El ejercicio de la política ha cambiado a lo largo de los últimos años, esta transformación sistemática se debe a la misma dinámica de los procesos políticos pero sobre todo a las circunstancias que afronta el país.
Cada 4 años, como un Deja Vú, un ramillete de candidatos, de todas las corrientes políticas nos inundan con todo tipo de propuestas, ya sean muy bien enfocadas, interesantes pero también las hay populistas, incoherentes, inviables y otras desesperadas.
Pero ese desespero, el cual es entendible en cierta medida, por cuánto se trata de alcanzar el máximo cargo público de la nación, no debe ser excusa y menos óbice para generar desde pánico hasta angustia, pasando por desesperanza.
El Marketing Político o mejor los publicistas de las campañas, no pueden normalizar las estratagemas non sanctas, producto de prácticas poco ortodoxas, que desdibujan el significado de lo que realmente significa la política.
Las nuevas estrategias consisten en convertir al adversario político en un enemigo al que sobre todo hay que descalificar. Para lo que se busca en fuentes de documentación todo tipo de información que pueda ser utilizada en la tarea de afear la conducta del enemigo y así poder deslegitimar sus postulados.
La táctica se ha orientado hacia el desgaste del contrario, el enemigo al que combatir, en vez del adversario con el que trabajar defendiendo la ideología de cada cual pero con un objetivo primordial, el bien común, y está prolongando una situación que está cansando a la ciudadanía.
Esta costumbre de convocar a lo peor del ser humano termina por agotar cualquier proyecto. Olvidamos con frecuencia que el rival es imprescindible para poder jugar a cualquier juego, a cualquier deporte y a cualquier actividad.
Convertir al rival en enemigo siempre convierte el debate en una guerra con secuelas. Nadie gana las guerras, pero las perdemos todos.
La oposición no hay que plantearla siempre desde el antagonismo, sino desde la utilidad a los ciudadanos. Creo que es hora de olvidarse de la idea combativa, que tenemos de la política, lo cual la reduce a un mero antagonismo.
Otra cosa, hacerse al poder como sea, es la consigna y la forma de hacerlo es a través de alianzas con sectores políticos, incluso aquellos involucrados con prácticas criminales o clientelistas.
Y es que sin este tipo de negociaciones, es inviable ganar una elección. Lo hemos visto muchas veces en casi todas las campañas políticas. Inclusive aquí en el departamento del Chocó, pasó hace poco en la elección de Ariel Palacios Calderón para la gobernación, cuando los Cordobistas (Liberales) tuvieron que unirse con los Conservadores en un pacto que llamaron CONCOR, siglas alusivas a las dos vertientes políticas, donde además apoyó el Partido Verde y Colombia Justa y Libre.
Ese tipo de coaliciones, que en su momento resultan tan necesarias, terminan en líos y confrontaciones, pues luego de que el candidato llega al cargo, queda amarrado y sujeto a lo que digan sus socios políticos que casi siempre quieren ”Pan, Pedazo y Pedacito" o en palabras mas castizas, alzarse con el santo y la limosna.
Por otro lado, la política se ha convertido en una magnífica empresa de trabajo temporal, que saca a mucha gente de la dureza y la frialdad de las calles, pues 20 o 30 mil pesos, un tamal, un juguito, una gorra y una camiseta, son “tesoros invaluables" para la gran mayoría de ciudadanos de este empobrecido país, quienes son utilizados para abultar manifestaciones públicas que luego son retocadas con algún programa de photo shop, que cualquier adolescente maneja al dedillo.
Por eso quiero hacerles un respetuoso llamado a la cordura y al respeto, sobre todo a esos que se han atrincherado en las redes sociales y que “ladrando” desde sus dispositivos móviles, pareciera que les prometieron más que un Cambio, alguna embajada o un ministerio.
Les recuerdo que para que alguien gane en la primera vuelta, necesita obtener la mitad de los votos más uno (50 % del total + 1 voto). En caso de que ninguno de los aspirantes a la Presidencia obtenga esa cifra, la Constitución Política de Colombia ordena que se realice otra jornada electoral tres semanas más tarde con los dos postulantes más votados, en la cual ganará quien obtenga más sufragios, sin un mínimo requerido.
En ese sentido, una hipotética segunda vuelta para escoger al jefe de Estado del período 2022-2026 se desarrollaría el 19 de junio.
Asi que, queridos lectores, después del 29 de mayo o del 19 de junio, cuando ya tengamos un presidente electo, nuevamente habrá que sentarse a trabajar en la oficina con el compañero que defendió a Fico, de nuevo coincidamos en un cumpleaños con la prima que votó por Petro, nos encontraremos en un restaurante con el amigo que le creyó al viejito Rodolfo o nos tomaremos unos whiskys con el vecino que iba con Fajardo.
Con todos, ¡CON TODOS!, nos tocará poner el hombro para seguir construyendo país, los procesos sociales, el desarrollo de este Departamento, que tanto problema tiene, Ahorrémonos los insultos y así nos va un poquito mejor.
Las elecciones deberían ser la parte más bacana de la democracia, por ser el momento para aprender de las diferencias del otro, de su visión del mundo y ver cómo encajar con él, pero se están convirtiendo en la parte más tediosa por los insultos y mentiras que se cruzan de manera permanente.
No puedo tomarme lo que digan de mi candidato como algo personal. Si nos valemos de las ideas, de los argumentos y hasta del humor nos vamos entendiendo aunque pensemos distinto. ¡Elijamos entender que el otro es distinto!...Y que gane el mejor!