachué. Hoy me anunciaron que la muestra en Saatchi se aplazó hasta octubre. Podré seguir trabajando en ellas.