Dicen que Pep Guardiola está triste. No duerme. no come, ni celebra sus títulos. Que se plantea retirarse.
La razón única, para su abatimiento, es un periodista, con pensamientos delirantes y divergentes, que lo acosa, por allá en las lejanías del tercer mundo, en un país subdesarrollado, de futbol mediocre que el crítico de marras defiende…
Experto en desairar los éxitos ajenos, entrenador frustrado, predicador de micrófonos, defensor del resultado en cero, de la táctica por encima del juego y el espectáculo.
Un opinador sesgado que desconoce de emociones, de presiones y nervios, que olvida que las finales se luchan y se ganan y que el rival también juega.
El mismo que no acepta conceptos diferentes al suyo, el de la virulenta persecución a James, que dijo algún día que a Falcao la pelota le rebota en las rodillas, que Pékerman es un fiasco y que hay goles de otro partido. Que en el futbol de ataque se sale para entrar y se entra para salir y que el mejor resultado es el cero a cero. Vaya despropósitos.
Defensor de dirigentes cuestionados, celoso de los artistas con la pelota.
Que no sabe lo que es construir un equipo, gestionar talentos, vestuarios, resultados y egos, (el suyo lo devora).
Lo que representa y cuesta ganar una Champions, sentir presiones, satisfacer sólo con triunfos y títulos. Lógico, nunca ha jugado, a pesar de sus alardes al aire.
Lo que es cambiar sobre la marcha, modificar sistemas, con un jugador aquí y otro allá, ensamblar virtudes, potenciar estrellas, respetar la pelota y el juego limpio, recrear con pases e innovar con tácticas.
Para desgracia suya y de los detractores, Guardiola seguirá agigantando su leyenda. Sus contrarios los rechazos y el desprecio. Tras un hombre exitoso, siempre habrá un voraz envidioso siguiendo sus pasos.
Que cierren la boca sus enemigos… que se traguen sus palabras. Si Guardiola ganó el título de Champions apretando las nalgas, sus críticos se marcharon con la cola entre las patas, escupiendo sus palabras.
¿Cómo les quedó el rabo? Seguramente ardiendo.