Identidad, integración de las razas criollas, símbolo de una cultura única… El sombrero vueltiao habla por Colombia, por sus gentes. Sobre las cabezas de los colombianos, aquí y en otros países, despliega sus alas como una orgullosa mariposa tejida con la fibra de caña flecha que crece en las riberas de los ríos y las ciénagas de nuestra Costa Atlántica. El mismo que evoca las nostalgias y las tradiciones del Sinú y baila alegre cuando escucha las melódicas notas campesinas de un porro “palitiao”.
Desde los indígenas de las sabanas costeras del Caribe tricolor, pasando por el pugilista Miguel “Happy” Lora y el automovilista Juan Pablo Montoya, hasta las grandes figuras nuestras como el maestro Botero y el escritor Gabriel García Márquez, y los intérpretes Carlos Vives, Shakira –la de las caderas mágicas- y Jorge Villamizar del grupo Bacilos, entre otros tantos compatriotas reconocidos en el mundo entero, han exhibido en los escenarios internacionales al sombrero vueltiao, que exuda el verdadero talante colombiano: emprendedor, alegre, emotivo, afable, solidario… ¡Latino!
Por eso los colombianos lo escogimos como Símbolo Cultural de la Nación, categoría a la que fue elevado legalmente en el año 2004 por encima del café, el mejor del mundo, el del aroma evocador de sueños; de las orquídeas multicolores que danzan al compás del viento y causan admiración por doquier; de las mariposas amarillas que hacen volar al Macondo literario; de las esmeraldas del verde romántico de la esperanza; de la Catedral que erige majestuosa en Zipaquirá la sal de la vida; del carbón, que mueve el desarrollo de la patria.
Cuando un colombiano tiene una responsabilidad y un reto que comprometen a su país, lo utiliza como una armadura inspiradora que además lo protege contra las adversidades, y lo reviste del valor y de la creatividad necesarios para alcanzar cualquier meta que se proponga.
Esa pieza maravillosa que es el sombrero vueltiao embruja y hace emanar desde el vértex de su portador, la túnica de la pasión que provoca los grandes logros. Es lo que los patriotas hambrientos de libertad llevaban en sus mochilas vacías de alimentos, pero llenas de coraje y determinación. La antropometría moral del colombiano guarda celoso el sombrero vueltiao. Como experto neurocirujano consiente su topografía cráneo-cerebral.
Usar el sombrero vueltiao es un juramento. Es la adherencia a la integridad y las lecciones de probidad. Es la transparencia en todos los actos y a la empatía heredada de los Zenues. Es el respeto a las tradiciones y el deber ser de luchar por un futuro digno. Mas justo, más colombiano.
Ofende cuando se usa para engañar o para disfrazar la autenticidad. Molesta cuando se pisa nuestra identidad y sobre todo quema cuando con el se soplan las conciencias volátiles de nuestra gente.
Cuando un colombiano regala un sombrero vueltiao, entrega más que una prenda. Entrega su agradecimiento, su afecto, su corazón y su casa. Porque bien sintetiza en sus trenzas tejidas con la pasión que es Colombia.Los colombianos nos ponemos el sombrero vueltiao, el de las alas inspiradoras, el de las trenzas de la amistad, el de las figuras desafiantes.
El domingo de ramos es el día del triunfo y las palmas, el símbolo de la victoria. La de Happy Lora alzado y el contendor en la lona. Como sociedad civil no lo hemos alcanzado. ¿Cuándo celebraremos en este país el domingo de Pascuas? Ese paso hacia la reconciliación en donde la paz y la educación, ahuyenten con las alas vivificantes del sombrero vueltiao, los vientos del oscurantismo